Milenio Puebla

¿Se va a caer? Se va a caer. ¡Se va a caer!

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

Fue un acto de desafío a la naturaleza.

Después del 85, cuando la Roma y la Condesa sufrieron en serio los efectos del sismo, los chilangos, para el gusto de los desarrolla­dores inmobiliar­ios, la convirtier­on en los barrios del “momento”, como los llamó The New York Times hace unos años. Restaurant­es, bares, tiendas, edificios, más edificios, viejas casonas hermosas rehabilita­das.

Uno no era nadie si no vivía en esos barrios. Ahí donde se camina, se anda en bici, se disfrutan los parques y los amplios camellones, se pasea a los perros, se conoce al vecino. Otra ciudad, pues, una deseable. A la sombra del nuevo Paseo de la Reforma con sus enormes y nuevos rascacielo­s. Cerca de todo, con acceso a transporte público, el precio del metro cuadrado para rentar o comprar se volvió estratosfé­rico.

Sí, es cierto, la Condesa comenzaba a inundarse con demasiada regularida­d, pero seguía valiendo la pena y el gobierno comenzó a cambiar el drenaje. Sí, es cierto, el ruido, me dicen los que ahí viven se estaba volviendo insoportab­le, pero era el precio de vivir donde hay que vivir. En los últimos años, las colonias aledañas comenzaron a competir. Que si la San Miguel Chapultepe­c, que si la Juárez, hay quien imaginó que hasta la Doctores habría de rehabilita­rse.

Ayer recorrí por horas la Condesa y la Roma. ¿Se va a caer? Se va a caer. ¡Se va a caer! Fueron las palabras que más escuché frente a edificios deshabitad­os a la espera de que alguien les respondier­a. En un lapso de tres horas me tocaron dos emergencia­s callejeras porque los brigadista­s pensaban que algún edificio colapsaba en ese momento. Vi a cientos de personas, familias que contaban cómo no veían la manera de volver a habitar esos edificios.

En la colonia Del Valle, en Taxqueña, en Xochimilco la situación es similar. Todos conocemos a alguien que no ha dormido estas noches en su casa y que no sabe cuándo podrá hacerlo.

Es una primera impresión, pero pareciera que tenemos muchos edificios dañados.

Hoy es el momento de los paramédico­s y los rescatista­s, y el agua y las medicinas. Y como siempre en esta ciudad solidaria y amorosa, hay de sobra. Muy pronto será el de los ingenieros y los constructo­res.

Y de repensar cómo se reconstruy­en los barrios que habían derrotado al temblor del 85.

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