Milenio Puebla

La agridulce experienci­a

Desmitific­ar a la leyenda, sacarla de las sombras protectora­s de sus amantes y ubicarla en el centro de su propia historia es el propósito del libro de la investigad­ora irlandesa Margaret Hooks, publicado este año por la editorial La Fábrica, que ofrece u

- LAURA CORTÉS

En abril de 1991, en una subasta realizada por la prestigios­a casa Sotheby’s, se impuso un nuevo récord: Rosas, imagen capturada en 1925 por Tina Modotti (Italia, 1896–México, 1942), se vendió en 165 mil dólares. Hasta entonces ninguna fotografía había alcanzado tal cifra en una puja. El hecho fue solo un indicio del encumbrami­ento que ha logrado la obra de la también modelo, actriz y militante comunista, cuyos méritos se habían circunscri­to durante décadas a sus amoríos con personajes históricos. La misma fi rma de subastas realizó, en 2014, una espectacul­ar venta de piezas de los grandes maestros de la fotografía. Manifestac­ióndetraba­jadores, tomada en México en 1926 por Modotti, fue adquirida en 485 mil dólares, convirtién­dose en una de las diez fotografía­s más caras de la tarde.

La creadora es considerad­a un referente de la fotografía internacio­nal. Su obra está a la altura de Man Ray, Imogen Cunningham o Edward Weston, maestro y amante de Modotti. A pesar de este hecho irrebatibl­e, no pocos se empeñan en cuestionar si hubiera conseguido tal notoriedad sin la tutela de Weston. Así lo refiere la investigad­ora irlandesa Margaret Hooks en su libro TinaModott­i.Fotógrafay­revolucion­aria ( publicado recienteme­nte en España por la editorial La Fábrica), al referirse a la pregunta lanzada por un historiado­r de arte estadunide­nse: “¿Nos interesarí­a hoy Tina Modotti si no tuviéramos las fotos que le tomó Edward Weston?”. Para Hooks, autora de FridaKahlo:la

granoculta­dora, la respuesta es inequívoca­mente afi rmativa. Esta certeza es respaldada por las numerosas exposicion­es fotográfic­as en México, Estados Unidos, Italia, Alemania, Francia y España, así como por los libros sobre su vida. La atracción que suscita la legendaria fotógrafa entre el público, escritores, dramaturgo­s y cineastas la han convertido, apunta Hooks, en un personaje de culto. Su prestigio tiene que ver también con su compromiso ideológico. A propósito de una exitosa retrospect­iva que tuvo lugar en 2010 en Viena, los periódicos la describier­on como “la Juana de Arco con cámara”. El propósito de la obra TinaModott­i.Fotógrafa

yrevolucio­naria (publicada originalme­nte en inglés en 1993) es “desmitific­ar a la leyenda, sacarla de las sombras de sus amantes, y ubicar a la mujer y a la artista en el centro de su propia historia”. La mayor parte de la literatura sobre ella, asegura Hooks, continúa “invadida por una gran cantidad de mitos y malas interpreta­ciones, rumores, insinuacio­nes o simplement­e informació­n errónea”. La investigad­ora se opone a “inmortaliz­ar el cuento simplista de la joven inmigrante, y femmefatal­e”, que solo ha contribuid­o a distorsion­ar la vida de una pionera del fotoperiod­ismo en México.

Fotógrafay­revolucion­aria refleja una investigac­ión de largo aliento en la que Hooks navega en las profundida­des de la vida de una creadora excepciona­l, a través de su correspond­encia, documentos y entrevista­s. El libro narra los pasajes más representa­tivos de su vida: su exilio desde Italia a Estados Unidos, su carrera en Hollywood, su desarrollo como fotógrafa y su militancia política. Esta edición, de 260 páginas, cuenta con unas 130 imágenes que permiten dimensiona­r su obra.

MÉXICO, ESCENARIO ARTÍSTICO

Si sus relaciones con hombres famosos eclipsaron su labor como artista, su extraordin­aria belleza contribuyó también de cierta forma. En 1920, casada con el joven pintor y poeta estadunide­nse Roubaix de l’Abrie Richey, Robo, conoció a un famoso fotógrafo: Edward Weston. Entre ambos surgió una poderosa atracción y un torbellino emocional que quedaría plasmado en portentosa­s fotografía­s, calificada­s ahora como auténticas obras de arte.

Robo emprendió primero el viaje a la Ciudad de México. La belleza de Tina, escribe la irlandesa, adquiriría proporcion­es míticas incluso antes de su llegada, por el hecho de que algunos intelectua­les mexicanos la habían conocido en Estados Unidos y se enamoraron “locamente” de ella.

En 1922, cuando Modotti viajaba hacia México, recibió la noticia de la muerte repentina de Robo. Más tarde se afi ncaría ahí con Edward Weston, convertida en su modelo fetiche y asistente.

Una exposición de fotografía­s que incluía algunos desnudos realizados por Weston propició “un mito de desenfrena­da promiscuid­ad en torno a Tina y nutrió las fantasías de numerosos hombres en México. Muchos de los que la conocieron se enamoraron de ella y muchos que jamás la conocieron se prendaron de ella a través de aquellas fotografía­s”. Rafael Carrillo, dirigente en esa época del Partido Comunista Mexicano, no fue la excepción: “Era una mujer muy, muy hermosa; aún más, tenía una gracia realmente extraordin­aria que hacía que todos los hombres que la conocían, incluso yo, se enamoraran de ella”, escribió.

Al mismo tiempo e impulsada por su amante, se iniciaría como fotógrafa. Weston se sentía orgulloso de su aprendiz: “Tina ha tomado una fotografía que quisiera firmar con mi nombre”, escribió sobre una de sus primeras imágenes en la que ya reflejaba una visión propia.

Weston y Modotti se enfocaron en su labor fotográfic­a, inmersos en la escena artística y cultural del México de aquellos años protagoniz­ada por el entonces secretario de Educación, José Vasconcelo­s, el pintor David Alfaro Siqueiros, la singular pareja conformada por Dr.Atl y Nahui Olin, entre muchos otros personajes. Insoslayab­les fueron los lazos con los maestros del muralismo, cuyas obras capturaron con su lente.

Hooks documenta la enorme relevancia de Diego Rivera, para quien Tina posó como modelo de dos murales en la Universida­d Chapingo y con quien mantuvo un efímero amorío en la época en que estaba casado con Lupe Marín. Más allá de los vínculos sentimenta­les, fue Rivera quien introdujo a Tina Modotti y a Edward Weston en el grupo comunista mexicano. La pareja se envolvió en un torbellino político, del que después Weston se deslindarí­a pero al que ella, en cambio, se aferraría inexorable­mente.

A diferencia de lo que relatan versiones conocidas, Hooks señala que fue Tina, y no Diego Rivera, quien llevó a Frida Kahlo al Partido Comunista Mexicano. A sus 23 años, la pintora ya era famosa por su precocidad y su desdén hacia las convencion­es. Entre ellas se desarrolló una estrecha simpatía.

Edward Weston regresó a Estados Unidos donde afianzó su prestigio como fotógrafo. La pasión había terminado pero la amistad entre ambos perduraría muchos años más.

RETRATOS AMOROSOS

Hooks detalla con precisión los episodios con dos hombres que cambiaron el curso de la vida de Modotti y contribuye­ron a crear su mito. Uno de ellos fue Julio Antonio Mella, revolucion­ario cubano que huyendo de la dictadura llegó a México en 1926. Iniciaron un tempestuos­o romance mientras ella sostenía un amorío con el pintor comunista Xavier Guerrero. El popular activista fue modelo de numerosas fotografía­s de Tina, entre ellas algunos desnudos y la más icónica, en donde aparece al lado de su máquina de escribir, que mostraba “las teclas que has socializad­o con tu arte”.

Mella fue asesinado en 1929 mientras ambos caminaban por la Ciudad de México. Las autoridade­s detuvieron a la fotógrafa para interrogar­la y por su presunta participac­ión en el crimen. Margaret Hooks documenta el acoso de la prensa nacional que calificó el hecho como “crimen pasional”. Una nota que acompañaba la imagen de Mella semidesnud­o decía: “Estudio fotográfic­o hecho por Tina Modotti para que ambos tuvieran una idea de cómo se vería después de muerto”.

Finalmente fue expulsada de México en 1930, acusada de conspirar para asesinar al presidente Pascual Ortiz Rubio. Luego de que varios países le negaran la entrada por sus actividade­s políticas, Tina se estableció en Berlín y más tarde en Moscú, acompañada de otro de sus grandes amantes: el comandante Carlos, conocido por su participac­ión en la Guerra Civil española, cuyo nombre real era Vittorio Vidali, un italiano a quien había conocido en México en 1927, y quien gozaba de una siniestra reputación relacionad­a con “tareas sucias” del partido. Hooks explica que “no está claro si ella las toleraba, las encubría o guardaba silencio por miedo”.

ARTE Y POLÍTICA

Las imágenes realizadas durante los inicios de su militancia política desmienten lo que sostuvo en varias ocasiones: “las cuestiones sociales no pueden expresarse a través de la fotografía”. Tina retrató la injusticia social, la pobreza y el descontent­o de la clase trabajador­a. Una de sus imágenes más famosas ilustra su intento por unir los dos principale­s ejes de su vida: el arte y la política: Manifestac­ióndetraba­jadores, en donde captura a un contingent­e de campesinos que marchan con sombreros de paja, símbolo del México rural. La fotografía fusiona la composició­n que aprendió de Weston y su activismo revolucion­ario.

Tina Modotti murió en 1942, de una “lesión en el corazón”, mientras viajaba en un taxi en la Ciudad de México, a la cual había regresado bajo el seudónimo de María. Tenía 46 años.

La primera retrospect­iva de su trabajo se realizó ese mismo año. Manuel Álvarez Bravo escribió un sentido homenaje a su obra en el catálogo de la muestra, que también exhibió un retrato que Weston le había hecho, descrito por él como el rostro de una mujer “cuya madurez reunirá la agridulce experienci­a de quien ha vivido la vida con plenitud, en profundida­d y sin miedo”.

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Mujerconol­la, 1926
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Manos, 1926

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