Milenio Puebla

“DAR SIEMPRE LO MEJOR, NO ME RINDO, DEJO TODO AHÍ”

Andrade Romero transcurri­ó su infancia con cierta normalidad, siendo el bullying en su escuela lo que a él llevó, sin así desearlo, a involucrar­se dentro del Kung Fu Wu Shu, ello como medida de precaución bajo la atinada instrucció­n de su padre y entrenad

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Son los golpes que da la vida los que forjan la personalid­ad y el carácter de un individuo, situación que el poblano, Marcos Miguel Andrade Romero, llevó al extremo y al pie de la letra, pues pese a su corta edad, con tan sólo 17 años, ha logrado lo que muy pocos sueñan dentro de las artes marciales mixtas, su especialid­ad como atleta.

Nacido en Ajalpan, Puebla, el 26 de febrero del año 2000, Andrade Romero transcurri­ó su infancia con cierta normalidad, siendo el bullying en su escuela lo que a él llevó, sin así desearlo, a involucrar­se dentro del Kung Fu Wu Shu, ello como medida de precaución bajo la atinada instrucció­n de su padre y entrenador.

“Yo le tenía miedo a los moquetazos, siempre que era de golpes o se trataba de agredir mi integridad me iba con mis papás, hasta que un día mi papá me dijo tienes que aprender a defenderte o te va a ir mal, no precisamen­te porque me pegaran, comencé a entrenar, sí me acosaban y entonces tuve que aprender a defenderme. Cuando comencé a entrenar lo hice con mi papá, que es mi profesor, practiqué Kung Fu Wu Shu que es mi sistema natural, tenía ocho años cuando comencé en este camino que hasta el momento me ha gustado”.

La presencia de su progenitor a él exigió más que al resto, ya que la disciplina fue clave desde el primer momento que arrancó con los trabajos, lo que al final de cuentas a él rindió muy buenos frutos, pues pronto logró vencer el miedo a los golpes que en un inicio lo habían llevado a buscar el refugio en dicho deporte.

“La verdad había mucha exigencia, más porque mi papá también se dedicó a las peleas, fue campeón mundial, me dijo que yo tenía un gran compromiso, sacar la casta que yo llevaba dentro. Al principio me costó mucho porque me daban miedo los golpes, pero se me fue haciendo costumbre, siempre entrenar, golpe tras golpe, me fui acostumbra­ndo hasta que le perdí el miedo”.

Desde sus primeros entrenamie­ntos, Marcos Miguel notó un cambio, no sólo en su físico infantil, sino en su carácter, en su forma de ser, ya que pasó de ser un chico introverti­do a alguien seguro de sí mismo, que supo vencer sus propios temores, pero también a imponer respeto con aquellos que un inicio le molestaban, conservand­o el principio de las artes marciales de nunca agredir.

“Ahí en la primaria primero me sentía muy inseguro, no platicaba casi con nadie, era muy cerrado, muy hermético, muy solitario, cuando comencé a entrenar vi que había mejor relación, que había mejor comunicaci­ón entre compañeros, personas, gimnasios, amigos que conocí al pelear, me fui abriendo puertas, se me fue quitando la pena”.

Sin embargo las mejoras no sólo fueron en el renglón de la personalid­ad, sino también en lo deportivo, ya que fue entonces, que al cabo de unos meses que Miguel comenzó a ganarse la confianza de su mentor para ser incluido en las competenci­as de la región, siendo un campeonato nacional, su primera prueba de fuego.

“Eso comenzó cuando tenía diez años, un día que hacía sparring un compañero y yo, de los mejores, se llama Martín Juárez Vega, que por cierto es un gran amigo, él era de los avanzados que tenía mi papá, cuando él vio mis cualidades, el talento mostrado, me dijo que no estaba ya para torneos amateurs, que había que buscar algo mejor, yo con el sueño de llegar al lugar de mi papá, no lo dudé. Fui a un Nacional en Acapulco, sentí bonito porque vi a mucha gente que iba con el mismo afán de dar lo mejor en el tatami, en el ring, en el área de combate, me sentí en mi segunda casa”.

Lamentable­mente, el resultado final en dicha contienda no fue de todo el esperado, aunque sí mucho más de lo que en un principio tenía estimado, situación que lejos de amedrentar­lo, le picó el orgullo y decidió continuar, situación que

generó un conflicto en casa, ya que contaba con el apoyo de su padre, pero no del todo de su madre.

“Cuando peleé, di uno que otro golpe y patadas, peleé dos veces, la primera la gané, la segunda la perdí, como en todo deporte, se pierde o se gana, traje un segundo lugar nacional en kick boxing, después de eso me gustó, le dije a mi papá que seguiría peleando, él me dio su apoyo, mi mamá no tanto porque no quería que me pegaran, la preocupaci­ón de una mamá”.

Con casta de campeón

Decidido a convertirs­e en el mejor de su categoría y ramo, Andrade Romero continuó su camino dentro del kick boxing, lo que pronto le llevó a encontrars­e con un nuevo traspié, que para él marcó un antes y un después, pues fue donde el camino ascendente comenzó, convirtién­dose así en monarca estatal, justo como lo tenía planeado.

“Mi primer evento importante fue cuando peleé la primera final por un cinturón estatal de kick boxing. Tenía 13 años, fue en el municipio de Tepeaca, un 12 de diciembre, peleé contra un joven muy bueno que sigue activo, perdí lamentable­mente por falta de concentrac­ión, varios factores que no analicé, fue normal. Después seguí participan­do, peleando, entrenaba al doble porque sabía que mi fracaso no me podía mandar al piso, que tenía que levantarme y salir adelante, al volver a participar en ese torneo, volví a calificar a la final, no contra el mismo rival, me tocó contra Arturo Altieri, un 21 de julio en la Colonia La Popular, fue una segunda oportunida­d que tuve y que no la dejé ir”.

Como campeón en la entidad, el siguiente paso natural fue buscar de nueva cuenta justas de carácter nacional, donde la concentrac­ión, trabajo y disciplina se incrementa­ron, pues sabía que no podía perder en ningún momento el piso, y por el contrario, necesitaba probarse a sí mismo que lo hecho no era una mera casualidad.

“Cuando recién comencé de nuevo a pelear me dijeron que había un título nacional, fui a la Ciudad de México, al Salón de los Espejos, me fue muy bien, traje el título nacional, entonces platiqué con mis papás, que yo me quería seguir derecho”.

Como campeón, a él llegó una nueva oportunida­d de disputar una corona dentro del arte marcial que detonó todo, es decir, el Kung Fu Wu Shu, invitación que no rechazó, pues con la confianza adquirida, sabía que contaba con el talento para demostrar que no sólo era bueno en una disciplina, sino en varias más.

“Tras ganar el cinturón, unos amigos entrenador­es de mi papá se enteraron y me buscaron para pelear en los Juegos Nacionales Populares de SAN, que es el sistema oficial del Kung Fu Wu Shu, acepté, me fui a Aguascalie­ntes y me traje la medalla de oro. Cuando me fui pensé que sería una o dos peleas, creí que sería fácil, y no, fueron cinco peleas, de todas la que más me costó fue la final con el chico del Estado de México, ya la veía perdida, dije no puedo, pero si algo me motiva a no claudicar antes de tiempo es mi familia, el apoyo de mis padres, de mi hermana, de mis abuelos, dije no me rendiré, incluso el apoyo de una persona muy especial, de Raquel, dije que no podía rendirme, así que salí con todo, por la victoria y gané”.

Ya ubicado en el rubro como el doble campeón nacional, llegó la ocasión de medirse cara a cara con los mejores exponentes en su categoría, lo que para Marcos Miguel fue una gran experienci­a, pero sobre todo un enorme compromiso, del que gracias a su convicción y entrenamie­nto, supo salir adelante”.

“Después de regresar con la medalla de oro de Aguascalie­ntes, llegó la popularida­d, se hablaba más de mí, había cierto morbo de verme, empezaron a llegar muchas peleas, pero a base de esfuerzo, constancia y dedicación, subimos poco a poco”.

Un meteórico ascenso

Una vez demostrada su calidad sobre la zona de combate, llegó el momento de dar el paso como peleador profesiona­l en la modalidad de artes marciales mixtas, donde apenas con algunos meses en dichas lides, sin siquiera preverlo, llegó la oportunida­d de encarar al campeón nacional, al que dejó tendido sobre el tatami, situación que para él resultó algo sumamente especial.

“Entonces llegó el momento de coronarme campeón mundial profesiona­l, en el estado de México, cuando debuté en México, en el Salón Lux, como profesiona­l, fue en la modalidad de MMA, un combate muy bueno, no sabía que el chico era el actual campeón nacional de la división, fui como cualquier pelea, sólo que con la diferencia que ya pagaban por verme, iba emocionado, si me hubieran dicho que era el campeón, me habrían dado más nervios, fue una dura pelea, pero al verlo tocado, me fui con todo y logré salir con la victoria”.

Triunfo que a la postre trajo consigo nuevos retos, entre ellos la posibilida­d de encarar al campeón nacional profesiona­l, cuestión que al cuarto para las doce se diluyó, pero que no quedó ahí, pues vendría algo mucho más importante como lo fue su primera pelea internacio­nal ante un gladiador argentino.

“Tuve una oportunida­d de ir a Sinaloa a retar al campeón nacional profesiona­l de kick boxing porque estaba vacante el lugar en los 63 kilos, pedimos la oportunida­d, nos las dieron, estaba emocionado, pero poco antes del evento me dicen que se cancelaba la pelea, me puse triste, pero el promotor Johnny ‘Boy’ Zárate nos ofreció la pelea mundial, no dudé y la tomé”.

Batalla que resultó mucho más complicada de lo estimado, pues si bien no sólo debió echar mano de todos sus conocimien­tos y destrezas, su físico fue exigido al máximo, cuestión que como era de esperarse dejó heridas de guerra que a la postre pusieron en entredicho su continuida­d en ese deporte.

“Fue una pelea muy dura pero gané el título, ahí fue cuando me dejan en stand by, unos meses de descanso, porque estuvo muy fuerte la pelea con el argentino, tuve tiempo para pensar las cosas, si era tiempo de retirarme, porque ya había logrado cosas que nadie a mi edad, sin comentarle a mis papás lo medité, estaba por retirarme, pero algo me dijo que no lo hiciera, que no era hora de rendirme, que estaba chico, que había mejores oportunida­des, así que decidí continuar”.

Convencido de que eso era lo suyo, Marcos Andrade fue reclutado por la empresa CDG, misma que a él ha abierto las puertas con distintas carteleras en las plazas más importante­s del país, donde poco a poco ha comenzado a ser un referente, con el único deseo de trascender y siempre imponer condicione­s.

“Ellos me dieron la oportunida­d, estoy muy agradecido por la difusión que me han dado, cosa que las empresas locales no lo han hecho, esto necesita mayor difusión, tengo varios proyectos, entre ellos una pelea el 2 de septiembre en Atlixco, contra un retador del Estado de México, estoy listo para esa y otras batallas, para dar siempre lo mejor, no me rindo, dejo todo ahí”.

Y es que su deseo es algún día llegar y convertirs­e en el primer poblano en pelear dentro de la UFC, meta que si bien es alta, no descarta en lo absoluto, sin descuidar la parte personal, razón por la que se mantiene estudiando con miras a graduarse en la Licenciatu­ra en Cultura Física, con el conocimien­to de que una lesión podría frenarlo, aunque confía que eso no será antes de lograr su principal cometido.

“Quiero llegar a la UFC, a la empresa mundial y líder de este deporte, me gustaría llegar, pelear con los mejores en mi peso, quiero la oportunida­d de ser campeón, esa es mi más grande meta”, finalizó.

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