De “preciosos” a “huachicoleros”
En un dos por tres, los poblanos empezamos a cobrar “fama” nacional y a cargar con el estigma de “huachicoleros”. Tanto trabajo nos costó quitarnos el mote de “preciosos” por la torpeza y mediocridad de un gobernante de cañería como Mario Marín Torres, el “góber precioso”.
Con aciertos y errores, el sexenio de Rafael Moreno Valle, finalmente, logró dignificar el orgullo de ser poblano para revertir la mala imagen nacional e internacional.
A Moreno Valle se le pueden criticar acciones de gobierno, pero comparado con gobernantes anteriores, las mejoras en infraestructura, imagen urbana, vialidades y arribo de capitales e industrias como la automotriz -Audi-, nos colocaron en el centro de la “envidia”.
No recuerdo en la historia reciente del estado, hechos de violencia entre las fuerzas del orden, incluidas las militares, en una confrontación con la delincuencia, como la ocurrida en Palmarito Tochapan y San Antonio Atzitzintla, con la baja de efectivos militares, policías y civiles armados.
Abordar hoy el tema de los “huachicoleros” -término, por ciento, acuñado en Puebla- en el país, nos remite al estado, como principal centro de atención.
Las estadísticas relacionadas a las tomas clandestinas, los miles de litros de combustible robado a Pemex, los delitos relacionados como los homicidios dolosos y el “lavado” de dinero en la economía regional, nos coloca como un referente obligado.
Para el gobierno en turno, tan breve como los 22 meses de vigencia, el fenómeno del “huachicol” y la inseguridad pública, se han convertido en los retos a vencer, distrayendo los recursos financieros y energías que deberían estar destinadas a consolidar el desarrollo del estado.
Además de que no habrá tiempo para las grandes obras en el estado, las ambiciones adelantadas de quienes aspiran a ocupar cargos de elección popular en el 2018, enturbian más el panorama.
Frente a la realidad del estado, aquellos funcionarios que aspiren a un cargo, deberían separarse de la función pública porque su interés ya es personal y no de gobierno, porque urge abatir dos fenómenos: la inseguridad pública y (todo lo que implica) el “huachicol”.