SIN CONEXIÓN EN EL SISMO
P“La conciencia del pueblo no cabe en la cabeza del Estado”: Stanislaw Jerzy Lec
rimero, salir corriendo entre paredes y escaleras que se agitan. Segundo, sacar el teléfono móvil. Tercero, perder la señal.
Para quienes sobrevivimos, nuestro primer impulso fue comunicarnos con el celular, para reportarnos y saber cómo estaban nuestros seres queridos. La línea muerta fue una de las primeras pérdidas dolorosas; además de coartarnos arbitrariamente nuestras ansias comunicativas, nos remitió a vivir esta dura experiencia de manera existencialista, sin nadie a la mano para desahogarnos.
En el terremoto de 1985 no había telefonía móvil; ahora, los celulares han sido útiles para encontrar personas atrapadas bajo los escombros, siguiendo las señales pero, sobre todo, ayudó para la organización de la sociedad civil mediante las redes sociales.
En el pasado, un sismo (normalmente poco devastador), me servía como pretexto para llamarle a las chavas que me gustaban (y supieran que me preocupaba por ellas), pero este temblor sí fue de trágicas dimensiones. Lo importante fue mantener vivo el entusiasmo por colaborar, la esperanza de salvar vidas, la auténtica solidaridad (palabra robada por Carlos Salinas de Gortari, entre otros tantos hurtos suyos).
En cuanto los dispositivos recuperaron su conexión, las líneas se saturaron: personas que ofrecían servicios, gente solicitando ayuda, información sobre centros de acopio y edificaciones afectadas (a veces útil, a veces falsa), notificaciones de personas rescatadas, denuncias de robos, quejas de quienes fueron rechazados por las autoridades militares que tomaron el control, señalamientos a los políticos que pretendieron robarse la ayuda material (un saludo a Graco Ramírez, Gobernador de Morelos, y a Celestino Manuel Álvarez, Secretario de Salud de Oaxaca).
Además de la solidaridad, hubo enfren- tamientos: los Organizadores de Zona MACO fueron duramente criticados por no cancelar su evento, A Juan Cirerol lo confrontaron por escribir: “Debería darme tristeza el sismo del DF, pero no” (con una carita sonriente). El panista Gildardo Guerrero tuvo la imprudencia de escribir en Twitter y Facebook: “Qué buen simulacro hicieron en la CdMx, con efectos especiales y ¡toda una producción! #Mis respetos.” Le llovió tupido y lo borró, su disculpa fue la que sí me pareció cómica: “Hace un momento mi cuenta fue intervenida por alguien que no fui yo. Lamento mucho que personas insensibles se mofen de esta tragedia y que quieran hacerlo a través otras personas que solamente estamos conmovidas y tenemos un fuerte sentimiento de solidaridad ante la tragedia. ¡Mando FUERZA y oraciones a todas las víctimas de este temblor y al del 7 de septiembre pasado!” (quizás hubiera sido mejor que mandara cobijas, herramientas y alimentos).
Las imágenes que se transmitieron por televisión, más las que se enviaron por teléfonos celulares, fueron impactantes. Todo mundo quiso colaborar de una u otra forma. Si esa energía continúa, el actual gobierno puede temblar a una escala de cien grados, recordando los movimientos posteriores al terremoto del 19 de Septiembre de 1985: La huelga del Consejo Estudiantil Universitario de la UNAM y una gran oposición colectiva a que el candidato del PRI-gobierno, Carlos Salinas de Gortari, se robara las elecciones (entre otros tantos hurtos suyos).
La gente que vivió el sismo del 19 de septiembre del 2017, no solo cuenta con un arma poderosa: el teléfono móvil, sino que ha demostrado que puede organizarse sola, sin intermediarios autorizados. Quedó claro que no se confía en la autoridad. Mil veces se prefirió entregar la ayuda personalmente antes que al DIF (por cierto, ¿por qué todos los gobernantes ponen a sus esposas en el DIF? ¿Tanto lo subestiman?), se impidió que los políticos convirtieran las donaciones en moneda de cambio electoral. Osorio Chong, Secretario de Gobernación, fue echado a silbidos y botellazos de las labores de rescate de la colonia Obrera. Se juntaron firmas exigiendo que el Instituto Nacional Electoral aportara los 12 mil millones asignados a las inútiles y costosas campañas políticas, para reparar los daños; también se redactó una petición solicitando que los militares no extralimiten en sus funciones y al terminar sus labores respecto al sismo, regresen a sus cuarteles.
De manera natural, los mexicanos estamos mutando al anarquismo (nada que ver con los payasos encapuchados de las marchas, probables provocadores creados por el gobierno, que confunden el anarquismo con el vandalismo y no con el orden natural, la organización civil, la autogestión, la libertad y el amor, como lo experimentamos).
Si en vez de dormirnos aprovechamos que estamos bien despiertos para echar al dinosaurio de la habitación, no tendremos que volver a verlo al despertar.