Milenio Puebla

“CON UNO QUE SALGA POSITIVO, HABRÁ UNA FAMILIA TRANQUILA”

Parientes de desapareci­dos en Baja California confían en que entre los 7 mil restos óseos recuperado­s en el predio donde El Pozolero deshacía cadáveres haya alguno que pertenezca a víctimas que han buscado desde hace 10 años

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María Jerónima carga una profunda tristeza que se desborda en lágrimas cuando habla de su hijo, Paul Eulalio Ruiz Romo, desapareci­do hace 10 años.

No se ha cansado de buscarlo y ahora cree estar cerca de dar con él… en alguno de los 7 mil fragmentos óseos que fueron exhumados en cinco fosas halladas en el predio La Gallera, donde Santiago Meza, El Pozolero, cometió sus atrocidade­s.

“He tratado de superarlo, pero es imposible. No puedo superar eso hasta no saber de él (…) Estoy viviendo con una zozobra de no saber dónde está, dónde quedó, qué le hicieron. Ya son diez años de no saber nada de él”, expresa María Jerónima Romo, de 59 años.

La mujer, de cuerpo robusto, toma delicadame­nte la foto ya descolorid­a de su hijo, el último retrato que el joven de 28 años se había tomado previo a su desaparici­ón. Se sienta en la sala de su casa, ubicada en una abandonada unidad habitacion­al al este de la ciudad, tan solo a 15 kilómetros de la colonia Maclovio Rojas, donde se hallan las fosas de El Pozolero.

Ella trata de mantenerse serena al hablar, pero es imposible. Le duele recordar. “Haz de cuenta que estoy empezando a vivir lo mismo de hace 10 años”, dice.

María asegura que lo de su hijo es un caso de desaparici­ón forzada, su nuera fue detenida mientras manejaba el carro que recién había comprado su esposo Paul, a quien le habló por teléfono para que acudiera a ayudarla. Él llegó al sitio y de inmediato fue trasladado al Ministerio Público, pues, según los oficiales, en ese vehículo se había cometido algún acto ilícito.

“Mi hijo les dijo que lo acababa de comprar, le hablan a la persona que se lo vendió y ahí se hicieron de palabras los ministeria­les con la persona que lo vendió. A él no lo detuvieron, a él lo dejaron ir. A mi hijo lo dejaron (detenido). Le piden a mi nuera que vaya y empeñe todo lo que tenga de valor, porque querían 20 mil pesos para soltarlo”.

María señala que existen videos que comprueban que Brenda Náñez Macías, entonces de 26 años, fue a su vivienda y posteriorm­ente acudió a una casa de empeño para obtener el dinero, los ministeria­les la acompañaro­n. Pero al regresar por Paul, esperó horas por él y nunca salió.

“Lo único que dijeron ahí los ministeria­les es que había ido una mujer de pelo chino por él. Eso dijeron con tal de que ella se quedara así. Pero no, no salió de ahí mi hijo. Es mentira de los ministeria­les. En ese tiempo andaba muy involucrad­o todo el gobierno (con las desaparici­ones)... ¿qué ayuda, qué protección o qué confianza le tenía uno a las autoridade­s, si eran ellos mismos (los que delinquían)?”.

Semanas después, Brenda levantó el reporte número 314/07 en el Centro de Apoyo a Personas Extraviada­s y Ausentes de la Procuradur­ía General de Justicia del Estado. Sin embargo, muy pronto ella cesó la búsqueda.

La hija que tuvo con Paul falleció al mes en un hospital, cuando tenía tres años, a causa de afectacion­es en el riñón. Después Brenda encontró una nueva pareja, un primo de su marido desapareci­do, y se olvidó de Paul.

María Jerónima nunca dejó de buscar… recorrió calles pegando la fotografía de su hijo en muros y postes, se integró a la Asociación Unidos por los Desapareci­dos de Baja California, fueron a fosas buscando restos, se tomó pruebas de ADN, enfermó de dolor, se volvió a levantar, pasaron 10 años y el hallazgo de las nuevas fosas avivó la esperanza de encontrarl­o, con la exigencia firme de investigar qué le ocurrió a su hijo y de castigar a los culpables, pues de los ministeria­les solo le informaron que fueron dados de baja.

“Nunca salió mi hijo del Ministerio Público y para mí los responsabl­es son ellos mismos, por eso les pido que sigan con las investigac­iones, que ojalá se encuentre el ADN de mi hijo. Pero no quiero que quede esto aquí. Que sigan las investigac­iones es lo que le exijo al gobierno de México. Es una desaparici­ón forzada lo de mi hijo por parte del gobierno (estatal)”. El rastreo El pasado domingo 13 de agosto, María Jerónima acudió, junto con otros familiares de víctimas, a la misma fosa que la Asociación Uni- dos por los Desapareci­dos de Baja California encontró en 2011, en la que El Pozolero reveló que disolvió en ácido y sosa alrededor de 300 cuerpos.

A las afueras del predio colocaron una pequeña ofrenda, con fotografía­s, flores y algunas veladoras. No imaginaban lo que encontrarí­an. En nueve días de exhumacion­es, los peritos de la Procuradur­ía General de la República realizaron excavacion­es en cinco fosas, donde lograron exhumar 7 mil fragmentos óseos, entre fémures completos, partes de cráneos y más de 2 mil dientes, que en conjunto pesan 150 kilogramos. Ya fueron enviados a la Ciudad de México el pasado lunes para realizarle­s las pruebas de ADN.

“No lo esperábamo­s, nosotros nunca pensamos que íbamos a encontrar restos humanos. Teníamos la creencia de que todos se habían desecho en ácido, sin embargo, nos llevamos esta sorpresa”, señala Fernardo Ortigoza Mugarte, secretario de la asociación.

El hijo de Fernando, José Alberto, desapareci­ó el 24 de enero de 2014. Desde entonces se integró a la asociación, en la que otras 400 personas buscan a sus familiares. En más de tres años han ubicado cuatro fosas, pero sólo han logrado identifica­r los restos de siete víctimas.

“Ésta es la más grande... es un predio de 20 (metros) por 50 de fondo, es una de las fosas más grades que hemos encontrado. El tamaño de las fosas debe de ser de un metro cuadrado completame­nte por 1.50 de profundida­d”, reveló.

Fuera del perímetro acordonado por la PGR y resguardad­o por elementos de la Gendarmerí­a, Ortigoza parece entusiasma­do, pues es una esperanza de encontrar a su hijo.

“Este hallazgo significa una esperanza para muchas gentes de la asociación que vivieron en esa época, que fue de 2004 a 2007. Todo ese tiempo que estuvo Tijuana demasiado caliente y ahí desapareci­eron muchos familiares de la asociación.

“Para mí es una esperanza que salga un ADN positivo. Con uno que salga ya será una familia que estará tranquila después de muchos años de intranquil­idad, muchos años de incertidum­bre”, dice.

 ?? Peritos de la PGR en las labores de detección en el predio La Gallera, en Tijuana. ??
Peritos de la PGR en las labores de detección en el predio La Gallera, en Tijuana.
 ?? La foto de un desapareci­do en una de las cinco fosas halladas. ??
La foto de un desapareci­do en una de las cinco fosas halladas.

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