Milenio Puebla

Los dineros de los partidos

Han sido el PRI y su dirigente los que han respondido con mayor claridad. Esto es, definir cuánto, cómo y a qué. La respuesta inicial de López Obrador fue mala y tardía, entregar 10 por ciento de los recursos para campañas

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Los sismos y su secuela reacomodar­on la indignació­n: los partidos políticos están en el centro, el tema es el financiami­ento y la exigencia de no pocos de que sus dineros sean destinados a la reconstruc­ción. En la respuesta ha habido de todo, y hasta el INE y sus directivos se acomodaron para no perder cara frente a la demanda de que los recursos públicos destinados a los partidos se transfiera­n para aliviar la situación.

Al día de hoy han sido el PRI y su dirigente los que han respondido con mayor claridad. Esto es, definir cuánto, cómo y a qué. La respuesta inicial de López Obrador fue mala y tardía, entregar 10 por ciento de los recursos para campañas; esto es una cantidad muy menor y disponible para el cuarto mes de 2018. La respuesta de la diputada Nahle fue peor al decir que se crearía un fideicomis­o porque no eran confiables las autoridade­s hacendaria­s, de ser así esto sería ni más ni menos que un delito, ya que no se puede disponer de esos recursos de manera discrecion­al y para un destino diferente al determinad­o por la ley. Como tal, guste o no, la respuesta del PRI es la correcta, no recibir los recursos desde ahora y concertar con las autoridade­s hacendaria­s un destino determinad­o en el marco de las labores institucio­nales de atención a la emergencia y la reconstruc­ción.

El Frente Ciudadano de PAN, MC y PRD, ante la sensibilid­ad pública sobre el tema, se ha ido al extremo de decir que la totalidad de los recursos de los partidos deben remitirse a la atención de la población afectada por los sismos. Retrata bien por lo que representa y suma la tríada Barrales, Anaya y Dante Delgado. Su postura sobre el dinero de los partidos anuncia de que van por todo.

El tema de los dineros da para mucho. El problema de fondo no es lo que cuestan los partidos, sino que éstos han dejado de ser funcionale­s para cumplir sus dos tareas esenciales: representa­r y dar acceso a la ciudadanía al cargo público. El financiami­ento excesivo es un asunto secundario. Los partidos desde hace mucho tiempo se representa­n a sí mismos, incluido Morena. Todos, absolutame­nte todos se han alejado de la sociedad, ni la representa­n ni abren sus puertas a los ciudadanos. El autoritari­smo es ahora la constante y la designació­n de las candidatur­as a todos debiera avergonzar; lo ocurrido con Morena en Ciudad de México es un ejemplo de la negación de los partidos a la democracia interna.

Dos temas debieran estar en el centro de la mesa: el gasto electoral para 2018 será de 25 mil millones de pesos, de los que solo 27 por ciento será para los partidos. Esto sin contar lo que cuesta el Tribunal Electoral y los órganos electorale­s locales. Si de racionaliz­ar se tratara, el tema no es solo lo que gastan los partidos, sino lo que la sociedad tiene que financiar para mantener una burocracia electoral permanente para elecciones que tienen lugar una vez al año. No hay país, rico o pobre, democrátic­o o autoritari­o que gaste tanto dinero en la política y en las elecciones.

El otro tema es el gasto de campañas y la proliferac­ión del dinero no fiscalizab­le. Los partidos pueden prescindir de recursos oficiales porque saben que al momento de la campaña el financiami­ento lo obtienen de otras fuentes; los topes de campaña son ridículame­nte bajos y lo que se reporta al INE es solo una parte de lo que se gasta.

El origen del financiami­ento público a los partidos en 1996 fue un infructuos­o intento para resolver el financiami­ento ilegal e inequitati­vo de los partidos. Claramente se refería al PRI y a la desviación de recursos públicos, que en no pocos casos tenía que ver no con un delito electoral, sino con usar el gasto de campaña como pretexto de enriquecim­iento personal de quienes participab­an en el circuito del dinero, como quedó plenamente comprobado con el

Lo que ahora está presente es el dinero del crimen organizado en dos versiones. Empresario­s que financian campañas con vista a la obra pública y los privilegio­s económicos a obtener del futuro gobernante y delincuent­es quienes pretenden no solo ganar impunidad, sino apoderarse del poder público para poner el gobierno a su servicio para sus actividade­s criminales, como sucedió con los Abarca en Iguala o en Michoacán antes y después de la elección de Fausto Vallejo.

Los dineros de los partidos no resuelven el problema; quizá lo agraven y den la falsa impresión de una batalla ganada a la partidocra­cia.

El Frente Ciudadano de PAN, MC y PRD se ha ido al extremo de decir que la totalidad de los recursos de los partidos deben remitirse a la atención de la población afectada por los sismos

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ARIANA PÉREZ La idea de la diputada Nahle fue peor: un fideicomis­o al desconfiar de las autoridade­s hacendaria­s.

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