Lo nunca visto
En una escena que Gil pensó solo vería en series de televisión, 300 policías fueron desplegados en las entradas del panteón Dolores e hicieron pasar por los filtros de seguridad a la familia, los amigos, los subordinados del capo
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epantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil admitió que nunca había visto nada igual. Una carroza fúnebre circuló por avenidas de Ciudad de México custodiada por al menos 30 motociclistas. El ataúd llevaba los restos mortales (así se dice) de Javier Hernández Gómez, Pancho Cayagua, fundador de La Unión de Tepito. Gamés vio en el cortejo fúnebre una declaración sólida de existencia: aquí estamos, entre ustedes, en sus calles, sus bares, sus restoranes, sus casas, somos La Unión de Tepito y formamos parte del crimen organizado que da y quita en Ciudad de México, que reparte y comparte, que extorsiona y mata. En el panteón Dolores, los sicarios, o traficantes, o vendedores, o halcones, cantaron corridos y le dijeron adiós con un tequila a su jefe, Pancho Cayagua.
En una escena que Gil pensó solo vería en series de televisión, 300 policías fueron desplegados en las entradas del panteón e hicieron pasar por los filtros de seguridad a la familia, los amigos, los subordinados del capo. Gil lo leyó en su periódico Reforma: Veinte personas bajaron el féretro mientras un mariachi cantaba “El rey”. Pancho Cayagua había sido ejecutado por cuatro hombres que conducían motocicletas dentro de un supermercado en la colonia Tepeyac Insurgentes, en la delegación Gustavo Madero.
Gilga no sabe del asunto, pero infiere que esta ejecución desatará la violencia entre las bandas enemigas y también dentro de la organización para decidir quién es el nuevo jefe de La Unión. Gil cavila: no había razón alguna para pensar que el crimen no llegaría a Ciudad de México si cada día estaba más lejos, los desprendimientos de la trama de los Beltrán están entre nosotros. Gilga no quiere ponerse pesado, pero mientras usted desayuna en un restorán, a su lado alguien puede estar cerrando una operación con maletines llenos de dinero. Muy bonito. Un grito desgarrador hizo añicos el silencio del amplísimo estudio: ay, mis hijos, atrapados en la telaraña del narco.
Trump
Gilga lee en sus periódicos conclusiones que hace apenas unas semanas parecían imposibles. Las negociaciones del TLC pasan por momentos difíciles. Gamés no es economista y, sin embargo, está convencido de que el Tratado de Libre Comercio se encuentra en escombros. Que si una cláusula de finiquito cada cinco años, que si en materia automotriz los vehículos hechos en México quedan fuera del beneficio comercial de pagar cero por ciento de aranceles. La otra amenaza de Trump, el muro, se vuelve una realidad. Aunque usted no lo crea, cinco de los ocho prototipos que servirán para elegir los materiales con los que Trump quiere construir el muro entre México y Estados Unidos están listos. Cuatro son de concreto y uno de metal, miden 9 metros de altura. Gil lo leyó en su periódico El Universal: el Congreso de EU aprobó un presupuesto de 10 mil millones de dólares para seguridad de la frontera. Mil 600 para construir el muro y el resto para fortalecer la vigilancia de las patrullas fronterizas. Lectora, lector, agregue a este mapa la situación de los
dreamers y lo que tenemos es el cumplimiento negro de las amenazas de Trump. Con este presidente hay que tener cuidado a la hora de califi carlo: ¿fascista?, sí; ¿traidor y miserable?, sin duda. A esto se enfrenta México. Algo más y de nuevo: los negociadores del TLC son lo mejor que ofrece México a su país y al mundo. Ni pex, la mano viene pesada. Nada le hace, nomás faltaba.
Gimpel
En un relato clásico del narrador polaco Isaac Bashevis Singer, un personaje inolvidable, “Gimpel, el tonto”, afirma que las mentiras no existen: “Lo que no sucede se sueña de noche. Le sucede a uno, si no le sucede a otro, mañana si no hoy. Muchas veces oí cosas de las que dije: ‘Bueno, eso es algo que no puede suceder’. Pero antes de que hubiera pasado un año, resultaba que había ocurrido en alguna parte”. Hay indicios más que suficientes para afirmar que la vida política mexicana se rige bajo el Principio de Gimpel. Todo puede suceder, si no hoy mañana. La maldición de Trump se cumple.
Todo es muy raro, caracho, como diría Da Vinci: La amenaza es el arma del amenazado.