La hora del sacrificio de los concursantes
Ahora sí, ha llegado el momento de que los prohombres (y también una promujer) de nuestra patria se presten a un enormísimo sacrificio personal: los intereses superiores de la nación así lo exigen, oigan ustedes. Lo que está en juego es ni más ni menos que la continuidad de un modelo político-económico que, a pesar de todos los pesares, nos ha traído una innegable estabilidad y que nos asegura el ejercicio de garantías tan fundamentales como la libertad de expresión y la facultad de oponernos abiertamente al poder gubernamental sin afrontar ninguna suerte de persecución, censura o represión por parte del Estado.
Naturalmente, en México hay pobreza, desigualdad, corrupción e ineficiencia pública, entre otros descomunales problemas que no terminaríamos aquí de enumerar. Pero no los va a resolver de un plumazo un personaje soberbio, intolerante y de rasgos mesiánicos, por más que su encendida retórica ilusione a esos ciudadanos que, con razón o sin ella, se han desencantado de nuestra imperfecta democracia.
La mera perspectiva de que se instauren de nuevo los modos del populismo priista de antaño resulta tan amenazadora que, de pronto, la izquierda moderada y la derecha pragmática de este país parecen dispuestas a conformar algo así como un
Frente Opositor, o como se llame, para juntar fuerzas y acrecentar sus posibilidades en las elecciones presidenciales de 2018.
Muy bien, el propósito parece estar muy claramente definido y la estrategia pudiere tal vez funcionar a la hora de la hora. Pero, a ver, ¿quién, de todos los aspirantes declarados y confesos, va a ser el primero en la fila para proclamarse mártir del realismo práctico? En el interior mismo de los partidos están teniendo lugar oscuras, o no tan oscuras, guerras fratricidas para que la militancia, cansada al final de las hostilidades, termine por bendecir a algunos de los contendientes. Y, bueno, si extendemos el campo de batalla al ámbito interpartidista, ¿se puede siquiera imaginar que Margarita o Ricardo o Miguel Ángel o Rafael le van a ceder la plaza a un sujeto que ni siquiera es correligionario suyo?
La solución, desde luego, está en que se aparezca en el escenario un externo, o sea, un independiente, o algo así. Pero, esto implica que los concursantes se bajen del ring de todas maneras. ¡Uf!
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