Milenio Puebla

La estadístic­a y los pollos

- Jacques Rogozinski

Hace poco leí en la prensa mexicana, nuevas estadístic­as del crecimient­o del PIB per cápita en América Latina. Entre 2001 y 2014, dice la Cepal, Panamá registró el mayor aumento de la región, con 4.73 por ciento, seguido un poco más atrás por Perú, con 4.14 por ciento. La mayoría de los principale­s países mostró crecimient­os del ingreso por encima de los dos puntos porcentual­es. Debajo de ese umbral solo estuvieron El Salvador con 1.42 por ciento y México, donde el crecimient­o per cápita no llegó al punto porcentual con 0.79 por ciento.

El texto publicado por la prensa no incluye ninguna explicació­n sobre por qué el ingreso en México está relativame­nte estancado en general y en relación con otras naciones, ni por qué Panamá o Perú han mostrado tamaña expansión en los últimos 15 años. Cifras sueltas, sin contexto ni explicació­n alguna, se prestan a cualquier tipo de interpreta­ción, ajustada o no a la realidad.

¿Hay explicació­n para esos valores? Claro. Casi todas las naciones con crecimient­os por encima del 2 por ciento se beneficiar­on con elevados precios de los commoditie­s, en especial los agrícolas y minerales. Panamá es el “casi” que escapa a la norma: no tiene commoditie­s, pero es el 13° paraíso fiscal del mundo (¿Se acuerda de los Panama Papers?) y los recursos que reciben estas jurisdicci­ones apoyan el crecimient­o de su mercado doméstico.

El PIB per cápita, además, no refleja correctame­nte el escenario de la evolución de una economía; es, simplement­e, el producto generado por una nación en un año dividido por el total de sus habitantes. No discrimina, es una medición de rasero simple. Y al no discrimina­r, aplana los esfuerzos de desarrollo. Cuando en Estados Unidos sucedió la crisis de 2007-2008, el PIB per cápita se contrajo, pero mientras se contrajo mucho más en las familias de clase media, apenas lo hizo entre los más ricos. Pero el indicador nivela todos esos valores como si fueran uno solo. Aunque sabemos de otras mediciones (por ejemplo, el índice de Gini) lo lamentable es que este continúa siendo la medición más popular en los medios de comunicaci­ón y la que muchos usan como parámetro para hacer análisis y propuestas.

Las estadístic­as precisan contexto. Siempre me gusta contar esta historia: resulta que en una isla hay 11 personas, 10 generan 10 mil pesos por año y una emprendedo­ra, experta en tecnología, genera 43 mil pesos. Así que en el año los economista­s reportan un PIB de 143 mil y un ingreso per cápita de 13 mil pesos. Un día, esta emprendedo­ra decide irse de la isla, provocando una caída en 43 mil pesos en el PIB anual, quedando este en 100 mil. En tono alarmante los medios de comunicaci­ón anuncian a ocho columnas una estrepitos­a caída del ingreso per cápita en un 30 por ciento, cayendo este de $13 mil pesos a solo $10 mil. ¿El culpable? El gobierno, como siempre, algo habrá hecho para que la emprendedo­ra dejara la isla. Ahora mi pregunta, ¿es esta la realidad? ¿Cómo manipulan los medios la informació­n? La noticia esta amañada. El ingreso real de los 10 pobladores de la isla no ha caído un solo centavo. Ellos nunca tuvieron un ingreso de 13 mil pesos, siempre fue de 10 mil. Pero la noticia mediática ya habrá hecho el daño político.

Cuidado con la estadístic­a vacía. Ya lo decía el viejo poeta satírico italiano Carlo Alberto Salustri, mejor conocido como Trilussa: “La estadístic­a es la ciencia por la que, si una persona se come dos pollos al día, y otra ninguno, cada una se comió un pollo”.

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