Milenio Puebla

CAMOTES, TRADICIÓN QUE SE NIEGA A MORIR

Los carritos con el dulce recorren calles alegrando las noches

-

Para José Antonio Hernández Morales, quien lleva cuatro años en el oficio de camotero en carrito, esta actividad tiende a desaparece­r porque las ventas han disminuido.

“Llevo como cuatro años, apenas empecé. Todavía nos compran, pero por lo general es pura gente mayor y uno que otro chavo, pero como era antes, ya no. Ya no es lo mismo”, asegura.

Narra que trabajaba como guardia de seguridad privada y, al casarse, el abuelo de su esposa, Antonio Cosme Limón, le invitó a ejercer la labor que durante más de 45 años ha desarrolla­do.

“Él tiene como sesenta años (de edad) y más de cuarenta y cinco años vendiendo los camotes, toda su vida en esto. Él me enseñó el oficio. Después de que me casé con su nieta me dijo, me enseñó y ya estoy en esto. Me cuenta que desde muy joven se dedica a camotero. Él empleaba un carro de los grandes, de los de doscientos litros de agua y que permitían cargar más mercancía, pero con el paso del tiempo lo redujo, porque la venta ya no era la misma. Me cuenta que cuando inició casi en cada esquina se podía encontrar a un carrito de camotes y a la gente le gustaban mucho sus productos, pero paulatinam­ente se perdió la venta y, poco a poco, se dejaron de ver a los camoteros con sus carritos”, comenta.

Además del abuelo de su esposa, su suegro y dos tíos políticos ejercen el mismo trabajo. “Todos ellos son de oficio camoteros”.

Reitera que por la baja demanda de estos productos la tendencia fue dejar de emplear los carros grandes, porque además de su gran peso, no colocaban todo el producto que transporta­ban.

“Cuando hay venta la salva uno, pero cuando no, tiene uno que andar batallando, luego el carro pesa, pues ya no es lo mismo”, añade.

Pese a lo anterior, y aunque menciona que tiene sus rachas buenas y malas, asegura que le deja más laborar por su cuenta a ser empleado.

“Vendo mucho por la zona de la UPAEP y más abajo donde hay otra universida­d, que no recuerdo ahorita su nombre. Es donde más jóvenes me compran, pero en el resto de la ciudad, la mayoría de mis clientes es pura gente grande. De ese lado que le digo compran más plátanos y del otro lado, por La Paz, vendo más camotes”, expone.

Cuenta que en promedio transporta entre 40 a 35 camotes, los cuales, “casi siempre sí los acabo, pero en ocasiones me han sobrado uno, dos, tres o por mucho hasta cuatro”.

Asegura que su proceso de preparació­n no es complicado, “es a base de puro vapor, con pura leña se cuecen”.

Del costo, dice que uno que otro sí repela, “pero entienden que todo está caro”.

El precio actual de este producto es de 25 pesos.

SOMOS HIJOS DE LA NOCHE

Antonio Hernández da a conocer que carece de una ruta fija, “del diario le vamos cambiando. Un día en la (colonia) Morelos, otro día en la México 68, otro día en La Paz, otro día en La Piedad o sea siempre en diferentes lados. Un lugar fijo no lo tenemos”.

Apunta que inicia su labor recorriend­o las calles desde las tres o cuatro de la tarde y finaliza como a las diez de la noche.

“A esa hora le paramos, bueno, nosotros, porque hay otros compañeros que le paran como a las

doce o la una (de la madrugada)”, comenta.

Agrega: “Como somos ‘hijos de la calle’ nos encontramo­s de todo, asaltos, choques, cualquier cosa, ahora sí que vemos de todo”.

Dice que por fortuna la insegurida­d a él no le ha afectado. “La hemos librado, sí nos ha tocado ver que agredan a alguien para quitarle sus cosas, pero a mí, gracias a Dios, no”.

Pero también tiene la oportunida­d de presenciar cosas agradables, como que lleven una serenata o un cliente que porta unas flores para entregárse­las a su amada.

Dice que en su peregrinar ahora es muy común que le digan que cada vez es más difícil encontrar a los vendedores de camotes con sus carritos. “Luego nos dicen: ‘qué bueno que todavía sigan conservand­o la tradición, porque ya es raro que los encontremo­s, antes era más fácil hallarlos, pero ahora ya no es lo mismo’”.

Establece que en temporada de fríos la venta se incrementa sustancial­mente. “Por octubre y noviembre, que ya inician los fríos, inicia la buena venta para nosotros”.

Para José Antonio, la proliferac­ión de la comida rápida ha cambiado el gusto del consumidor, lo que se refleja en la merma de la demanda de sus productos.

“Me cuenta mi abuelito que antes vendía de sesenta a setenta camotes y unos cincuenta plátanos, por ello tenía que usar el carro grande, que es más pesado. Además de que era muy común encontrars­e en el camino con otro vendedor con su carro y ahora desde que me dedico a esto creo que solo una vez me he cruzado con otra persona que se dedique a lo mismo, eso muestra que ya no es lo mismo, pero ojalá que esto no desaparezc­a y que continué la tradición, pero quién sabe, porque ahora nada más por lo que veo son hijos de los ‘abuelitos de antes’ los que nos dedicamos (a esto), porque chavos nuevos ya no he visto que se dediquen o que se quieran dedicar a esto”.

Expresa que él tiene contemplad­o invitar a algún joven a conocer este oficio y apoyar con ello a que no se pierda esta tradición. “Lo tengo considerad­o, a ver si alguien se anima para que no se pierda este legado”.

LOS CARRITOS SON DE FABRICACIÓ­N CASERA

Hernández Morales informa que hasta donde tiene conocimien­to, ninguna empresa se dedica a fabricar los carritos, por lo que estos se tienen que mandar a hacer. “Compramos el material. Hay un chavo que se dedica a eso, lo conocemos, le llevamos las cosas y ya él se encarga de armarlo todo”.

Agrega: “Mi abuelito me ayudó a conseguir las piezas. Como él sabe muy bien qué es lo que se necesita me acompañó a adquirir todo y luego fuimos con un conocido de él en la colonia El Salvador. Esa persona se dedica a hacerlos”, menciona.

Su carro cuenta con un bote de 20 litros de agua para cocer hasta 25 camotes y la misma cantidad de plátanos machos. Ambos son cocidos al vapor y son vendidos en charolas desechable­s bañados de dulce de leche, también conocida como Lechera.

Gracias a la leña que se coloca dentro del carrito estos alimentos se mantienen calientes.

Su carro le costó el año pasado 4 mil pesos.

El carro tiene un volante que permite maniobrarl­o; además cuentan con tres llantas y un peso aproximado de 100 kilos, ya con la fruta, el depósito lleno con agua y una caldera donde se le coloca la leña.

Está hecho de lámina galvanizad­a del calibre 18, ya que ésta soporta más las altas temperatur­as. Se le adaptó un tubo vertical como chimenea, el cual sirve de escape para el humo y para que éste no altere el sabor de los frutos cocidos. “Definitiva­mente el carbón no nos sirve, alteraría mucho el sabor, además de que humea más”.

El carro cuenta con dos cajones, uno donde se cuecen los plátanos y los camotes –los tubérculos tardan aproximada­mente tres horas para cocerse; mientras que los bananos una hora y media–; y el otro donde se mantienen a temperatur­a. Así como un depósito donde se almacena el agua que facilitará el proceso de cocimiento.

De igual forma, cuenta con una llave de paso que facilita la liberación del vapor que se produce con la combustión. Al salir a presión por una abertura se provoca así el tradiciona­l y nostálgico silbido con el que se identifica a los vendedores de estos productos.

“Este depósito trae agua (señala con el dedo a la parte interior de su carro), en el hornito lleva tubos que se van calentando y si le abro a la llave sale el agua ahí y por el vapor se produce el ruido”, expone.

Finalmente, recuerda que en su recorrido muchos de sus clientes le solicitan que emita su silbido, “lo hacen mucho por nostalgia, me dicen que les trae muchos recuerdos de su niñez y pues yo lo hago con gusto”.

Inicia su labor recorriend­o las calles a las tres de la tarde y finaliza a las 10 de la noche Es común que le digan que cada vez es más difícil encontrar a los vendedores de camotes

 ??  ?? En promedio transporta entre 40 y 35 camotes, los cuales son vendidos al final del día.
En promedio transporta entre 40 y 35 camotes, los cuales son vendidos al final del día.
 ??  ?? Los carritos se tienen que mandar a hacer.
Los carritos se tienen que mandar a hacer.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Antes, en cada esquina se podía encontrar un carrito de camotes, pero ya se perdió la venta. Poco a poco se dejaron de ver a los camoteros.
Antes, en cada esquina se podía encontrar un carrito de camotes, pero ya se perdió la venta. Poco a poco se dejaron de ver a los camoteros.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico