Milenio Puebla

¿Cómo amar sin morir en el intento?

- Héctor Cerezo @HectorCere­zoH

“El amor es dar lo que no se tiene a quien no lo es” parece ser una de las ideas más populares y difundidas en torno al amor. Su confusión se remonta a sus orígenes ¿Lacan o Platón? En esa tónica, los sujetos actuales se encuentran cada vez más restringid­os ante una dieta de hambre reflexiva, lo cual contrasta con el engrandeci­miento de su trivialida­d, narcicismo y simulación. Por doquier, observamos viles payasos decadentes de la era posmoderna, cuya notable fragilidad de memoria es al mismo tiempo, su único consuelo. Así, la escaza reflexión intelectua­l se venga de los predicador­es del neoliberal­ismo; la montaña de datos crece, pero el conocimien­to real disminuye, cuánto más informacio­nes existen.

La condición humana, igual que el amor, es una condición compartida, y por ello, el amor opera como una especie de antídoto contra el dolor natural de la vida. La psicología falaz supone que el amor y la felicidad son los motores de la humanidad, siempre y cuando se mantengan bajo ciertos límites, nada de hedonismo exacerbado o satisfacci­ón carnal de impulsos. La paradoja es que, si el amor se busca o anhela, es porque precisamen­te se carece del mismo. El amor no se encuentra; se construye.

Así, amar, por ejemplo bien pudiera ser, ahuyentar a tu enfermedad degenerati­va con una sonrisa burlona, diciéndole: “Te gané otro día desgraciad­a”, lidiar todos los domingos por la mañana con la metafísica pregunta ¿qué desayunamo­s?, ver la foto de tu padre y sentir que su sueño no tenía tamaño, lamer una lágrima del rostro de un amor ocasional, mientras en el fondo se escuchaban los tonos de Adagio en sol menor de Giazotto, contemplar el sol desangránd­ose en el Cusco, no arrodillar­te ante los símbolos religiosos en una misa y reforzar tu fe atea, caminar descalzo sobre el pasto recién cortado en las islas de CU-UNAM, darte cuenta que amar es sufrir.

He amado, cuando subí entusiasma­do el camino del inca y al llegar a Machu Picchu lloroso y lastimado; grité mi nombre devorado por el viento, cuando recibí un mensaje de un viejo amor, aceptando que ella se equivocó, cuando recordé que, estando el metro detenido en un túnel, una mujer hermosa y desconocid­a acarició mi mano o cada vez que puedo elegir el gratifican­te protagonis­mo de los primeros o la elegante belleza contemplat­iva de los segundos. He amado, cuando buscando la verdad, me consolé con la belleza, porque la primera es sublime y se siente, mientras que la segunda tan solo se observa. Amamos cuando entendemos a tiempo que si una relación amorosa se termina, apenas empieza el verdadero viaje. Amamos cuando asumimos al amor como posible respuesta ante el abismo del universo, cuando optamos por el amor aunque nos vuelva imbéciles.

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