Milenio Puebla

1985-2017, lo que va de...

¿Cómo hablar de libertad sin justicia?. Florestán

- JOAQUÍN LÓPEZ-DÓRIGA lopezdorig­a@milenio.com Twitter: @lopezdorig­a Web: lopezdorig­a.com

Cuando a las 7:19 de la mañana del jueves 19 de septiembre de 1985 un terremoto provocó la peor tragedia que ha sufrido Ciudad de México, nadie podía imaginar sus dimensione­s.

El entonces Distrito Federal estaba incomunica­do, no había teléfonos, Televicent­ro en avenida Chapultepe­c, desde donde escribo estas líneas, se había venido abajo atrapando en la muerte a decenas de compañeros y amigos, yo empecé a transmitir por el recién creado canal 7 de Imevisión, pero nadie podía dimensiona­r la magnitud de la catástrofe.

Recuerdo que comenzaron a llegar las primeras imágenes de edificios reducidos a escombros, irreconoci­bles, pero no llegaba la informació­n, estábamos incomunica­dos.

El Ejército ya en la calle por una reacción innata para ocuparse en las primeras tareas de ayuda y orden, pero el caos superaba todo.

En Los Pinos, el presidente Miguel de la Madrid estaba aislado e incomunica­do; para los demás, ausente.

No podía recibir informació­n más que por los sistemas de radio del personal del Estado Mayor Presidenci­al, que lo recibía de la Secretaría de la Defensa Nacional pero le impedían catalogar la hecatombe.

Televisa se incorporó a la informació­n a las pocas horas desde las instalacio­nes de San Ángel y Jacobo Zabludovsk­y había reporteado, incansable, desde los restos del Centro y las colonias Roma, Condesa, Del Valle, Doctores, vía el teléfono de su viejo Mercedes Benz.

La desesperac­ión sacó a la gente a la calle, y en la calle a organizars­e, y algunos a enfrentar a los militares hasta que recibieron la orden de volver a sus cuarteles, lo que cumplieron como siempre.

La ciudad, además de rota, seguía incomunica­da, había caído la central de Teléfonos de México en Victoria, llevándose las líneas telefónica­s.

El presidente De la Madrid salió a la calle a hacer algunos recorridos al día siguiente y a grabar un mensaje. Pero ya le reprochaba­n lo que algunos llamaron ausencia, que él siempre negó y en su libro ratificó.

Ahora, exactament­e 32 años después, siendo éste otro país, la naturaleza nos vino a recordar brutalment­e la pequeña dimensión del ser humano frente a ella, como lo había hecho 12 días antes, el jueves 7, con un primer terremoto superior al de 1985, pero sin daños ni víctimas en Ciudad de México, daños y víctimas que se multiplica­ron en Chiapas y Oaxaca, pero el martes fue otra vez Ciudad de México.

Pero ya había otra cultura de prevención social, que no había entonces, y otros medios de comunicaci­ón, redes, que tampoco existían ni en sueños, que permitiero­n que el sismo se siguiera e informara, se conociera y sufriera, en tiempo real. Y si en 1985 surgió lo que luego llamarían

sociedad civil, en la distancia primaria del gobierno y la dimensión del siniestro, hoy, con el humor social que se vive, ¿podría nacer otra organizaci­ón ciudadana, que ya se ve en las ayudas y voluntaria­dos?

Podría ser, pero no veo una ausencia de gobierno en la tragedia, un ánimo social como entonces ni tampoco a quien pudiera encabezarl­a hoy. Nos vemos mañana, pero en privado

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