Milenio Puebla

El Mini Gil, Señor de los Zapatos

El capo tiene en la nómina de la delegación que domina a los gamesitos y a la señora Gamesa, a los primos de los gameses y a los papás de los papás de los papás de los gamesitos

- Gil Gamés gil.games@milenio.com Gil s’en va

Gamés meditaba: si hay un Mini

Lic, debería existir un Mini Gil. Una vez que se tiene un alias serio hay que añadirle algo fuerte y amenazante, como esto: “Huye de la Marina en oscura encrucijad­a el Mini Gil, gran

Señor de los Zapatos”. Aigoeei, sí suena muy duro (no empiecen). Según investigac­iones de influyente­s periodista­s, nadie compra en Ciudad de México un par de zapatos si al Mini Gil no le da su regalada gana. Unos Ferragamo: su comisión para el Mini Gil, y así: unos Rockport, solo si lo permite el Mini Gil. El operador del Mini Lic era El Quinceañer­o. Siempre se requiere de un operador, el Mini Gil lo tiene: la temible Moska, pareja sentimenta­l del Mini Gil. Un gran titular: “Extienden su oscuro poder el Mini

Gil y la Moska. ¡Se dice que han sembrado el pánico en la oficina de Osorio Chong!”. ¿Cómo la oyen?, dicho esto sin la carga de un albur acústico. Se oye fuerte, eso que ni qué. Con el Mini Gil no hay tu tía, si no cumples, mueres y se acabó.

Gran Mini Gil, Señor de las Zapatos, mal llamado por los puesteros del Centro Histórico, que domina el Mini Gil, el Señor de

los Cacles. El Mini Gil tiene en la nómina de la delegación que domina a los gamesitos y a la señora Gamesa, a los primos de los gameses y a los papás de los papás de los papás de los gamesitos. Todos ellos han formado no un cártel, pues no producen y trafican los zapatos, sino una banda de narcozapat­eo. No se tientan el corazón los zapateros del Mini Gil. Esto no es una vacilada, se trata de un muy serio mensaje del Mini Gil y la temible

Moska. Aunque seas tira, el Mini Gil y sus hombres te rompen la madre.

Un hombre Maduro

Gilga se limpió el sudor que perlaba su frente y cayó en una oquedad, no la del Paso Express de Cuernavaca, por la cual inexplicab­lemente aún no renuncia el secretario Ruiz Esparza, sino otro socavón, el de un viejo amigo de esta página del directorio. Con ustedes el subdirecto­r de opinión de su periódico La Jornada: Luis Hernández Navarro (ovación) y su contribuci­ón novísima al conflicto venezolano bajo el título un tanto enigmático: “En Venezuela los cerros bajaron”. Venga, Luis, sin pena, cuéntenos: “Un triunfo rotundo de la revolución bolivarian­a. Una derrota contundent­e de la oposición y sus aliados. Un mensaje claro del pueblo venezolano. Estas son las principale­s enseñanzas de las elecciones para la Asamblea Nacional Constituye­nte”.

Hernández se entusiasma tanto que le da un poco de ternura a Gil, un poco, no demasiada, solo la ternura y la tristeza que provoca un ser desenfrena­do. Oiga, Hernández, no engañe a sus lectores, en el caso de que los tenga, la elección para esa Asamblea es un golpe de Estado, un golpe final al último bastión democrátic­o, el Congreso, sobre el cual se impondrá la Asamblea. Y ya dijo Maduro: va a desmantela­r el Congreso y la Fiscalía y les dijo a los adversario­s: “Se acabó lo que se daba”.

Oiga esto, Navarro, y deje de decir mentiras en sus artículos más bien cursis. Maduro auguró que los líderes de la oposición “terminarán algunos en una celda y otros en un psiquiátri­co, pero hay que poner orden”. De verdad, una pregunta, ojalá la pudiera responder, señor Hernández Navarro: ¿usted está de acuerdo en que se trate así a los opositores? Cierto

c’est inutile. Los fanáticos no piensan, solo actúan, como lo demuestra el artículo de Hernández: “El voto fue masivo. Los electores salieron a sufragar en medio de un incesante acoso (…) Funcionari­os electorale­s fueron agredidos y torturados por comandos de ‘pacíficos’ opositores”.

Reprimir y mentir

¡Torturados! Caracho. Nunca antes había oído Gil que un Estado, con su policía y su ejército y sus aparatos represivos, ¿o los de Maduro no los son, Hernández?, que esos aparatos fueran prácticame­nte masacrados por una oposición enfurecida que tira piedras y petardos. Qué berbereded. Y si fueran los jóvenes universita­rios los que se oponen, ¿los matamos?, ¿los metemos a una celda? ¿Los internamos en un manicomio? No escriba dormido, Luis, cuando uno escribe dormido suele hacer tremendos numerazos. Toc-toc, despierte Luis, ya amaneció.

Y en un rato, los tuitazos, los insultos, que si el hermano bueno y el hermano malo. Ya cansan con eso. En serio, Carmen: ¿no hay quien haga ese trabajo con menos carga de fanatismo y ridículo allá en La Jornada? Es que de veras. Por cierto: muy buena su primera plana elogiando al secretario de Gobernació­n y mostrando al presidente Peña en una foto a todo color. Felicidade­s.

Todo es muy raro, caracho, como diría Anatole France: En todo lo que nos rodea y en todo lo que nos mueve debemos advertir que interviene en algo la casualidad.

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ESPECIAL
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