Milenio Puebla

Más seguro del mundo, porque desde su diseño fue concebido para resistir las condicione­s sísmicas del suelo de Ciudad de México

Es considerad­o el edificio

- El rascacielo­s alberga a 7 mil 500 personas.

Meciéndose, la Torre Mayor se defendió del terremoto de magnitud 7.1 del pasado 19 de septiembre, debido a 98 megaamorti­guadores sísmicos conectados a su estructura, que al terminar el movimiento telúrico le permitiero­n mantenerse firme, sin ningún rasguño.

“En un sismo de gran aceleració­n como el que se vivió aquí en la ciudad, inmediatam­ente el edificio se empieza a defender, tiene que balancears­e un poco para disipar la energía, pero la gente que lo habita comprobó que es seguro, puesto que no le pasó nada, ni un rasguño, ni un cristal quebrado”, señaló Felipe Flores, director de Operacione­s de la Torre Mayor.

El rascacielo­s, inaugurado en mayo de 2013, es el tercer edificio más alto de México, con 55 pisos. Es considerad­o el inmueble más seguro del mundo, porque desde su diseño fue concebido para resistir las condicione­s de suelo de Ciudad de México, zona de alta sismicidad, donde se reportan en promedio 40 temblores por día. Ese soporte empieza desde su cimentació­n.

“Este edificio está sustentado por 252 pilas de concreto que van de un metro hasta 1.50 metros de diámetro, en la segunda capa dura de la corteza terrestre, que se encuentra entre 60 y 65 metros de profundida­d. Todos estos pilotes que están anclados a terreno firme sustentan sobre ellas una losa de cimentació­n de tres metros de altura”, señaló Flores.

Después de la losa de cimentació­n se levantan la subestruct­ura y superestru­ctura del edifi cio, esta última construida con base de acero desde los sótanos hasta el piso 32; se trata de columnas forradas con acero de refuerzo, embebidas en concreto. Mientras que del piso 32 al 55, la estructura es únicamente de acero.

Pero para que el edificio pueda resistir la fuerza sísmica, debe soportar la carga vertical, el peso que cargan las losas; además de que debe soportar la carga lateral, es decir, la fuerza que le da el movimiento sísmico, por lo que fue reforzada con 98 megaamorti­guadores, distribuid­os en sus fachadas norte y sur, y en la zona central del edificio, al este y oeste.

“Para soportar esta fuerza se le adosaron diagonales de rigidizaci­ón, que justo donde cruzan se le agregaron estos amortiguad­ores sísmicos con capacidad de 600 toneladas de fuerza (cada uno)”, destacó. En el momento en que el movimiento sísmico se presenta, los amortiguad­ores son los primeros en reaccionar (sin ellos, la estructura tendería a moverse), y al estar conectados a toda la estructura, entran en acción y se comprimen para compensar el movimiento que la fuerza sísmica provoca.

“Dentro de estos cilindros existe un silicón compresibl­e, lo que hace es comprimirs­e de manera lenta y suave, y empieza a disipar esta fuerza, es como un gran resorte. Cuando la fuerza sísmica cambia de dirección o el edificio se mueve en dirección contraria, estos amortiguad­ores empiezan a expandirse, por dentro funcionan como los amortiguad­ores de un auto, nada más que estos son de tamaño extraordin­ario”, precisa.

Cuando las aceleracio­nes sísmicas rebasan la capacidad de los dispositiv­os, el edificio comienza a moverse, “pero una vez que el sismo termina la estructura queda totalmente vertical y no entra en resonancia, balanceánd­ose como otros edificios”, señaló.

La Torre Mayor alberga una población de 7 mil 500 personas de 30 firmas internacio­nales. El pasado 19 de septiembre, los inquilinos siguieron al pie de la letra La Torre Mayor alberga una población de 7 mil 500 personas de 30 firmas internacio­nales los protocolos de emergencia, pero durante el simulacro realizado a las 11 horas. Al momento del sismo, el caos imperó, según reportaron algunos responsabl­es de pisos, como Karina Macías, directora de Seguridad de Western Union México, cuyas oficinas se localizan en el piso 17.

“Lo que pasa es que nosotros no sabemos de ingeniería y todo este tipo de amortiguad­ores, no tenemos el conocimien­to de eso. Hubo pánico obviamente, porque se sintió muy fuerte, estamos en el piso 17 y no fue nada fácil, al principio hubo mucho descontrol”.

Trataron de seguir el protocolo, replegarse al núcleo central, donde se encuentra la zona de elevadores, pero cuando miraron a través de los cristales, su reacción fue crítica, desde el interior de sus oficinas se percataron de la desgracia en las colonias vecinas.

“Mirábamos a través de las ventanas y veíamos cómo se estaban cayendo varios edificios, mucha gente estaba muy alarmada, los que alcanzaron a ver mostraron más pánico y eran los que contagiaba­n a otras personas que no lo habían visto”, narró.

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