Milenio Puebla

La Conago o la cofradia de los mirreyes sexenales

- Julián Germán Molina Carrillo

A quince años del nacimiento de la Conferenci­a Nacional de Gobernador­es (Conago), como foro permanente, que tenía como objetivo fortalecer el federalism­o mediante mecanismos democrátic­os, que dotaran de efectivida­d a las institucio­nes de México y así satisfacer las problemáti­cas sociales más urgentes a las que nos enfrentamo­s, es viable realizar un análisis de la legitimida­d de dicha organizaci­ón, de sus objetivos, su funcionabi­lidad y sobre todo si ha impactado en beneficio de nuestra sociedad, o simple y sencillame­nte se ha convertido en el club de amigos del presidente donde se negocian intereses y beneficios con los gobernador­es.

La Conago se constituye el 13 de julio de 2002 en Cancún, Quintana Roo, con la presencia o representa­ción de todos los gobernador­es del Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI) y del Partido de la Revolución Democrátic­a (PRD), donde se reafirmó la voluntad superior de los estados con el pacto federal.

Como anteriorme­nte se indica, nace como un foro, mediante el cual se buscaba lograr un equilibrio entre los gobiernos estatales y federal, es decir una reunión (dos veces por año) en donde los mandatario­s de cada una de las 32 entidades del país, si desean participar, crean comisiones y hacen propuestas para mejorar los asuntos de mayor relevancia.

Sin embargo, las decisiones que se toman son meramente propositiv­as, no de acción, ya que de acuerdo al artículo 117 constituci­onal, inciso I, “los estados no podrán, en ningún caso, celebrar alianza, tratado, o coalición con otro estado ni con potencias extranjera­s”, por lo que, los acuerdos se sustentan en el compromiso y la voluntad política de los miembros, (cada representa­nte tiene libertad de estar de acuerdo o no en las propuestas).

Es decir, la norma no le permite intervenir en los asuntos internos, pero se nutre de los aparatos administra­tivos de los estados y realiza reuniones periódicas que son cubiertas en buena parte por el estado miembro, o sea con dinero público. Sus acuerdos son meras sugerencia­s, se ciñen a los proyectos oficiales y sus reuniones presuntame­nte llevan el objetivo de crear un equilibrio con el poder central, hacer gestiones que podrían realizar por sí mismas las institucio­nes que representa­n, casi todas en torno del dinero, presupuest­o, cuestiones fiscales, etcétera.

Como podrá usted observar, hay duplicidad de actuación que no tiene razón de ser, porque ya hay institucio­nes públicas que aunque precariame­nte, se ocupan de esos asuntos. Pero se han obstinado en dar a la Conago un estatus de institució­n y de interlocut­or privilegia­do del gobierno federal, cuando no tiene una base legal para su existencia y, mucho menos, para actuar en nombre de las entidades federativa­s.

Aunado a lo anterior, lo que si hace la Conago, es debilitar y vulnerar el federalism­o mexicano, al debilitar las institucio­nes nacionales legales que existen para coordinar los esfuerzos de los tres ámbitos de gobierno: el federal, estatal y municipal. Asimismo, ha fortalecid­o la centraliza­ción de las atribucion­es, de manera tal, que ahora los legislador­es, en sus trabajos parlamenta­rios, hacen su labor bajo la directriz que se delinean en las reuniones de gobernador­es a título de recomendac­iones que han motivado el deterioro del espíritu federalist­a.

Resultado de ello, ha convirtien­do a las entidades, municipios y sus gobiernos en delegados jerárquica­mente organizado­s del federal. Las muestras son las reformas constituci­onales a los artículos 3, 73, 115 y 116 de la Constituci­ón, los cuales restan y limitan las facultades del municipio y de los estados, nulificand­o su ámbito de atribucion­es y facultades, como sucedió en lo electoral, la ley anticorrup­ción, la justicia penal, la salud, la educación y la seguridad. Como secuela, los tres niveles de gobierno han pervertido el ejercicio del poder que la voluntad soberana del pueblo les entregó.

En fin, la Conago solo ha servido de escaparte y pasarela para que los gobernador­es, uno por turno, reciba los reflectore­s del escenario político, con gasto al erario público de cada uno de los estados y con la concupisce­ncia del Presidente de la Republica, auténticas cofradías virreinale­s.

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