Para lo criminal, ¡Ancha es Castilla!
Los medios de comunicación nos saturan diariamente con información de crímenes de toda naturaleza. No obstante que somos un pueblo que trabaja y produce, y muchos funcionarios en los tres órdenes de gobierno y en los tres Poderes de la Unión sirven con honestidad, lo positivo ocupa pequeños espacios, y la nota roja es lo realmente periodístico.
Pero la culpa no es de los mensajeros que señalan al pasado mes de mayo como el más violento en los últimos 20 años y 2 mil 150 homicidios en lo que va de 2017, correspondiendo siete u ocho de cada 10 de ellos al crimen organizado.
Por eso, es explicable que muchos comentaristas exijan un cambio de timón en el combate a la delincuencia, sugiriendo liberar el consumo de la mariguana y, algunos, regresar al Ejército y la Marina Armada de México a los cuarteles. Sin embargo, el problema es más complejo.
La liberación de esa droga solamente evitaría la prisión injusta para muchos, y el retiro de los militares dejaría a la población a merced de los más violentos y asesinos.
No olvidemos que el llamado crimen organizado hace 15 o 20 años se ocupaba principalmente del trasiego de drogas a EU y no lastimaba directamente a la sociedad, pero han operado dos cambios sustantivos:
UNO. Los traficantes empezaron a recibir en especie mucha de su paga, obligándolos a colocarla en el mercado nacional. Ello incrementó el consumo doméstico y la lucha violenta por controlar rutas y plazas.
DOS. El crimen organizado aprovechó la debilidad del Estado y entró de lleno al asalto, la extorsión, el secuestro, la violación, el cobro de piso, el robo de combustibles, la pornografía infantil, la trata de personas, el contrabando, la piratearía, etcétera, y lo más grave: se infiltró en instituciones públicas y privadas.
No se trata, pues, de un simple cambio de timón sino de una tarea colosal, que requiere de mucho tiempo y dinero. Tampoco puede quedar el esfuerzo a cargo de una persona o grupo.
Se necesitan acciones de corto, mediano y largo plazos de gobernantes y gobernados. Entre ellas: a) limpiar las actividades políticas; b) depurar y capacitar cuerpos policiacos, de procuración de justicia y de juzgadores;
c) realizar una cruzada educativa y cultural para formar auténticos ciudadanos;
d) crear condiciones de vida digna para millones de hambrientos; y
e) que el Estado haga valer el monopolio legítimo de la fuerza.
Quien diga que con su discurso “amoroso”, su “buen ejemplo” y la persecución de adversarios acabará con la pandemia que padece México es, por lo menos, imbécil.