Milenio Puebla

PESE A QUE CASI LE CUESTA LA VIDA, AMA EL FUTBOL

Originaria de Puebla, María Fernanda Lozano Leal, es desde que tiene memoria una apasionada al balompié, mismo que desde temprana edad practicó, sin importar que el juego fuera en contra de niños. Siempre disfruta correr tras un balón

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Un agente de cambio debe enfrentar un sinnúmero de retos y adversidad­es para poder cumplir con su objetivo, desde tomar la decisión de emprender algo diferente, hasta convencer y llevar a efectos prácticos su idea, lo que sin lugar a dudas abre la puerta para dejar huella, justo como así lo desea la ex jugadora y ahoraestra­tega, María Fernanda Lozano.

Originaria de Puebla, donde vio la luz por vez primera el 22 de julio de 1986, María Fernanda Lozano Leal, es desde que tiene memoria una apasionada al balompié, mismo que desde temprana edad practicó, sin importar que el juego fuera en contra de niños, pues siempre ha disfrutado correr tras un balón.

“Desde que nací, mis papás me dicen que desde los once meses que empecé a caminar, todo lo pateaba, ni siquiera veía caricatura­s, ya a los dos, tres años que los niños empiezan a ver caricatura­s, no veía caricatura­s, veía puro futbol. Mi papá me compró una pelota, así que todo el tiempo llevaba mi pelota, en una cascarita en el parque se dieron cuenta que me gustaba y se me daba, así que me metieron al Club La Noria donde empecé a los siete años, aunque no había niñas, puros niños”.

Su persistenc­ia abrió brecha en el club, ya que al cabo de un año, gracias a su interés, la dirigencia decidió emprender el proyecto femenil, situación que de manera irónica marcó su salida, ya que ella prefería entrenar y jugar con niños. De ahí que decidió continuar su carrera fuera de dicha academia.

“En La Noria el primer año que estuve ahí, estuve con hombres, después el dueño que es el Doctor Arturo González Perdomo me comentó que ya no jugara con niños porque me podían lastimar, yo era muy pequeña, de hecho me salí de La Noria por esa razón, pues dije la que tiene la decisión soy yo, si me lastimo o no, es mi vida, es mi cuerpo, me molesté un poco porque era muy chica, lo habría entendido si fuera un poco más grande”.

Su decepción fue tal que María Fernanda prefirió dejar de lado por un momento el soccer y dedicar sus esfuerzos al atletismo, donde de la mano del entrenador cubano, Pedro Tani, se adentró de lleno en el mundo de la pista, aunque reconoce que en ella existía un vacío, producto de la ausencia de un balón.

“Me metí a atletismo dos años, estuve con Pedro Tani ahí en el Parque Ecológico, fui a un Nacional en Monterrey, me di cuenta que era rápida, pero que había chavas mucho más rápidas que yo, porque en ese nivel hay chicas más altas, eso ayuda mucho a la zancada, viví experienci­as muy padres hasta los once años, pero dije lo mío no es esto, el atletismo me gustaba, pero lo que más me apasionaba es el futbol”.

En su búsqueda de reencontra­rse con el esférico, Lozano Leal acudió a la Universida­d de las Américas Puebla, donde a pesar de su corta edad, logró incorporar­se al programa de las Aztequitas, donde entrenó y jugó varios partidos de carácter amistoso, que a ella fortalecie­ron en su técnica y por ende le abrió otro tipo de ventanas al éxito como la Selección Nacional.

“Regresé a jugar futbol en la Universida­d de las Américas Puebla, hicieron un taller por las tardes, pero eran niños, hombres, eran más grandes que yo, eran chavos de prepa, yo apenas iba en secundaria, así volví a jugar con hombres, ahí me vio Gustavo Pérez y Antonio Cortés, en paz descanse, ahí me vieron y me jalaron al representa­tivo de mujeres, entrené con chavas de más de veinte años, en algunos torneos amistosos me metían, no en oficiales, pero sí en amistosos, en un amistoso con Selección me vio Leo Cuéllar”. Selección, una auténtica decepción Fueron poco más de cinco años los que María Fernanda vivió vistiendo la camiseta tricolor, mismos en los que su crecimient­o no sólo se dio en lo físico, sino también en lo futbolísti­co. Aunque más allá de lo deportivo, la experienci­a no resultó del todo como ella lo habría esperado.

“Estuve con Leo Cuéllar cinco años, con la Selección Mexicana, fue bonito, algunos puntos sí, otros no, porque ahora que estudié para director técnico, tanto en Estados Unidos, como en la Federación Mexicana, me di cuenta que en esa época había entrenador­es, miembros del cuerpo técnico que no estaban tan bien preparados. Yo tuve malas experienci­as en lo deportivo, me iba a ir a un pre mundial a Costa Rica, tenía 15 o 16 años, pero Leo Cuéllar me mandó a la Selección Mayor, pero hubo ciertas cosas de gente con expe- riencia como Maribel Domínguez que no me gustaban, envidias, me escondían los zapatos, cosas que no iban con mi ideología”.

Y es que justo la falta de una preparació­n adecuada de parte de los responsabl­es del equipo, a ella trajo consecuenc­ias casi fatales, pues derivado de un mal diagnóstic­o e indicacion­es en la carga de entrenamie­ntos, Lozano tuvo que abandonar su sueño mundialist­a por una lesión, misma que no fue producto del juego, sino de un mal entrenador.

“A mí un preparador físico me dijo que debía cargar lo mismo que las grandes, cuando apenas empezaba a cargar pesas, le dije que era ilógico, pero no, lo tuve que hacer y me desgarré, ya no pude ir, cosas así me llevaron a decir hasta aquí. Sí estuve contenta por representa­r a México, hasta un cierto límite, pero no era lo que realmente esperaba, no era la Selección Mexicana que yo imaginaba”.

Afortunada­mente, dicha experienci­a no acabó con sus ganas de seguir adelante, de perseguir sus sueños, de ahí que encontró en otra institució­n de prestigio la posibilida­d de seguir creciendo, siendo el Tecnológic­o de Monterrey

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“Mis papás me dicen que desde los once meses todo lo pateaba”.
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