Milenio Puebla

El pavoroso final de Nadaperson­al

- Álvaro Cueva alvaro.cueva@milenio.com

Q ué cosa tan más pavorosa el final de Nada

personal de TV Azteca. Todavía no puedo creer lo que sucedió ahí. ¿Qué? El triunfo del mal. No me cabe en la cabeza que estos señores, después de haber visto la profunda equivocaci­ón de Televisa en proyectos como

La piloto y Hoy voy a cambiar, en lugar de sacar la casta y oponerse, como les correspond­ía en su calidad competenci­a, hicieron exactament­e lo mismo.

Es como si hubieran recibido la orden de mandar un mensaje negativo. ¡Es algo monstruoso!

En el remoto caso de que usted no sepa de lo que le estoy hablando. ¿Qué fue lo que sucedió ahí? ¿Por qué estoy tan alarmado?

Nada personal es el remake de una de las telenovela­s mexicanas más inolvidabl­es de todos los tiempos, de un título que cambió la historia de la televisión nacional al atreverse, entre muchas cosas, a criticar al gobierno en turno desde los mismísimos medios de comunicaci­ón.

Este nuevo Nada personal comenzó como algo muy poderoso e importante porque parecía ser una suerte de versión corregida y aumentada de aquel potente clásico. ¡Pero no!

Independie­ntemente de que desde el principio se fue por otros “lados”, su cierre fue una experienci­a nociva desde todas las perspectiv­as.

A mí no me asusta ver en televisión abierta privada nacional que violen a una mujer, que la gente se agarre a balazos o que se digan groserías.

Me asusta que justo hoy que el gran tema nacional es la corrupción y que personajes como Javier Duarte protagoniz­an auténticas historias de terror, una telenovela venga y nos diga que la corrupción gana, que los

Javidús acaban libres, felices y hasta con la posibilida­d de asesinar a sus enemigos.

Y me asusta no porque yo defienda alguna posición política en particular.

Me asusta porque el melodrama es, por definición, un género didáctico y aunque Nada

personal jamás navegó con bandera de telenovela era más melodrama que el melodrama más melodramát­ico del mercado.

¿Ese fue el premio a tantos

meses de fidelidad? ¿Esa fue la gran lección?

Y no, que no nos salgan con el cuento de que se quisieron sentir tan creativos como en los tiempos de Cuna de lobos (1987) o El extraño retorno de Diana

Salazar (1988) porque esas telenovela­s, si bien jugaron con sus epílogos, jamás contradije­ron su esencia justiciera premiando a la maldad.

Qué manera tan más espantosa de acabar con un referente de la cultura popular de este país. ¿O usted qué opina? Enunmillón­deaños NatGeo está transmitie­ndo, desde hace varias semanas, una serie documental increíblem­ente buena y disfrutabl­e por las nuevas generacion­es.

Sí es importante que le diga esto de las nuevas generacion­es porque cada vez es más difícil que los niños y los jóvenes se detengan a ver esta clase de contenidos.

Pero estamos hablando de algo tan oportuno y hecho de una manera tan fresca, tan como de videojuego, que hasta el más escéptico de los adolescent­es termina por enganchars­e. Por supuesto, me refiero a En

un millón de años, un ejercicio de investigac­ión que, como su nombre lo indica, habla de lo que se supone va a pasar no en 2018 sino en un millón de años más.

¡Y es como para ponerse a temblar de pánico! Pero también como para alimentar el morbo más irrefrenab­le, para echar a volar la imaginació­n y tomar precaucion­es, muchas precaucion­es.

¿Por qué habría que ver esta serie con tantos títulos tan buenos en tantas plataforma­s?

Porque vale como la más emocionant­e de las series de acción, política y ciencia ficción, pero también porque vale como ejercicio periodísti­co. La gente que participa en este proyecto, entre dramatizac­ión y dramatizac­ión, está ciento por ciento calificada para abordar, por ejemplo, temas de neurocienc­ia, ingeniería e inteligenc­ia artificial.

Son puras celebridad­es de la ciencia, la cultura pop y hasta de internet. Es mucho más divertido ver

En un millón de años y debatir sobre si los robots acabarán dejando desemplead­a a la mayoría de los series humanos que chutarse un aburrido, monótono y convencion­al documental sobre robótica.

Y es que En un millón de años está hecha como si se tratara de la nueva versión de Blade

Runner, con una propuesta cinematogr­áfica que provoca y conmueve, y con una combinació­n de técnicas de lo más afortunada.

Si me permite una sugerencia, busque esta serie en sus diferentes horarios en la guía electrónic­a de su sistema de televisión de paga.

Pero, además, en la app de NatGeo que le permite ver esta clase de contenidos con la misma practicida­d que los sistemas de distribuci­ón de contenidos en línea más populares de México tipo Netflix.

La app de NatGeo es una caja de sorpresas donde sus hijos y usted enloquecer­án de felicidad con En un millón de años pero donde también pasarán grandes momentos con los shows de NatGeo Kids y con joyas como El

hijo de Hitler, Mars y Sharkfest. Se la recomiendo.

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