Nunca el silencio #Mara
N o voy aquí a pronunciar su nombre, aunque eso no evita ya el daño. Sí, tengo miedo como lo deben tener muchos que de alguna u otra manera han vivido los embates de una sociedad cuasi enferma en donde el delito se convierte en impunidad. Lo escribí hace tantos años: “ya no asombra la cotidianidad de la violencia”.
Sin embargo, un hecho lamentable, el asesinato de una joven de apenas 19 años, estudiante de Ciencias Políticas en la Upaep cuya familia ha quedado hundida en la más profunda tristeza, ha conmocionado a un gran número de personas en casi todo el territorio mexicano y en el extranjero (CNN y El País tomaron cartas en el asunto) y de alguna manera ha obligado a nuestros gobernantes y funcionarios a tratar de resolver el caso.
El papel de las redes sociales también ha sido vital e importante.
Todos conocemos el asunto, hemos visto las imágenes de las marchas, hemos leído los puntos de vista de los periodistas en los impresos y en le televisión. Sabemos cómo va la investigación de los hechos, el perfil de un presunto responsable que aún con antecedentes penales fue contratado por una plataforma millonaria de servicio de taxis supuestamente seguros.
Y la joven confió sin saber que un ser bestial, a quien yo imagino lleno de complejos y patologías, sería su verdugo.
De todo lo que he visto en las redes me quedo con un dato: la madre de la joven estudiante ha sido quien ha proporcionado los datos (videos, celulares, horarios, etcétera) para, sin ser detective, dar con el paradero del responsable.
Tengo miedo veo a mis hermanas y amigas a veces viajando solas en un taxi al lado de un desconocido que puede ser un psicópata. Tengo miedo porque soy abuelo y diariamente aparecen hechos sangrientos que siguen quedando en los folios cerrados.
La indignación social inocultable mueve a nuestras autoridades.
No, hoy no será la víctima el victimario.
No, hoy no habrá para él un irregular proceso que sea recurso para que se le otorgue la libertad.
¿Qué derecho tiene un hombre para privar de la vida a alguien? ¿Por qué ultrajar y luego seguir si nada?
Sólo un psicópata puede presentarse a declarar que él sí efectúo el servicio de la plataformas y que bajó a la muchacha una calle antes de su destino. Sólo un psicópata cargó con toallas y sábanas de un motel y saludo casi hacia las cámaras de seguridad. “Nada pasará”, pensaría. Y ella tenía el derecho de hacer lo que le viniera en gana, sin duda. Se sintió segura, no olió el peligro y ahora estamos ante un suceso que duele.
Nunca más el silencio. Nunca jamás. Al cierre de esta nota, llega un temblor (19.09.17 / 13:14)