Debaten en Nature y Science los sismos de septiembre
Académico de la UNAM pide apoyo del mundo para estudiar el “rarísimo” terremoto del día 7, debido a que puede ocurrir en otras zonas del planeta
Los históricos sismos registrados en México en septiembre han llamado la atención de la comunidad científica internacional ya que salen de lo normal e incluso buscan con imágenes satelitales si existe algún vínculo entre ellos, según las revistas científicas Nature y Science.
Los dos ocurridos, el del 7 de septiembre, con epicentro en las costas de Chiapas, y el del día 19, cuyo epicentro se registró en los límites de Puebla y Morelos, se produjeron en la placa geológica de Cocos, sitio donde comienza su caída bajo la placa Norteamericana. El Servicio Sismológico Nacional localizó el epicentro del segundo a una profundidad de 57 kilómetros, con distancia de 120 kilómetros de la CdMx.
Según informó en un boletín la Academia Mexicana de Ciencias, retomando en una nota publicada el 20 de septiembre en la sección de noticias de la revista británica Nature, si bien los grandes terremotos pueden aumentar el riesgo a largo plazo de la actividad sísmica —transfiriendo el estrés dentro de la corteza terrestre a fallas geológicas adyacentes— todavía no se puede establecer si ambos sismos están vinculados.
Este tipo de “estrés estático” suele ocurrir solo en un radio de tres a cuatro veces la longitud de la ruptura de la falla original, dijo Gavin Hayes, sismólogo del Servicio Geológico de EU.
En el texto de Alexandra Witze, Hayes señala que el terremoto del 7 se dio a unos 100 kilómetros de profundidad, lo que ubica al sismo del 19 de septiembre, cuyo epicen- tro tuvo lugar a 650 kilómetros de distancia de Chiapas, fuera de la zona de influencia.
Otra posibilidad que se plantea en la nota periodística titulada “Par de mortales terremotos de México enredan a los científicos”, es que el sismo del día 19 sea un ejemplo de “activación dinámica”, en el que las ondas sísmicas de ondulación hacia el exterior afectan a fallas sísmicas más rápido y, por lo tanto, a más grandes distancias, que en la transferencia de tensión estática. Sin embargo, esta activación dinámica suele ocurrir en cuestión de horas o días del terremoto inicial, por lo que la diferencia de 12 días entre los eventos del 7 y el 19 de septiembre es difícil de explicar, señaló Eric Fielding, geofísico del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena, California, quien estudia el desencadenamiento dinámico.
Por otro lado, la revista Science reportó el inusual sismo ocurrido el 7 de septiembre, cuya magnitud fue de 8.2 en la costa de Chiapas, un estado en donde no se había registrado actividad sísmica relevante por más de un siglo.
El geofísico Vlad Manea, quien estudiaba esa zona por la misma razón, indicó que esta es la “hermana pequeña” de la brecha de Guerrero, la más analizada por haber sido la que dio origen al movimiento telúrico de 1985.
Ahora la prioridad del investigador de la UNAM es descubrir qué proporción de la brecha de Tehuantepec se liberó en el terremoto que costó la vida de más de 90 personas y del cual se registraron más de mil réplicas”, señala Lizzie Wide, autora del texto “Un insólito terremoto en México pudo liberar presión en una brecha sísmica”.
Joann Stock, sismóloga del Instituto Tecnológico de California en Pasadena, dijo a Wide que tal vez no se trate de la misma falla que cierre la brecha de Tehuantepec. El origen de este sismo fue inusual, ya que la ruptura comenzó 70 kilómetros más abajo de la interfaz entre la colisión de la placa de Cocos y la Norteamericana.
Por su parte, Vladimir Kostoglodov, sismólogo de la UNAM, declaró a la corresponsal de Science que ha solicitado apoyo a investigadores de todo el mundo que quieran estudiar este terremoto “rarísimo” y sus secuelas, pues puede ocurrir en otras zonas de subducción en el mundo y sería de gran utilidad unir esfuerzos.