Milenio Puebla

El reino de la enfermedad

- Juan Gerardo Sampedro jgsampe@me.com

E spero- deseo- que cuando aparezcan estas líneas tenga ante mí buenas nuevas. Uno nunca sabe. He leído últimament­e muchas cosas acerca de la relativame­nte nueva ciencia Bioética: la relación del médico hacia el enfermo, el que siente dolor y no ha ido a ninguna escuela que le ayude a soportarlo.

De alguna manera el tiempo me ha convertido en resiliente­s: de todo aquello que llega de las adversidad­es habrá que obtener una aceptación y una mirada que muestre que hay desafíos a la vida y que muchas cosas valen la pena aún.

Las palabras curan pero los médicos cada vez se alejan más y más de sus pacientes. Ahora he visto que en algunas páginas electrónic­as se ofrecen los servicios de cuidadores de personas que cargan males crónicos. Y no son pocas.

¿Es la- otra vez la traigo a mi presencia-lo que se llegó a reconocer como “obsolescen­cia humana? Quizá.

Es verdad: por lo regular los otros, los que viven en el reino de la salud, se van lejos de los que habitan el reino de la enfermedad. O no escuchan por miedo o porque simplement­e no lo quieren hacer. Y por lo regular una palabra o un abrazo curan más que los medicament­os.

Susan Sontag hablaba de esta división que nos enseña el tiempo. Finalmente, dice, todos terminarem­os en una cama de hospital. No es pesimismo, es algo más que real.

Perdón si alguno de mis pocos lectores se siente incómodo al leer estas cosas.

¿No hay un género periodísti­co o literario que aborde estos temas otorgándol­es su verdadero carácter estético?

Debe haberlo desde que está la herencia de un Carlos Castilla del Pino, de una Susan Sontag, de un Oliver Sacks...

¿Y quién se atreve a revelar sus pesadillas?

La palabra, y qué mejor la escrita, son bálsamos, ayudan.

Hoy debo estar bien enterado del resultado de una resonancia magnética de cráneo que me ordenó mi estimado neurociruj­ano, el mismo que desde hace quince años supo que yo traía cargando un pequeño meningioma en el ángulo pontocereb­eloso. Raros términos que me he aprendido de memoria.

Espero que todo ande bien, igual que la última vez que me sometí al mismo estudio.

Tengo esa curiosidad: ¿por qué guardar en secreto un agravio fisiológic­o llamado enfermedad? ¿Es una vergüenza acaso?

Sensibiliz­ar a los demás. La compasión es sólo el comprender al otro. Nadie espera milagros, nadie espera que lo salven de algo que le ha tocado vivir. El “por qué a mí” no sirve de nada. “¿Y por qué no a ti? le respondió su madre a V. Hugo Rascón Banda cuando éste le dijo que se hallaba muy enfermo.

Escribir sobre esas experienci­as y vivirlas nos hace resiliente­s.

Lo pretendo. Trazo estas líneas en una libreta sobre una mesa de café. Habré luego de llegar a casa a teclear y corregir en la portátil.

Y termino: desde ayer sé que sigo bien. Algo más humano, buena enseñanza obtenida.

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