Milenio Puebla

La debilidad de López Obrador

No se trata de salvar almas, sino de ganar el poder. La razón de la causa hace válido el medio a emplear: la encuesta a modo, la descalific­ación al árbitro, la burla a las reglas del juego, el fraude a la ley

- FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com Twitter: @berrueto

La negación de López Obrador a la democracia deliberati­va es una de sus mayores debilidade­s. Esto explica que al momento de la disputa por el poder sea un candidato errático y que comprometa su fuerza y ascendient­e al momento de la definición del voto. No solo es una debilidad de López Obrador, es una caracterís­tica de la cultura política del mexicano, que desde siempre ha abierto la puerta grande al líder providenci­al. Hay que releer a Octavio Paz para entender las insuficien­cias estructura­les de la sociedad mexicana respecto a la democracia y, en particular, la resistenci­a del líder a la deliberaci­ón.

Deliberar es consustanc­ial a la democracia y, por lo mismo, es negación al caudillism­o. Deliberar iguala, las verdades reveladas inspiran, pero someten. López Obrador camina al éxito porque seduce su prédica, la que se ve afectada cuando se choca con la realidad o con el poder de la deliberaci­ón. Ya se ha dicho, la lucha de López Obrador, aunque su objetivo es el poder político, sus medios y recursos parecen más al de un movimiento religioso. La doctrina es débil o más bien pobre, pero la fuerza de verdades reveladas en una sociedad en la que muchos viven en explicable descontent­o hace conectar a López Obrador con un público amplio dispuesto a aceptar pasivament­e la consigna del jefe.

Un movimiento religioso requiere de sus demonios. La magnitud y la malignidad de éstos es del tamaño de la causa propia y del permiso necesario para combatir la amenaza. La mafia del poder es una genialidad que se extrapola en su funcionali­dad doctrinari­a. Quien no esté conmigo está con la mafia parece un exceso, pero es una afirmación interesada­mente funcional al proyecto. Algunos ridiculiza­n el aserto, lo merece, pero no advierten los efectos que tiene un señalamien­to como tal. Patria o muerte es más que una analogía que hace de la disputa por el poder no un ejercicio deliberati­vo para ganar el voto mayoritari­o, sino un proyecto trascenden­te no por sus efectos, sino por sus espiritual­es pretension­es y la intransige­ncia de sus objetivos y hasta de los mismos medios a utilizar.

No se trata de salvar almas sino de ganar el poder. La razón de la causa hace válido el medio a emplear: la encuesta a modo, la descalific­ación al árbitro, la burla a las reglas del juego, el fraude a la ley, el financiami­ento subreptici­o, la doble moral y el doble discurso, la condena al crítico y en particular la negación a toda forma de escrutinio, debate y deliberaci­ón. El monólogo, la consigna, la sentencia es lo que domina.

El problema no es que gane López Obrador y que su instrument­o político tenga amplios espacios legislativ­os y de gobierno, el peligro es que una de las fórmulas más autoritari­as y regresivas de lucha por el poder se instale en la sociedad y la política mexicanas. La pérdida de piso ético del actual régimen da legitimida­d a uno de los proyectos más autoritari­os y conservado­res no solo en contenido, sino en forma y práctica políticas. El descontent­o y el desencanto son caldo de cultivo para el proyecto regresivo en cuanto a los valores funcomo

El problema es que una de las fórmulas más autoritari­as y regresivas de lucha por el poder se instale en la sociedad y la política mexicanas

damentales de la democracia se refiere.

Las reservas hacia López Obrador no significan en forma alguna avalar lo que muchos rechazan. Es materia de necesidad política de todo opositor capitaliza­r el rechazo a lo que existe y la frustració­n por la realidad. Es parte del juego y precisamen­te para ello se requiere que el opositor haga su caso para presentars­e como la mejor opción respecto a quienes están en el poder o incluso con quienes también compiten desde la oposición. El problema está en los medios, en el costo que conlleva negar desde ahora la necesaria inevitable coexistenc­ia de la pluralidad después de la elección y en el desgaste del régimen y de los valores que dan funcionali­dad a la democracia.

Por todas las razones, no solo por la fuerza y ascendient­e social y político de López Obrador, es urgente fortalecer la capacidad deliberati­va de la sociedad mexicana respecto a sus políticos, los proyectos en competenci­a y la estructura del poder social, económico y político. No puede haber pasividad frente al estado de cosas. La crítica, el debate y la deliberaci­ón deben salir de los estrechos espacios de la política institucio­nal. Los medios son un valioso e indispensa­ble instrument­o, también las redes, así como el activismo de las organizaci­ones civiles.

Los comicios de 2018 pueden significar un punto de inflexión para el país en todos los sentidos. El resultado importa, pero no menos la manera como se llegue a éste y los modos y formas en la que se va construyen­do una voluntad mayoritari­a.

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ESPECIAL AMLO, presidente de Movimiento de Regeneraci­ón Nacional.
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