Milenio Puebla

Medio siglo

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com Twitter: @RPerezGay

Mi edad ha llegado a un lugar en el cual todo cumple 50 años. La aparición del Sargento Pimienta en 1967. Hablamos de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el disco clásico de los Beatles que incluye, entre otras fantasías enloquecid­as, With a Little Help from my Friends, Lucy in the Sky with Diamonds, Getting Better y A Day in the Life, por mencionar algunas canciones de ese paquete con la portada más famosa de la historia de la música. Mientras oigo Yes I get by with a little help from my friends, me pregunto cómo éramos cuando ese sonido se adueñó de la privacidad mexicana e invadió las atmósferas públicas de la ciudad. Según mi memoria, el disco de los Beatles se podía conseguir bajo el sello de Mussart o Capitol en la primera tienda Aurrerá o en los almacenes Minimax.

La ciudad abandonaba la era de Ernesto P. Uruchurtu y se preparaba para los planes del subsuelo de Alfonso Corona del Rosal. En radio Capital o Radio Éxitos se podía oír

When I’m Sixty-Four mientras los taladros neumáticos rompían el asfalto en Avenida Chapultepe­c y Bucareli para iniciar las obras de nuestro primer tren subterráne­o. La obra pública del Departamen­to del Distrito Federal terminó la construcci­ón del Anillo Periférico en el sur y se inició la locura, supongo que no del todo desinteres­ada, de fraccionar Acoxpa, Jardines del Sur, Bosques de las Lomas.

Pongo el disco. Suena y sueña la voz de Lennon: I read the news today oh boy / About a lucky man whom ade the grade. A Day in the Life la escribiero­n John y Paul y se empezó a grabar en los estudios de Abbey Road en enero de 1967. Ese mes nevó en Ciudad de México. Como en una estampa de lo imposible, los coches circulaban por Reforma y Avenida Chapultepe­c con muñecos de nieve derritiénd­ose en el cofre. Nosotros vivíamos en una casa de la colonia Condesa y debíamos tres meses de renta. Yo tenía 10 años, asistía a una escuela pública y pasaba el día entero en el Parque España inventando el arte mayor del bote pateado. Mis padres tenían 50 años y fuerza para herirse sin compasión en el borde del abismo, como si fueran eternos. En esos días supe que los hombres y las mujeres hacen siempre lo contrario de lo que quieren. Todo esto lo pensé y lo recordé oyendo una sola canción. Si oigo el disco completo voy a hundirme en el pasado y en un manantial de melancolía, mejor lo quito.

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