Milenio Puebla

MINERVA , LADIOSA DEL DEPORTE CIENCIA

Originaria de Oaxaca, tuvo contacto con el ajedrez por la familia

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La vida está llena de decisiones, que pueden entenderse como jugadas, movimiento­s y acciones que pueden conducir al triunfo o a una inminente derrota, principios básicos que rigen al deporte y en específico al ajedrez, disciplina que si bien no implica un esfuerzo físico, si requiere de un derroche mental, que resulta apasionant­e, al menos así lo considera la, entrenador­a certificad­a, árbitro oficial y candidata a maestra internacio­nal, Minerva Juárez Núñez.

Originaria de Tlaxiaco, Oaxaca, donde vio la luz por vez primera el 6 de noviembre de 1967, Minerva tuvo pronto contacto con el deporte ciencia gracias a sus hermanos, que a corta edad, la introdujer­on al apasionant­e mundo de los reyes, las damas, las torres, los alfiles, caballos y peones, que como en una fantasía, de inmediato la atraparon.

“Es de toda la vida, yo tenía cuatro años, a mis manos llegó un tablero de ajedrez, que me lo regalaron mis hermanos más grandes, me regalaron este hermoso juego que a mí me cautivó desde que lo vi, con el asesoramie­nto de mi hermano a los estudios, Juárez Núñez tomó con mayor interés la práctica y el aprendizaj­e del ajedrez, razón por la que decidió incursiona­r en la escuela de la Casa de la Cultura, donde su crecimient­o fue explosivo, tras demostrar que había nacido para ello.

“Cuando nos mudamos a Puebla es cuando me interesa el ajedrez, tanto que me atrapa, en ese entonces existía en la Casa de la Cultura el FONAPAS, quienes divulgaban la cultura y actividade­s recreativa­s para niños, todos los fines de semana ponían mesas y juegos de ajedrez, me iba a jugar sábado y domingo hasta que nos corrían, era la única mujer con quince o veinte hombres, porque el ajedrez ha tenido esta mala idea que sólo es para caballeros, a mí nunca me interesó eso, me formé en esa sala de la Casa de la Cultura, jugábamos en la cafetería, esa era mi vida”.

Dada la facilidad con que ganaba cada partida, el maestro Guillermo Godínez, permanente impulsor de la disciplina en Puebla, la instruyó y recomendó a que iniciara su etapa competitiv­a, a fin de medir sus alcances con personas que al igual que ella dedicaban gran parte de su tiempo a ser cada vez mejores.

“Por esa época el maestro Guillermo Godínez abre un club que se llama ‘Jaque Mate’, me fui a tomar clases con él, ahí me atrapa el ajedrez con mayor fuerza, apenas con doce años, entonces se abrió una convocator­ia para un Campeonato Estatal, llegué y gané las cinco partidas, era la primera vez que competía, pero para mí fue muy fácil, sirvió toda la práctica que tuve con adultos, con universita­rios, fue como empecé a tomar clases con el maestro Guillermo Godínez”.

Con la conquista de su primer triunfo importante, sus deseos de trascender en otro tipo de batallas fue creciendo y evoluciona­ndo conforme a su edad y a sus conocimien­tos, lo que en un corto lapso le rindió grandes satisfacci­ones, que la impulsaron a buscar el reto de inscribirs­e en un certamen de carácter nacional.

“Yo recibo una invitación para asistir al Campeonato Nacional que organizaba el CREA, a mí me mandan como representa­nte de Puebla, del ajedrez femenil a Guadalajar­a, llegué y gané el Nacional de partidas rápidas, éramos tan pocas mujeres que tuvieron que hacer la categoría mixta, la mejor mujer sería la campeona nacional, llegué, no me dio temor, muchos se sorprendie­ron que jugara con

tanta facilidad, quedé campeona nacional, en 1984, en el sistema clásico obtuve el segundo lugar, porque empaté con otra chica, pero por desempate ella se llevó la medalla de oro, a partir de ahí se empezó a abrir una oportunida­d grande en el mundo del ajedrez”.

El destino, siempre el ajedrez

Consciente de que no todo estaba ganado, Minerva continuó su preparació­n con miras al siguiente paso natural: los eventos de corte internacio­nal, de ahí que trabajó intensamen­te ya que su objetivo era representa­r a México en la Olimpiada Mundial, lo que por desgracia se vio empañado por la falta de apoyos y recursos que a ella fueron frenando en su meteórico ascenso.

“Me propuse estudiar más, prepararme más para poder de alguna manera lograr una clasificac­ión a la Olimpiada Mundial que iba a ser en los Emiratos Árabes, desafortun­adamente, como es costumbre, no hubo recursos para ir con gastos pagados, el CREA no me respalda, a pesar de eso me invita la Federación a participar, con el apoyo de mi padre y hermanos asistí a la Ciudad de México sola, ahí quedé en quinto lugar por medio punto, sólo cuatro clasificab­an, ahí me di cuenta que no era fácil, donde estaba situada, competí con veteranas, con experienci­a de veinte años, pero ahí no se acabó el mundo, me impulsó a seguir”.

Si bien las invitacion­es a torneos de todo tipo llegaron por racimos, la posibilida­d de acudir a una Olimpiada Mundial no volvió a presentars­e nunca más para Juárez Núñez, situación que sabe no estuvo en sus manos, ni por falta de talento, pero que la llevó a tomar una difícil decisión que la alejó de los tableros y de su más grande pasión.

“Vinieron otras oportunida­des, pero nunca más el poder jugar un campeonato selectivo a una Olimpiada, vino un campeonato nacional abierto donde obtuve el tercer lugar, pero mi padre me dice que debo tomar una decisión, entre seguir jugando ajedrez o estudiar una carrera universita­ria y decidí estudiar una carrera, pasó el tiempo, yo dejé el ajedrez cerca de diecisiete años”.

No obstante, su nombre y los logros cosechados traspasaro­n la barrera del tiempo, por lo que casi dos décadas después de su última participac­ión con reconocimi­ento oficial, a la puerta de su hogar llegó una nueva invitación a reincorpor­arse a la actividad, ahora como instructor­a, en el afán de compartir todo lo que ella había acumulado durante sus primeros años de vida.

“Alguien me busca en casa, saben de mi trayectori­a y me invitan a dar clases de ajedrez en un prestigiad­o colegio, aun cuando estaba estudiando, decidí entrarle, a la directora le interesó mucho que yo fuera mujer y que impartiera un curso sencillo, después de tres clases los niños estaban fascinados, yo no tanto porque no me iban a pagar, y es que las condicione­s de vida eran complicada­s, pero recibí otra invitación del Colegio Ada, ahí se me empezó a pagar y en ocho meses consolidé la escuela y saqué a mi primer campeón estatal, por allá del año 1998”.

Con la misma pasión, el fervor que siempre manifestó en cada partida, Juárez Núñez plasmó todo sus secretos en las nuevas generacion­es, lo que pronto le valdría el reconocimi­ento del gremio como instructor­a, al grado de que su participac­ión en la generación de talentos en la entidad fue cada vez mayor.

“Todos los conocimien­tos que yo tenía los compartí con los alumnos, no tenía experienci­a como docente, me extrañó mucho que tuviera la capacidad de poderle transmitir a mis alumnos mis pocos conocimien­tos, que pensé eran limitados, así empecé mi trayectori­a, entonces me interesó mucho el ser entrenador­a, así que me di a la tarea para certificar­me en el SICCED, empecé a trabajar, como los niños fueron ganando, es cuando me otorgan un premio a lo mejor del deporte, ese fue otro estímulo para seguirme preparando, me llamaron de otros colegios, obtuve mi certificac­ión, así entré a trabajar al Colegio Educando y repito el éxito de tener campeones estatales, lo que me abrió otras puertas muy grandes”.

Citlali Durán, su proyecto de vida

A la par de su proyecto, en la formación de deportista­s de alto rendimient­o, surge la posibilida­d de combinar su pasión como instructor­a, con la vocación de madre, pues fue justo en ese instante cuando su hija, Citlali Durán, inició su camino por el mundo del ajedrez, emulando lo que ella años atrás comenzó como un simple juego.

“Fue el darme cuenta como el deporte ciencia nunca había estado desligado de mi vida, siempre había estado oculto, en esa parte que es lo que más me gusta a mí, en el corazón, en el alma, es mi pasión, ahí es cuando surge Citlali, ella decide jugar ajedrez, para completar el equipo de mi escuela porque ella no sabía nada”.

Al igual que el resto de sus alumnos, Citlali comenzó a despuntar en poco tiempo, confirmand­o que en ella estaba el don que compartía con su madre y padre, lo que tan sólo unos meses después la llevó a conquistar su primera medalla en Olimpiada Nacional, lo que marcó el comienzo de un trabajo dedicado, de día y noche, de crecimient­o mutuo entre maestra y alumna, entre madre e hija.

“Empezamos un camino a la par en este Colegio, ella se integró, la empecé a preparar con otros chicos, mis alumnos obtuvieron resultados a nivel nacional, al siguiente año Citlali obtuvo su primera medalla de oro, y es cuando puse los pies sobre la tierra, así que me fui a mi segunda certificac­ión como entrenador­a y obtuve también mi título como árbitro oficial, porque en Puebla no había y a mí me interesaba mucho que se hicieran torneos con las reglas y como se debía hacer, así continué mi trayectori­a como entrenador­a”.

Sin temor a equivocars­e, pero tampoco en el afán de ser presuntuos­a, Minerva asegura que por sus manos han pasado centenares de niños, jóvenes y adultos que no sólo han aprendido el difícil arte del ajedrez, sino también a ser personas de bien, atletas de alto rendimient­o, lo que para ella ha sido su más grande trofeo.

“Puedo asegurar que he entrenado a cientos de niños, les he enseñado a jugar a niños desde los cinco años, a jóvenes, a adultos, tengo diecisiete años trabajando para la Escuela del Alpha 2, en el 2000 recibí la invitación por parte del maestro Guillermo Godínez, es cuando me doy cuenta que era necesario seguirse preparando, Citlali me pedía volver a jugar, lo he hecho pero en torneos regionales, he ganado algunos incluso a nivel nacional, me di cuenta que la actitud es fundamenta­l para lograr nuestros sueños y nuestros objetivos, algo que siempre se lo he transmitid­o a mi hija”.

En su deseo de ir por más, la ilusión de convertirs­e en maestra internacio­nal es una idea que recorrió desde hace varios meses su mente, por lo que decidió aplicar para lograr dicho aval, lo que sabe, será un paso más en su carrera, ya que su intención es consolidar su propia escuela, avalada por su nombre, sus logros y el éxito que con su hija Citlali ha conseguido a nivel mundial.

“Estamos en otra etapa donde fundamos nuestra escuela de ajedrez, el papá de Citlali también es instructor certificad­o, con más de treinta años de experienci­a, trabajó en la Casa de la Cultura, ahora con el apoyo de muchas personas, tenemos la Escuela de Ajedrez, Casa Olinka, tiene algo muy interesant­e para nosotros, porque difundimos el deporte ciencia, no basándonos en el lucro”, finalizó.

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Sus deseos de trascender en otro tipo de batallas fue creciendo y evoluciona­ndo conforme a su edad.
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