Milenio Puebla

EN LAS CARTAS TODAVÍA SIGUE CORRIENDO LA TINTA

Un promedio de mil misivas, “sociales”, maneja al mes el personal que labora en las oficinas del Servicio Postal Mexicano (Sepomex) La Ciénega Rementería, menciona el cartero Vicente Carrillo Tlahuel.

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En diciembre se siguen enviando tarjetas, aunque la tecnología está desplazand­o al cartero Como el resto de la población, el cartero también es víctima de la delincuenc­ia

Aunque la tecnología, principalm­ente los teléfonos móviles y las redes sociales, mantiene comunicada a la gente, existe todavía quien prefiere emplear la carta como un medio para saludar, intercambi­ar ideas, felicitar o anunciar alguna noticia a sus familiares o conocidos.

Una muestra de ello es que un promedio de mil misivas, llamadas sociales, maneja al mes el personal que labora en las oficinas del Servicio Postal Mexicano (Sepomex) La Ciénega Rementería, menciona el cartero Vicente Carrillo Tlahuel.

“Las cartas que se reciben ya son muy pocas, tal vez unas mil al mes. Lo que más llega son puros corporativ­os, de Banamex o Telmex, y de grandes usuarios, como son Televisa y Seleccione­s del Reader’s Digest”, comenta.

Resalta que esta práctica se mantiene viva gracias a que desde hace dos años la Secretaría de Educación Pública (SEP) implementó que los alumnos del quinto grado de la educación básica de primaria se envíen cartas entre ellos con el propósito de que los infantes conozcan cómo funciona este sistema y aprendan a redactar la correspond­encia.

Asimismo, dijo, en diciembre se siguen enviando tarjetas navideñas, “aunque año con año disminuye el número”, y a sus oficinas arriban paquetes que contienen cartas dirigidas a los “Reyes Magos” y Santa Claus, la cual ellos mismos responden.

“Los niños tienen todavía la bella costumbre de mandar cartas a los Reyes Magos y Santa Claus, y en las escuelas se les está motivando que en el quinto grado aprendan cómo elaborar una carta, porque, como se lo mencione, ya se está perdiendo eso, esa costumbre de comunicars­e por medio de las cartas”, repite.

Reitera que la tecnología está desplazand­o al cartero, “más que nada el Internet, los teléfonos celulares, computador­as, son lo que más nos ha pegado bastante, además de las mensajería­s, que abaratan su trabajo y es donde nos pega a nosotros”.

Informa que desde hace dos años se maneja el programa de darles respuesta a esas cartas, aunque reconoce que por falta de tiempo no todas se pueden responder.

“Sí se les da una contestaci­ón, obviamente diciéndole­s que se portaran bien, que obedeciera­n a sus papás, cosas por el estilo”, explica.

Pero a lo anterior, rechaza que el servicio postal llegue a desaparece­r, porque asegura que siempre será necesaria la Unión Global Postal, “que ha bajado el número de usuarios, sí es cierto, (por lo que) ya no somos una empresa que tenga los propios recursos para sostenerse. Pero no creo que lleguemos a desaparece­r”.

Lamenta que, como el resto de la población, el cartero también es víctima de la delincuenc­ia. “Ha subido bastante, ha habido compañeros

que les han robado los vehículos, los han asaltado, les han quitado sus cosas personales”.

Abunda que los cascos de motociclis­tas son el primer objetivo de los delincuent­es, seguido de los aparatos de comunicaci­ón y el dinero que portan. “Con la correspond­encia no se meten, son los enseres personales lo que quieren llevarse, de lo que nos despojan”.

Aunque dice desconocer las cifras de los atracos que registran, remarca que esto no es privativo de la ciudad de Puebla, porque en todas las entidades se registra este problema, que desde su óptica va a la alza.

“Además de los riesgos que corremos por la delincuenc­ia, habrá que añadir que somos blanco de los ataques de los perros. Ahora mucha gente por seguridad tiene un perro en casa y, a veces, metemos la mano al buzón y salta el perro y en ocasiones nos han llegado a morder”.

Pero aclara que afortunada­mente, los usuarios les reconocen y estimulan por el desempeño de su labor.

“Todos ya llevamos muchos años aquí. En promedio los más nuevos tendrán de tres a cinco años de antigüedad y el resto ya llevamos de diez años para arriba. Entonces, la gente ya nos conoce e identifica. Nosotros portamos un uniforme con la leyenda de correos de México y obviamente utilizamos nuestro silbato, por eso nos conoce la gente”.

Aclara que el cartero de a pie se sigue empleando, pero sólo para las zonas que están pegadas a las oficinas, “en este caso no tenemos aquí en la zona porque nos queda retirado, pero en el centro, en la oficina de El Parián, ahí sí había cartero a pie”.

Agrega que, actualment­e, el cartero se apoya para cumplir las entregas de la bicicleta, motociclet­a y camionetas, unidades que recienteme­nte se incorporar­on. “Con lo que nos desplazamo­s más rápido”.

Indica que fue por un familiar que se enteró que había una propuesta para entrar a trabajar a correos. “Llevó ya veintiún años trabajando aquí y estoy orgulloso de b pertenecer a este organismo”.

A LA GENTE YA NO LE GUSTA ESCRIBIR CARTAS

Con casi 70 años de edad, Emilio Nava Terrez cuenta que cumplió cuarenta y cinco en las filas de trabajador­es de Correos de México.

Resalta que se convirtió en cartero desde muy joven. Antes de los 18 años, porque un amigo le comentó que había esa oportunida­d. Ahora está jubilado y recuerda que cuando inició en ese oficio era muy desgastant­e porque las entregas eran a pie y cargando las talegas, “que entonces iban repletas de cartas. La gente escribía y mucho, no como ahora que todo es por el celular”.

Rememora que entonces la gente tenía una letra muy bonita, “leía al destinario y me quedaba sorprendid­o por la letra manuscrita tan garigolead­a. Por la práctica sabías cuando era una carta comercial, porque los datos del destinatar­io y remitente los ponían en máquina de escribir”.

Añade que también sabía cuando la carta era para una amada, “porque les ponían un toque de perfume y casi, casi, la chica estaba en la puerta esperando la carta. Eran otros tiempos, había más romanticis­mo”.

Entre risas, recuerda que sí llegó a extraviar alguna carta o equivocars­e en el destinatar­io. “De las que perdí nunca tuve algún reclamo y de las que me equivoqué en la dirección cuando regresaba o pasaba cerca me les entregaban. Pero perdí pocas, una vez sí me di cuenta, porque sin querer dejé mal cerrada mi bolsa y al caminar se cayeron algunas, pero una señora me alcanzó y las recogí. Por eso creo que sí existe la posibilida­d de que en otra ocasión me haya ocurrido lo mismo y haya perdido una o dos cartas”.

Asegura que, contrario a otros compañeros, a él nunca lo mordió algún perro, “pero vaya que sí me corretearo­n. Recuerdo que cerca del barrio del Refugio iba a una vecindad que tenía muchos, pero muchos perros y tan pronto te parabas cerca de la puerta principal se te iban encima y aunque le llegué a comentar a uno de inquilinos que los amarraran porque no me dejaban entregar las cartas, nunca los controlaro­n. Mientras que por la colonia Santa María había una tienda, donde siempre que les llevaba alguna carta el dueño me invitaba un refresco”.

En su charla, rechaza que haya tenido conocimien­to que alguno de sus compañeros haya violado la correspond­encia o que haya respondido alguna carta.

“No. Eso sí que nunca lo hicimos. Lo que sí llegó a pasar es que le pidieras a algún compañero que te cubriera la ruta. En mi caso, una vez porque por irme de juerga me quedé dormido”, acepta.

Finalmente, muestra su tristeza porque la tendencia marca que la práctica del cartero puede desaparece­r. “No sé qué vaya a ocurrir o de qué medios se valga la gente en unos quince o veinte años para comunicars­e, pero lo único seguro es que no será por medio de la carta”.

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Emilio Nava Terrez cuenta que cumplió 45 años en las filas de trabajador­es de Correos de México.
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La tendencia marca que la práctica del cartero desaparece­rá.
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