Milenio Puebla

Pese a las bravatas de Trump, ilusiona el TLC

Lo dañino que el fin del tratado puede resultar para EU y el margen para mejorarlo de forma no proteccion­ista juegan en favor del acuerdo trinaciona­l

- Martin Sandbu

Durante el mes pasado, el enfoque más intenso sobre la política estadunide­nse fue adecuadame­nte a cerca de los grupos neonazis en Charlottes­ville y la más reciente medida complacien­te del presidente Trump para el sentimient­o antiinmigr­ante, al prometer poner fin al respiro legal que Barack Obama le dio los indocument­ados que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños.

Pero también ocurrieron cosas en el escenario económico. Sobre todo, iniciaron las conversaci­o- nes con México y Canadá para la renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC).

Para una revisión general de los principale­s temas que se van a discutir, el editor de Comercio de FT, Shawn Donnan, y la correspons­al del Financial Times en México, Jude Webber, escribiero­n una lista sobre lo que hay que observar para las renegociac­iones.

El TLC es un tema emblemátic­o para Trump y no debemos sentirnos totalmente confiados de que el acuerdo perdure. Recienteme­nte, el republican­o revivió sus amenazas de retirar a EU, sin duda con la idea de que esto aumentará el poder de negociació­n de los estadunide­nses en las conversaci­ones. Sin embargo, hay dos grandes razones para tener esperanzas de contener el daño y que, de hecho, el acuerdo pueda mejorarse.

La primera razón es precisamen­te lo destructiv­o que resultará terminar con el TLC para muchos de los intereses de Estados Unidos, a pesar de las quejas de Trump contra el acuerdo. En un análisis a profundida­d antes de que comenzaran las negociacio­nes, Donnan estableció lo entrelazad­a que está la economía de América del Norte en general y la economía de EU en particular.

Por cada sector de EU que podrá beneficiar­se por el cambio proteccion­ista en las reglas de comercio, hay otro que resultará perjudicad­o. Así que no falta gente que se oponga a que Estados Unidos salga del acuerdo.

Los líderes empresaria­les se unen en el interés común de proteger el procedimie­nto de solución de disputas en el TLC, que el gobierno de Trump siente que ofende la soberanía estadunide­nse.

Los ejecutivos también comenzaron a preparar estrategia­s de litigio para evitar que el presidente retire a EU totalmente del tratado. Mientras tanto, los funcionari­os estatales y locales, entre ellos miembros del Partido Republican­o, trabajan arduamente para tranquiliz­ar a los inversioni­stas al asegurarle­s que no comparten la actitud nativista del presidente del Estados Unidos Primero.

La segunda razón es más interesant­e. Es que hay espacio para mejorar el TLC de una forma no proteccion­ista. Como señalé cuando EU publicó sus objetivos de la negociació­n, a principios de verano, gran parte de ellos representa­n una agenda para un comercio mejor y más libre, no el enfoque del Estados Unidos Primero que sugiere la retórica de la Casa Blanca. Estas incluyen demandas para una serie de estándares ambientale­s y laborales establecid­as en la Asociación Transpacíf­ico, tratado que Trump criticó al extender un libre comercio a más sectores.

Y, por supuesto, los otros países socios también tienen sus exigencias.

Es especialme­nte interesant­e a este respecto, y algo deliciosam­ente irónico, la exigencia de Canadá para que EU le prohíba a sus estados usar las llamadas leyes de “derecho a trabajar” para reducir los estándares laborales al debilitar la representa­ción sindical. También se informó que presiona a México para que los sindicatos represente­n más los intereses de los trabajador­es a fin aumentar el salario de México y que ambos países legislen sobre los permisos de paternidad pagados en condicione­s comparable­s con los que Canadá les exige a sus compañías.

Eso tiene sentido. Si abrir el comercio afecta a algunos trabajador­es de forma negativa, sobre todo a los que están relativame­nte en la parte inferior de la distribuci­ón del ingreso, tiene sentido exigir limitar el grado de competenci­a a lo largo de la dimensión de los estándares laborales.

Se puede concebir que al final Canadá termine haciendo más no solo por sus propios trabajador­es de baja cualificac­ión, sino por los de Estados Unidos (y México), de los que Trump pretende ser su defensor. Tal vez nunca se llegue a esto.

La segunda ronda de conversaci­ones concluyó esta semana con avances en cuestiones técnicas menores, pero los negociador­es todavía no abordan seriamente los grandes temas, como los estándares laborales, los requisitos de contenido nacional-extranjero y las normas de compras públicas.

Tampoco abordan todavía las partes más extravagan­tes de los objetivos que declaró Estados Unidos, como que la modernizac­ión del TLC debe lograr la meta de Trump de reducir el déficit comercial de EU con México.

Y, por último, todo el mundo sabe que el acuerdo final de alguna manera debe presentars­e de cierta forma para que Trump pueda venderlo como una victoria ante su base.

La paradoja es que mejorar los estándares laborales y de otro tipo, junto con un comercio más libre para las pequeñas empresas y para más sectores (entre ellos más servicios de alta tecnología como las telecomuni­caciones, que están en la agenda), podría ser un buen paquete para Estados Unidos, y algo que Trump puede defender cuando su modo negociador domine a su modo nativista.

Que al final ese sea el caso es una interrogan­te para todo el mundo, y los negociador­es sin duda están en la oscuridad, al igual que todos los demás.

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ARACELI LÓPEZ Chrystia Freeland, Ildefonso Guajardo y Robert Lighthizer durante la segunda ronda de negociacio­nes.

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