Zona de derrumbe
Suscribo, regreso a un dato ya entregado: en junio de 1999 un sismo de grandes proporciones dejó el centro histórico de Puebla casi en la ruina. El edifi cio Carolino y el Ayuntamiento, así como la Compañía de Jesús y San Agustín fueron los iconos más golpeados. Ese día 15, al igual que ahora, no había manera de comunicarnos con nadie, los semáforos fallaron y se interrumpió la corriente eléctrica. Ese año aún bebía una que otra cerveza y vivía en un edificio cercano al zócalo, entonces no requerí de medicamento contra la ansiedad ni nada parecido. Sí, bebí lo suficiente pero llegué a escribir una crónica al medio en el que laboraba. Esa tarde llovió mucho y la poca gente que tímidamente rondaba las calles, en ocasiones burlando las advertencias del peligro, no sabían ni qué hacer.
Entonces se me ocurrió escribir un testimonial porque en ese tiempo estaba impartiendo un curso de verano de periodismo cultural y mis alumnos me auxiliaron en la corrección de los textos. Así pudo publicarse “La irá de Dios, testimonios de una tragedia” cuyos ejemplares deben andar por ahí aún. Un sismo duro, una sacudida que llegó poco después de las tres de la tarde.
Ahora, otra vez un 19. S como en 1985, volvió a moverse la tierra por un sismo marcado a las 13.14 de magnitud 7.1 que ha dejado a la ciudad otra vez dañada.
Deberíamos tener ya una preparación psicológica para resistir y defendernos de estos temblores. 1973 se recuerda porque Ciudad Serdán se pulverizó casi toda. Pero esa cultura de la prevención no hemos alcanzado a tenerla.
Esta vez, como la otra y la otra, se pudieron evitar pérdidas humanas si la gente hubiera seguido las indicaciones.
No se culpe a nadie de la desesperación pero sí de no revisar con cierta frecuencia los edificios y sus estructuras. Lo que se vino abajo fueron las mamposterías y las marquesinas débiles por tanta lluvia de este muy particular 2017.
A diferencia de 1999, en esta ocasión se han registrado más pérdidas humanas. Lamentable, muy lamentable.
Me asomo a las páginas electrónicas. En efecto, la sociedad civil ha rebasado a las autoridades donde los daños mayores se han registrado: Morelos, Puebla y la CDMX.
Y como siempre, la clase política que no levanta un popote, aprovecha la tragedia para beneficios particulares. Otros han permanecido callados.
De nueva cuenta han fallado las televisoras manejando mal los datos y las estadísticas, confundiendo personas y personajes, etcétera.
Sé qué ha habido hurtos y que se han formado apócrifos centros de acopio.
Sin embargo, regreso al lugar común. Llueve y escribo: Seguimos de pie como los árboles que aún tienen la vida.