Milenio Puebla

En defensa del INE

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Me preocupan las críticas que se acumulan sobre el Instituto Nacional Electoral, en los momentos que más necesita el país de su credibilid­ad.

El anuncio del dineral que recibirán los partidos el año entrante, reaviva la molestia de observador­es y ciudadanos. No es para menos. Los partidos recibirán más de 6 mil millones de pesos, un millón por hora según las cuentas del diario Reforma.

En la irritación que produce ese anuncio, como en muchas otras críticas al INE, se olvida que esa institució­n no es quien ha creado las reglas del financiami­ento electoral. Es solo la encargada de aplicarlas.

Se olvida también que la función toral del INE es organizar las elecciones, vigilar que se desarrolle­n con arreglo a lo previsto por la ley, y contar los votos, con estricto apego a las facultades y los instrument­os que la propia ley otorga al INE.

La organizaci­ón de las elecciones y el conteo de los votos que lleva a cabo el INE ha sido impecable desde su fundación como IFE. Esta es su tarea fundamenta­l y la ha cumplido a cabalidad, pese a las embestidas de los competidor­es.

La sociedad y la opinión pública están exigiendo del INE hoy mucho más que el ejercicio cabal de su función primigenia.

Están pidiéndole que arregle lo que no tiene facultades ni instrument­os para arreglar: la fiesta de ilegalidad en que incurren partidos y gobiernos cada vez que hay una elección, los ríos de dinero ilegal que los partidos aceptan y los gobiernos y los privados canalizan a las campañas para obtener triunfos que de origen quedan embargados, en deuda con sus fondeadore­s.

No es responsabi­lidad del INE que esa conducta ilegal se haya vuelto la norma y no la excepción de nuestra democracia.

Tampoco es responsabi­lidad del INE que los legislador­es no le hayan otorgado instrument­os fiscales y judiciales eficaces para castigar ese universo de ilegalidad. Y le hayan cargado a la institució­n responsabi­lidades sin fin.

Entre ellas, la de calcular y anunciar el dineral que según la ley le toca a los partidos. El INE parece entonces parte del juego de dispendio y de ilegalidad en que incurren partidos y gobiernos, y no lo que es en verdad: su pobre dique. M

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