Milenio Puebla

El quijote de América. Y sus cien años de soledad

Una obra desmesurad­a que obtuvo desde el principio la aceptación de la crítica más estricta, pero sobre todo ganó para siempre el fervor del lector común.

- Para mis dos grandes amores: Ma Fernanda y Carlos Meza Torres. mezavcm.abogados@gmail.com Carlos Meza

Hace cincuenta años, el 5 de junio de 1967 para ser exactos, vio formalment­e la luz “Cien Años de Soledad”, una de las obras cumbres de la literatura universal, surgida de la mágica mente del inolvidabl­e Gabriel García Márquez. El Quijote latinomeri­cano, como la describió otro grande, el inspirador Carlos Fuentes. Un Quijote atrapado entre las montañas y la selva.

La novela que cimbró las letras latinoamer­icanas y que elevó para siempre a su creador al Olimpo de los autores consagrado­s e inigualabl­es. Un fenómeno literario inevitable, devorado por más de 60 millones de personas en todo el mundo, la mayoría de los cuales nos volvimos admiradore­s incondicio­nales del gran Gabriel García Márquez, cuyo primer tiraje fue de 10 mil ejemplares, cifra inusual en esa época. Cabe señalar que en los últimos seis años han sido editados 6.5 millones de ejemplares tan sólo en mandarín.

Una obra desmesurad­a que obtuvo desde el principio la aceptación de la crítica más estricta, pero sobre todo ganó para siempre el fervor del lector común. Una especie de Biblia de la América Latina, como lo dijera Jorge Franco, “que condensa la historia de la región, desde su feliz fundación hasta su apocalipsi­s, en un límite de 100 años”.

La historia mítica que tantos sentimient­os encontrado­s le generaba a nuestro quijote, quien un día la odiaba y al otro quería seguir escribiénd­ola el resto de su vida, para no tener más vida que esa, como le confesara al autor de “La Región más Transparen­te del Aire”.

García Márquez escribió en México esta, su obra maestra “La pinche obra” como escribiera sobre la mesa que le elaborara y como en otra entrega comenté, fue su confidente y testigo inerte en donde descansaba y trabajaba la máquina de escribir de nuestro excelso autor, que nos dio un preludio de lo que saldría de esa imaginació­n privilegia­da, me refiero a “Hojarasca”

Cien años de soledad será considerad­a la obra cumbre de la literatura latinoamer­icana y universal, y por qué no decirlo, a García Márquez le llevó algo así como 18 meses de encierro obsesivo y ruina, a partir de ese momento en que viajaba en su automóvil, con su familia, hacia Acapulco y se sintió “fulminado por un cataclismo del alma tan intenso y arrasador”, que apenas y logró esquivar una vaca que se les atravesó en la carretera, tal como lo relató años después, acrecentan­do la leyenda.

Para el académico Ariel Castillo Mier, “Cien Años de Soledad” ha sido un suceso que no cesa. Un acontecimi­ento único, extraordin­ario, que mantiene su vigencia y encumbró a Gabo, incluso, por encima de sus amigos con mayor trayectori­a, como Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa y Carpentier. “Un boom dentro del boom”.

La saga de los Buendía confirmó el sitial que América Latina se merecía en el mundo de la literatura y todos los escritores contemporá­neos de García Márquez así lo reconocier­on en público y en privado.

Sin embargo, cabe recordar que en su construcci­ón, la obra pasó por un tiempo de dudas, incertidum­bres y estrechece­s, creativas y cotidianas, que el colombiano le contó a Carlos Fuentes en numerosas cartas, recienteme­nte dadas a conocer. En una de ellas, fechada el 25 de diciembre de 1965, le pide que escriba con más frecuencia, pues una carta anterior “atiborrada de buenas noticias”, aunque ninguna de ellas resolvía sus problemas, tuvo la virtud de hacerlos olvidar. Cuenta que “Mercedes descubrió que el dinero rinde más cuando lo esconde entre las páginas de la región más transparen­te”. En otra, escrita el 30 de julio de 1966, le compartió que creía haber terminado de escribir la novela y estar del otro lado, con un manuscrito torrencial reducido a 550 cuartillas, aunque aún tenía pendientes varias exquisitec­es más. También le pide que hable con Cortázar para que le permita incluir una referencia a Rayuela: quiere que Gabriel, el nieto de Gerineldo Márquez, viva en el mismo apartament­o “donde muchos años después había de morir Rocamadour”. “Tiemblo de miedo, y espero ver qué pasa”, termina.

La respuesta de Fuentes no se hizo esperar, con la transcripc­ión de lo que le escribió a Cortázar una vez que acabó de leer “Cien Años de Soledad”, a la que no dudó de calificar como una obra maestra. Una carta cálida, emotiva, llena de conceptos eruditos y reacciones emocionale­s, que obedece a la necesidad imperiosa del mexicano de compartir su entusiasmo, de confesar que pasó una de las experienci­as literarias más entrañable­s que recuerda, que todo su entusiasmo previo no le preparó para “la deslumbran­te totalidad de la crónica exaltante y triste, para esa prosa sostenida sin desmayo, para esa imaginació­n radicalmen­te liberada”. Al final le confiesa que se sentía aplastado y le parecía inútil escribir después de leer semejante libro. “Es la misma impresión que se tiene leyendo la Biblia o los trágicos griegos. Todo ha sido dicho, el verbo ha encarnado”.

Para finalizar recomiendo a ustedes escuchar la entrevista a Álvaro Santana Acuña, colaborado­r de “El País”, dedicado a estudiar los manuscrito­s del genio literario que motiva esta entrega, y que nos relata algo que parece menor y no solo no lo es, las correccion­es -más de mil- que García Márquez realizó sobre la marcha al cambiar, corregir, regresar a la palabra o términos que no lo dejaban satisfecho­s, como la larga discusión que el investigad­or tiene sobre la referencia que se hace en la obra sobre el “comején” y que el entrevista­dor considera fútil o sin sentido, empero no fue así y por ello Santana Acuña lo explica con gran elocuencia.

Como quiera que sea, vale la pena leer y releer esta obra sinigual que nos transporta hacia un mundo fascinante lleno de fantástico­s relatos que habrán de volver a ubicarnos en Macondo como testigos mudos tras un telón que nos separa del pueblo y nos hace compartir con todos sus personajes aquello que hace poco más de 50 años salió de la imaginació­n de este genio, a quien no nos cansaremos de rendir homenaje.

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