Nueva institución, viejas prácticas
Es sabido que hubo un artículo transitorio en la Constitución que consideraba que el primer titular del nuevo organismo sería el procurador vigente.
Insensible, al parecer, a su propio desprestigio, nuestra clase política ha protagonizado diversos escándalos en los últimos días. Son tantos los dimes y diretes entre partidos y dentro de algunos partidos, que no es claro cuál es la causa de todo esto. Debe haber varias, pero la más clara y más importante es, al parecer, el nombramiento del próximo fiscal general, que implica la cuestión del combate a la corrupción.
Desde cierta óptica el asunto es claro: si va a haber una nueva institución, la Fiscalía General, que sustituya a la anterior, la Procuraduría General de la República, es lógico que el titular de la misma sea nombrado de una manera distinta a como se nombraba al de la anterior. Esto porque se trata de algo más que un cambio de nombre: se trata de una nueva institución, autónoma del poder ejecutivo federal, del que dependía la institución que se quiere superar.
Es sabido que hubo un artículo transitorio en la Constitución que consideraba que el primer titular del nuevo organismo sería el procurador vigente. Ese transitorio tendría su razón de ser, pero impide que la nueva institución sea realmente nueva, al dejar como titular a la misma persona de la vieja. Es sensato dejar de lado el transitorio. La resistencia a hacerlo despierta sospechas, como ya ha sido señalado por muchos: alguien quiere cubrirse las espaldas dejando en la fiscalía a una persona de su confianza.
El asunto ha dividido al PAN. No es, hasta ahora, una de las peores crisis en la historia panista. Pero sí se da en un muy mal momento: la víspera de la elección presidencial. La división entre los senadores de este partido, el tono áspero con el que se han expresado algunos de ellos, la cercanía con el PRI de algunos otros, va a debilitar electoralmente a este partido. Quizá no sea este el mejor momento para pedir la renuncia del presidente del partido, Ricardo Anaya, pues esa solicitud mezcla la competencia al interior del PAN, con el intento de impedir que el procurador se convierta en fiscal.
Del lado del gobierno priista, algunos actos parecen confirmar la impresión de que nuestros políticos viven fuera de la realidad del país. Tener un Ferrari es alejarse de esa realidad. Evadir impuestos también. Una mayoría de los causantes somos cautivos, y no tenemos forma de evadirlos. No lo hacemos además por convicción: sabemos que los bienes públicos requieren recursos públicos, y que el pago de impuestos es necesario. No anima ver cómo gente del gobierno vive alejadísima de la “honrosa medianía” juarista con automóviles de lujo. Que quizá compró, esperemos que no, con dinero público. No anima ver que ellos sí le sacan la vuelta a sus obligaciones fiscales.
Otro acto que habla de ese alejamiento fue la mutua inauguración de los retratos de dos secretarios de Estado, el de Hacienda y el de Relaciones Exteriores. ¿Qué mensaje enviaron con esa presentación de sí mismos? ¿Qué bien público justifica ese acto público? No se ve claro. Más fácil es pensar que han perdido contacto con la realidad, que se marearon en su ladrillo, que le dan más importancia a la promoción de su ego que a la resolución de los problemas públicos. Si vieran las encuestas, sabrían que son parte de uno de los gobiernos más impopulares en la historia del país. Si tuvieran sensibilidad, sabrían que uno de ellos cometió uno de los actos más absurdos de la política exterior de México: invitar al candidato Donald Trump a nuestro país. Pero parece que esto no lo ven, o los tiene sin cuidado. Están en otras prioridades.