¿Y cómo te hace sentir eso?
¿ Y cómo te hace sentir eso? Es una de las preguntas que tienden a usar como típico cliché los dogmáticos psicólogos humanistas. Yo, dependiendo de la situación, les respondo que me siento de maravilla, que no duele nada, excepto la puta realidad y que siempre es bueno saber qué tipo de bloqueo en el flujo de mi experiencia identifican tan eminentes colegas. Ellos ingenuamente responden que quizás experimento una “introyección”, esto es, creer que lo pendejo se nos pegó de alguien más o que mi “retroflexió” está bastante acentuada, es decir que nos hacemos pendejadas en vez de hacérselas a alguien más.
La reformulación de la economía como fenómeno de la mente no solo se siente orgullosa de haber conquistado los deseos personales del consumidor, gracias al principal portavoz de nuestros anhelos interiores: Don Dinero. Así, la escaza reflexión intelectual de los ciudadanos muestra una relación directamente proporcional; cuánto más informaciones existen más equivocados resultan los pronósticos. Valgan un par de ejemplos. Todas las encuestas se equivocaron -excepto Google Trends- Ganó el narcisista-xenófobo de Trump. Por otro lado, ¿acaso imaginábamos que el desfalco cínico, corrupción e impunidad gubernamental habían tocado fondo con el aprendiz Javier Duarte? Una joya de investigación periodística titulada “La Estafa Maestra” (Animal Político, 2017), desnuda a cientos de funcionarios graduados en desaparecer dinero público.
Lo que sucede hoy en día con la psicología, me recuerda a lo que en 1950, Martin Heidegger escribió horrorizado en su libro: “Ser y Tiempo” (2000), al analizar si realmente la evolución del conocimiento y su materialización en avances tecnológicos, nos trasladaría a un mundo que nos liberara o emancipara. De la antigua Grecia al desborde del coachismo, creo que las cosas no salieron tan bien. Igual que Adam Smith, quien al darse cuenta de la proliferación de la lógica de los capitales, se apresuró a construir una ciencia que explicara la generación de grandes cantidades de riqueza y la exaltación de la figura del individuo, pues resultaba el principal portador de la riqueza, apareciendo así la economía clásica inglesa. Hoy, la psicología, mercantiliza la existencia humana y convierte al sujeto en producto y por ello, resulta estratégico motivarlo, entrenarlo, alinearlo y convertirlo en un amasijo de emociones.
Así pues, colega ¿Y cómo te hace sentir darte cuenta que la psicología es la prostituta preferida de coach-inos, motivadores y aprendices simuladores? ¿Y cómo te hace sentir, ejercer una psicología meramente utilitarista e instrumental, sin preguntarte jamás a quién sirve dicha utilización? ¿Y cómo te hace sentir enseñar una psicología falaz que cumple con el axioma: “menos realidades, más promesas”?