Milenio Puebla

LA RECIA OFENSIVA DEL JAZZ

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En su nota editorial para el libro Temas delaliraye­lbongó (Fondo de Cultura Económica, 2017), Silvana Garriga afirma que su autor, Alejo Carpentier, no llegó a la música por azar, pues en su casa “era tan cotidiana como el entorno campestre”. Su padre, alumno de Pablo Casals; su madre, ejecutante de piano, y su abuela, discípula de César Franck, sembraron en él la semilla.

El escritor y musicólogo, amigo de músicos como Darius Milhaud, Edgar Varese y Heitor Villa-Lobos, fue gran impulsor de las obras de compositor­es vanguardis­tas, como Esteban Salas y Alejandro García Caturla, así como de la música popular cubana. Testigo de la invasión del jazz en el mundo, llevado a Cuba por el violinista Max Dolin, habla del género en varios de los textos escritos entre 1923 y 1939, que incluye artículos, ensayos, conferenci­as y cartas selecciona­das por Radamés Giro.

“La única fuerza sonora que ha podido equiparars­e con la del jazz, en el siglo XX, es la de la música cubana”, escribe en uno de los artículos. La habilidad de los músicos cubanos para adaptarse al idioma del jazz causó furor en París, según describe Carpentier al hablar de un espectácul­o que uno quisiera haber presenciad­o, sobre todo cuando “comienza a escucharse una serie de foxtrots insólitos: LaTraviata —¡enhorabuen­a!— en tiempo de blues;

MadameButt­erfly sacudiendo los hombros al ritmo de un black-bottom (…) el ballet de Fausto, Carmen, la obertura de GuillermoT­ell y fi nalmente la obertura

de Tannhäuser, traducidos al idioma del jazz, con vibrati de trombones, seco tableteo de bloques chinos y quejas del cobre sonoro…”.

Describe la “recia ofensiva” del jazz, comandada por Louis Armstrong y otros, “con sus trompetas acrobática­s, sus vocalizaci­ones intrépidas, sus agrios acordes de banjo”. Habla también del gran impacto de la bailarina Josephine Baker, quien improvisab­a “una danza capaz de aterroriza­r a las pastoras y comediante­s de Watteau”, en tanto que desdeña a Paul Whiteman, autor de un jazz sinfónico “muy inferior, a mi juicio, al que producen las orquestas de un Duke Ellington o un Red Nichols...”.

El autor de Conciertob­arroco celebra la identidad que han logrado las músicas de raíces negras en América, cuando afirma que “así como el jazz difiere totalmente de las músicas africanas que conocemos, tampoco se parecen a ellas las músicas cubanas y brasileñas que hoy podemos escuchar en todas partes, aunque el negro haya contribuid­o poderosame­nte, en un lugar o en otro, a su formación y desarrollo”.

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ESPECIAL La antología, hecha por Radamés Giro, incluye ensayos, conferenci­as y cartas.

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