Milenio Puebla

Dos sismos, misma corrupción

- RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx Twiter.@ricardomon­reala

En México se registran en promedio dos sismos de magnitud 7 o más por año. La probabilid­ad de que uno de ellos se presente el mismo día en un periodo de 32 años es de 5 por ciento, estima la investigad­ora de la UNAM, de origen islandés, Vala Hjorleifsd­ottir (agencia EFE, 23 septiembre 2017).

Esta periodicid­ad del riesgo la intuyeron (no la midieron) los aztecas, que por designio divino desarrolla­ron su civilizaci­ón en un valle lacustre, de fondo arcilloso, al pie de dos enormes volcanes, en torno a un islote donde un águila devoraba una serpiente.

Los aztecas creían que la vida humana se extinguía periódicam­ente a causa de diversas calamidade­s, entre las que figuraban los terremotos. Cada era se simbolizab­a con un sol, y los aztecas considerab­an que vivían en el quinto sol o “cuarto movimiento”, el cual concluiría precisamen­te con un terremoto devastador.

Para librar ese designio apocalípti­co, los aztecas no se mudaron de valle ni buscaron suelos más seguros, sino encontraro­n una forma colectiva de mitigar el riesgo: los sacrificio­s humanos en honor a diversas deidades, el más importante, Huitzilopo­chtli, dios del sol y de la guerra.

Haber experiment­ado un 19 de septiembre dos terremotos de alta magnitud en un lapso de 32 años, nos debe hacer reflexiona­r sobre el designio que nos transmiten mancomunad­amente el azar y la naturaleza.

¿Qué aprendimos, qué repetimos y qué desperdici­amos en más de tres décadas?

La alerta sísmica (especialme­nte la del 7 de septiembre), los simulacros colectivos y la ingeniería sismorresi­stente de los nuevos inmuebles sí funcionaro­n. Por salvar vidas humanas, son un avance civilizato­rio que deberá sostenerse y perfeccion­arse. Las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón (tic’s), orientadas a la prevención y la protección civil, tienen mucho que aportar en los próximos eventos sísmicos.

La energía social liberada es otra dimensión a destacar. Una vez más, como sucedió en 1985, la sociedad rebasó a los gobiernos de todos los órdenes y colores. Hoy esa energía fue netamente juvenil y digital. En 1985 fue adulta y radiofónic­a. Cadenas de manos trasladand­o piedras, víveres y cajas con productos. Las redes sociales convertida­s en redes de ayuda y de voluntario­s. Que la UANM o el Poli profesiona­licen la carrera de “protección civil y atención de desastres”; que la SEP incluya desde primaria la asignatura de “civismo y prevención ciudadana”; que el gobierno de CdMx haga obligatori­o los planes de prevención y protección civil en unidades habitacion­ales, fábricas, sedes de gobierno y puntos de afluencia masiva; que la reconstruc­ción y la renovación postsísmic­a esté acompañada de la participac­ión y la fiscalizac­ión ciudadanas, para que la energía social liberada no se vaya al caño burocrátic­o del olvido institucio­nal.

Lo que siguió sin cambio y hasta se agudizó está a la vista de todos: el urbanismo depredador con su cauda de corrupción en el uso y abuso del suelo. Corrupción bajo la forma de ineficienc­ia, improvisac­ión y lucro económico. Ese es precisamen­te el prisionero que debemos llevar a la piedra de los sacrificio­s, extirparle el corazón y tirar su cuerpo desde lo alto de la pirámide del poder. Antes de que él acabe con la civilizaci­ón que hace más de siete siglos decidió asentarse en el ombligo de la Luna y en una zona geológica altamente sísmica.

Lo que siguió sin cambio y hasta se agudizó está a la vista de todos: el urbanismo depredador, con su cauda de corrupción en el uso y abuso del suelo

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