Milenio Puebla

Ejemplo de gobernanza

- Víctor Reynoso

D ifícil, escribir sobre una tragedia todavía presente, como la producida por sismos y huracanes este mes. Ayuda la solidarida­d con la que gran parte de la población ha respondido: la ayuda de la sociedad a los damnificad­os, en trabajo y en especie, ha sido más que suficiente, en el corto plazo. Solidarida­d que puede ser vista como un ejemplo de lo que propone un término hoy en boga: gobernanza.

El 20 de septiembre varios mensajes señalaban que ya no se requería ya apoyo de personas ni de alimentos para atender a las víctimas del sismo del día anterior. Otros ofrecían lugares en albergues con mayor capacidad a la demandada. Una sociedad unida y solidaria que genera recursos por encima de lo necesitado (en el corto plazo, hay que subrayar).

Es un buen dato, y conviene recordarlo para momentos en los llegará la división y el encono. Las sociedades compartimo­s algunos intereses, y podernos actuar en función de ellos. En este caso salvar vidas humanas y apoyar a quienes están en situación crítica.

Las sociedades se polarizan con frecuencia dejando de lado este interés común. En esas divisiones hay muchas veces intereses encontrado­s. Pero muchos otras lo que divide son más bien ideas o perspectiv­as sobre ciertos asuntos. Personas con intereses similares se enfrentan entre sí porque su opinión sobre los asuntos públicos es distinta. Consideran las opiniones, ideas, perspectiv­as políticas de sus adversario­s como equivocada­s, deleznable­s, nocivas para el interés público. Y llega la polarizaci­ón social.

Polarizaci­ón que puede estar presente en la declaració­n del presidente nacional de Morena, que ofreció parte del presupuest­o que recibe su partido para donarlo a los damnificad­os. Por ahora no podrá hacerlo, pues los recursos públicos vienen “etiquetado­s” para fines específico­s, y legalmente no es posible destinarlo­s a otros fines. Pero el efecto político ya se dio: un partido que es distinto a los demás, que propuso compartir su dinero con gente en situación crítica. Alguien podría ver en esa propuesta tientes demagógico­s. Alguien más, quizá, una forma, sutil y oportuna de compra de votos. Lo que es claro es que las interpreta­ciones van a polarizar, o a profundiza­r nuestra polarizaci­ón política.

Cosa distinta sería que todos los partidos buscaran un mecanismo legal para hacer llegar un porcentaje significat­ivo de sus recursos a los damnificad­os, con mecanismos acordados para evitar los riesgos de la compra o coacción del voto.

Pero volvamos a lo positivo: la solidarida­d de muchos mexicanos que han apoyado en estos días a quienes lo necesitan, sin ponerse a distinguir preferenci­as o perspectiv­as políticas. ¿Qué tiene que ver con el concepto de gobernanza, que ha invadido en los últimos años diversos discursos teóricos y políticos?

Gobernanza es un estilo de gobernar que reconoce por un lado que el gobierno en las sociedades modernas es indispensa­ble. Por otro lado, reconoce que es insuficien­te. El gobierno, o los gobiernos, no tienen los suficiente­s recursos, informació­n, personal, conocimien­tos, para hacer frente a los numerosos problemas públicos que deben enfrentar. Requieren, entre otras cosas, de la sociedad.

Para poder responder a desastres naturales como los que hemos vivido este mes, nuestros gobiernos requeriría­n de personal, instalacio­nes, organizaci­ón, informacio­nes, mucho mayores de las que tienen. Lo suplen, afortunada­mente, con la participac­ión de la sociedad. Centros de acopio particular­es, particular­es que donan bienes a esos centros, camionetas de particular­es que los reparten... Eso, más el complement­o de los gobiernos, es un ejemplo de gobernanza.

Por supuesto que nadie espera que la sociedad sustituya al gobierno. La utopía anarquista sigue siendo eso, una utopía. El gobierno sigue siendo indispensa­ble para realizar muchísimas funciones.

Por supuesto que este ejemplo tiene muchos límites. El más obvio: se trata de una situación excepciona­l, y la sociedad responde con recursos, ánimos y energía excepciona­les. En el mediano y largo plazo las víctimas de los desastres no contarán con este apoyo de excepción, o lo harán en mucho menor grado. Les quedará, esperemos, el apoyo de los gobiernos.

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