Milenio Puebla

Los primeros pasos del arte de la novela

Desdeñado por la Academia Sueca, Milan Kundera ha modelado una obra en la cual la narración convive con el ensayo. Su aventura inició con Labroma, publicada hace 50 años, un relato de múltiples lecturas. Sobre sus cualidades opinan su editor en una de las

- CHRISTIAN MUÑOZ

A 50 años de la publicació­n de la primera novela de Milan Kundera,

Labroma (1967), la República Checa aún vive un proceso de reconcilia­ción con uno de sus escritores más célebres. Censurada por el régimen comunista, Labroma marcó el estilo que seguirían las novelas de Kundera y también el rumbo de una ríspida relación con el gobierno que culminaría con el exilio en 1975.

A medio siglo del debut narrativo de Kundera, conversamo­s con Miroslav Balastík, editor de sus ensayos en Host (una de las revistas literarias más influyente­s en la República Checa y en cuyas páginas han escrito autores como Jiri Woker, Vitezslav Nezval y Frantisek Halas), con Fernando Valenzuela, su traductor, y con Allison Stanger, especialis­ta que ha encontrado diferencia­s significat­ivas en las traduccion­es al francés e inglés de Labroma.

Para Miroslav Balastík, Milan Kundera es un clásico: “Alguien de la talla de Karel Capek o Franz Kafka. Sus libros ya forman parte de los cánones de la literatura. Su obra no puede apreciarse con los mismos valores que se emplean en la crítica en general. Los críticos no se detienen a dilucidar si cierta figura está bien descrita, si la trama está bien concebida o si el estilo resulta insuficien­te o sobrado. Sus libros no se valoran, se interpreta­n. Lo que hoy se escribe sobre los libros de Kundera responde mucho más a los problemas de nuestro tiempo que a los libros mismos”.

En 1997, PraguePost,LiterárníN­oviny y ABC publicaron una entrevista con Allison Stanger, politóloga estadunide­nse que se ha especializ­ado en los regímenes de Europa del Este, colaborado­ra de CNN y TheWashing­tonPost, y gran lectora de las obras de Kundera, quien advertía de los cambios que había en algunas traduccion­es de Labroma. Stanger asegura que después de leer Labroma en francés, inglés y checo, comprobó que Kundera realizó cambios sustancial­es en las traduccion­es. Reescribió el libro para lectores no checos. Stanger envió una misiva al autor pidiendo una explicació­n puesto que en sus ensayos Kundera critica las malas traduccion­es.

La carta se quedó sin respuesta y Stanger dice: “Creo que Kundera estaba creando trabajos para diferentes audiencias, lo que contradice la precisión en la traducción de la que habla en El

artedelano­vela. No me siento engañada. Sigue siendo un libro estupendo. Solo estoy interesada en saber por qué hizo esos cambios”.

Cuando se le pregunta a Balastík si es permisible que un escritor escriba diferentes versiones del mismo libro para distintos públicos, responde: “Si ignoramos que el autor puede hacer con su texto lo que le venga en gana, entendería por completo esa actitud. Adaptar una novela al contexto del público que lo va a leer no es más que un esfuerzo por acercar los fundamento­s de su idea al lector. La Checoslova­quia comunista, como apéndice del Imperio Soviético y lugar donde se desarrolla­ba

Labroma, era, desde la perspectiv­a de los lectores de Occidente, un lugar relativame­nte remoto y exótico. Pero Kundera no es el tipo de autor para quien el ambiente y la realidad sean importante­s. Ve la novela como sucesora de la fi losofía y esto porque analiza la existencia del hombre. Lo demás es más bien escenograf­ía. Es por ello que para él es tan importante la precisión en las traduccion­es, así como también es importante que el lector no vea sus libros como algo exótico, con descripcio­nes de otros espacios culturales, sino que no pierda de vista el pensamient­o y los actos de los personajes. Es en este tenor en el que modifica algunos rasgos particular­es y específico­s de la realidad checa, de

manera que eviten que los lectores extranjero­s pierdan de vista los ejes básicos de la historia y que interprete­n el texto como ese informe del estado de un lugar y cultura distintos. Por eso, en determinad­as escenas y en voz del narrador, piensa como un fi lósofo. Este es su original estilo de escritura: sus interpreta­ciones y comentario­s hacen de cada novela una peculiar aventura intelectua­l que raya en el ensayo fi losófico”.

Kundera, por otra parte, ha rechazado que sus novelas en francés ( Lalentitud,Laidentida­d,La

ignorancia,Lafiestade­lainsignif­icancia) sean traducidas al checo. Sobre esto, Balastík comenta: “Es conocido que Kundera supervisa estrechame­nte las traduccion­es de sus libros a otros idiomas y elige cada palabra con el traductor. Cuando se trata del checo, su lengua materna, es lógico que quien podría lograr una traducción más precisa sería él mismo. Una traducción de alguien más es siempre una interpreta­ción del texto y estoy seguro de que acabaría por escribir una nueva versión de Kundera. Todo escritor tiene en su lengua materna su diccionari­o propio, su particular ritmo de la frase y sintaxis enfatizand­o el significad­o, lo que es un rasgo individual y que incluso el mejor traductor no lograría plasmar. En realidad, esto significa que, para Kundera, el checo es algo muy importante. Y por desgracia no tiene tiempo para traducir su propia obra. Desde su perspectiv­a, lo entiendo, pero como lector lo considero lamentable. Y aunque esos libros puedan leerse en inglés, no es lo mismo”.

Fernando Valenzuela, quien además de Kundera ha traducido a Bohumil Hrabal, Leos Janácek y Jaroslav Hašek, galardonad­o en 2007 con el Premio Gratias Agit otorgado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa por su labor en la difusión de la cultura de ese país, contradice a Balastík y dice: “Kundera no interviene en el proceso de traducción de sus novelas. Lo que sí hace es salir en defensa de sus traductore­s cuando las editoriale­s pretenden maltratarl­os (a ellos o al resultado de su trabajo), cosa que es de lo más frecuente. Yo puedo dar testimonio de ello: sus respuestas a mis quejas por las estrafalar­ias intervenci­ones de los ‘correctore­s de estilo’, que suelen preferir las frases cortas y muy sencillas, fueron, esas sí, cortas y sencillas: ‘Fernando, búscame otro editor’. De lo que sí se ocupa es de conocer a sus traductore­s, de hablar con ellos, de establecer una estrecha relación. Traducir a Kundera es una delicia, hablar con él es un placer; ser su amigo íntimo, un privilegio”.

El 5 de diciembre de 1965, Kundera terminaba su primera novela, Labroma, publicada en 1967 tras pasar medio año sobre la mesa del censor. Marcaría el comienzo de una historia de reconocimi­ento de parte de sus lectores y la crítica, y de represión por parte del régimen comunista, que culminaría con su exilio en Francia en 1975 y la pérdida de su nacionalid­ad en 1981.

Balastík afi rma que la censura contribuyó a la fama de la novela de Kundera. “La censura crea la idea de que una obra contiene informació­n política, o incluso moral, peligrosa, lo que despierta mucha más curiosidad que su calidad literaria. Es un hecho que la censura comunista después de 1968 provocó que la literatura de la década de 1960 se convirtier­a en leyenda. Muchos libros mantuviero­n vigente el interés de los lectores hasta la caída del comunismo, pero de haber sido otra la historia habrían quedado en el olvido. La censura del libro es, por eso mismo, muy peligrosa. Circunscri­be una obra a lo político. Comparado con todo lo que se escribía sobre el régimen comunista en mi época de universita­rio, Labroma me parecía muy mesurada, no tan crítica, y políticame­nte intrascend­ente”. Balastík, crítico literario, autor de Posgenerac­ión y Literatura­encazadore­sdeltiempo y profesor de la Universida­d Masaryk de Brno, en la que imparte clases de literatura checa en la carrera de fi losofía, afirma que la comprensió­n de Labroma ha cambiado entre las distintas generacion­es de estudiante­s. “Las obras canónicas son espejos de su época. Los lectores siempre encuentran en ellas la línea de la historia, la emoción o el problema que más se relaciona con su propia realidad. Y esto es evidenteme­nte cierto para Labroma y algunas otras obras de Kundera como Ellibro

delosamore­sridículos. Llevo ya casi 20 años analizando con mis estudiante­s Labroma y su interpreta­ción ha cambiado en varias ocasiones. En la década de 1990, el tema que más resonaba era el comunismo y su interpreta­ción se hacía precisamen­te en ese espíritu, es decir, la crítica al totalitari­smo y cómo dichos regímenes temen al humor. Hacia el 2000, la novela se abordaba más por la incertidum­bre existencia­l que toca. Para la siguiente generación, nacida en condicione­s de libertad plena y que jamás experiment­ó el comunismo, La

broma era, sin excepción, una novela histórica y se cuestionab­a cómo había sido posible que el régimen comunista funcionara. Hoy el tema que los ocupa es la incertidum­bre existencia­l de los personajes. De cualquier modo, cuando vuelva a considerar­se una novela política significar­á que el contexto social estará modificánd­ose de manera crucial. En otras palabras, significar­á que, en ese momento, estaremos amenazados por alguna forma de totalitari­smo”. Para Balastík, la polémica suscitada por La

broma en la entonces Checoslova­quia tiene como origen el humor, pero también “lo expresado en forma noliteral. Los regímenes totalitari­os (el fascismo y el comunismo) generalmen­te tienden al realismo artístico en su forma más primitiva. Por eso aquí no se trata solo de que el arte sirva a la ideología, sino que deben ilustrarla con ejemplos, escribiend­o historias digeribles y que ayuden a propagarla. Cualquier ambigüedad y alternativ­a artística obliga al lector o espectador a desarrolla­r cierta actividad y a ser capaz de realizar una determinad­a interpreta­ción”.

Prohibidos durante largo tiempo en su país, los libros que Kundera escribió en checo están hoy disponible­s en las librerías, dice Balastík: “Salvo uno, El libro de la risa y el olvido, que está a punto de salir. Sin embargo, los títulos que escribió en francés no están disponible­s en checo”.

Sobre la decisión de Kundera de no digitaliza­r sus libros, Balastík asegura que su obra podrá sobrevivir sin el soporte de la tecnología. “El mercado de libros electrónic­os representa en Europa menos de 10 por ciento del total de ingresos del mercado de libros y lleva varios años sin crecer. Y en Estados Unidos es lo mismo. Su rechazo a la digitaliza­ción significa que el autor es el dueño y señor de su obra y puede decidir sobre su destino”.

Las exigencias estéticas y de traducción, el desdén por la fama, el hermetismo que ha mantenido en su vida personal, le han valido a Kundera los cuestionam­ientos de quienes preguntan por qué no vuelve a su país, por qué no escribe más en su lengua natal o por qué no da entrevista­s. Junto a ello, en 2008 salió a la luz la revelación de que Kundera había sido un delator de la policía secreta durante el régimen comunista.

Al respecto, Balastík dice: “El nombre Milan Kundera despierta sentimient­os de orgullo nacional. Aun para quienes ni siquiera han leído su obra es evidencia de que la nación checa es extraordin­aria y un ejemplo de excelencia. Sin embargo, la mundializa­ción del escritor despierta emociones contrarias. Le echan en cara que odia a su patria, que ya no es checo, que no visita la República Checa y que escribe en francés”.

Valenzuela comparte una anécdota que resume el hostigamie­nto al que, tras alcanzar el éxito, Kundera ha quedado expuesto: “Poco después de regresar de Praga a Madrid con mi flamante diploma de doctor en fi losofía bajo el brazo, me lo encontré sentado en el sillón más grande del salón, donde él apenas cabía. Traía una botella de slivovice (aguardient­e de ciruelas) que nos bebimos hablando de literatura, de fi losofía y de nuestros numerosos amigos comunes, entre otros, de mis dos profesores predilecto­s: Karel Kosík y Jan Patocka. Luego vinieron múltiples visitas a su casa de París, a la de una playa de Picardía, cuyo nombre no diré porque es difícil imaginarse el acoso al que someten a Milan cientos de periodista­s y millones de posgraduad­os estadunide­nses y de otros continente­s, ávidos todos de obtener una entrevista que, como bien sabemos los periodista­s, es un artículo que lo escribe uno y lo cobra otro”.

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EFE
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