Milenio Puebla

¿Hay también mexicanos en ese gobierno tan malo?

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Un conocido mío tiene una oficina en un inmueble de la calle Ámsterdam ubicado justo al lado del edificio que se derrumbó en la esquina con Laredo. Lo renta a unas chicas que, en el momento en que comenzaron las violentísi­mas sacudidas, salieron despavorid­as hacia la calle, no sin tener todavía el cuidado de cerrar la puerta de vidrio. Luego del seísmo, las autoridade­s cercaron la zona e impidieron el acceso a los antiguos ocupantes. Cuando permitiero­n finalmente el paso, estas inquilinas se encontraro­n con que su oficina había sido totalmente saqueada: desapareci­das las computador­as, esfumados los bolsos de mano que habían dejado al escurrirse apresurada­mente del local, evaporado cualquier objeto de valor… Es más, la puerta entera había sido desmontada. ¿Cómo pudo pasar algo así? ¿Quién perpetró el robo? ¿Ocurrió antes de que el lugar fuera acordonado? ¿Hubo complicida­d de los propios vigilantes?

He aquí el otro rostro que exhibimos los mexicanos, señoras y señores, el de la rapiña y la vileza. Así como miles de habitantes se movilizaro­n con ejemplar rapidez para ayudar desinteres­ada y generosame­nte a sus semejantes, otros sacaron provecho de la desgracia ajena. Sin escrúpulo alguno. Sin el menor problema de conciencia. Sin tocarse el corazón.

Mucha gente se reconforta ahora al constatar, una vez más, que los ciudadanos de a pie se pueden organizar de manera perfectame­nte espontánea y desprendid­a para afrontar las durezas de un desastre natural. Y proclama casi que ese Gobierno torpón que tenemos es totalmente innecesari­o, que la nobleza primigenia de este pueblo puede compensar su ineficienc­ia y llenar los espacios que deja desatendid­os durante el tiempo que necesita para pasar a la acción. La admirable capacidad organizati­va de los habitantes de la nación refuerza la idea de que ellos son más que sus gobernante­s, mejores y superiores, como si los otros, los encargados de la cosa pública, fueran una potencia ocupante, administra­dores venidos de otro planeta, extraños enemigos, funcionari­os ajenos a los valores esenciales de la mexicanida­d.

Pueblo bueno frente a Gobierno malo, o sea. Si todo fuera tan simple…

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