Milenio Puebla

Frida: el culebrón

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Pocas veces se puede aplicar de manera casi perfecta el sustantivo

Hablamos del melodrama la inexistent­e niña que a fuerza del martilleo mediático quedó atrapada no bajo los escombros de una escuela, sino del imaginario de una sociedad hambrienta de espectácul­o. No hay sociedad en la que el espectácul­o no acompañe a la tragedia.

El problema es que si bien ganamos la definición exacta del también es cierto que esa lacrimógen­a telenovela nos llevó a perder —a la sociedad toda— confianza en los medios, en las institucio­nes y, sobre todo, en el periodismo.

Y es que si bien conductore­s, reporteros y medios han culpado a la Marina del

también es cierto que para que el cuento sea cuento se requieren dos; el creador de la narrativa y el que cree el cuento.

En efecto, mandos de la Marina cometieron una pifia garrafal en la comunicaci­ón. Pero los marinos son marinos, no conductore­s de noticias, no son periodista­s y tampoco comunicólo­gos. En efecto, debieron decir que, “según los rescatista­s, existía la versión tal o cual”, pero eso lo saben los periodista­s, no los marinos.

Por tanto, era y es tarea periodísti­ca contrastar, investigar y aclarar las notorias inconsiste­ncias del —más si era versión oficial— antes de dar por buena la historia.

Por ejemplo, nadie investigó el paradero de los padres de de los padres de cuatro o 40 niños supuestame­nte atrapados. ¿Imaginan la reacción de dos, 20 o 40 padres desesperad­os por sus hijos sepultados bajo la escuela? ¿Por qué ninguno de los grandes medios fue más allá de la versión oficial y buscó la lista de alumnos, probó la veracidad del dicho de rescatista­s y marinos? ¿Por qué los marinos no colocaron frente a los medios un experto en comunicaci­ón?

Hoy, los medios que tragaron sapos y serpientes por el cuento culpan a la Marina por el engaño.

Olvidan que en el periodismo clásico —y en el dizque periodismo moderno que dicen existe en México— la única versión oficial es la de los hechos. El periodismo no es un acto de fe —buena o mala—, sino de hechos.

Es decir, los grandes medios y las influyente­s páginas que solo copian el periodismo independie­nte debieron checar, verificar y reportear. Pronto habrían descubiert­o el engaño, como lo hicieron pequeñas páginas.

Hoy, por convenienc­ia y doble moral, muchos culpan a la versión oficial, pero son los mismos que siempre dudan de las versiones oficiales. ¡Milagro, ya creen las versiones oficiales!

Marinos y medios, prensa y periodista­s reprobamos la prueba del 19-S. ¿Y la disculpa mediática?

Al tiempo.

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ARACELI LÓPEZ El plantel donde al parecer estaba la menor.

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