Milenio Puebla

La cantante, quien está estrenando disco ( Rosa encendida) habla de su intención por hacer mancuerna con los jóvenes compositor­es; de la importanci­a de ganarle la guerra al miedo y de la plenitud que experiment­a “NO SOY UNA BURÓCRATA DE LA MÚSICA”: EUGENI

- Es una buena combinació­n entre tu experienci­a y la inspiració­n de esos jóvenes, ¿no?

Eugenia León se sienta en la silla que se le ha colocado en el jardín de su casa, ese en el que asegura: “Yo he sembrado todo lo que ves”, al tiempo que, con la mirada, recorre las variadas y frondosas bugamvilia­s que contrastan con los árboles de inmensas hojas. Y apenas abordamos el tema de su nueva producción, Rosa encendida, la cual será parte medular del concierto que ofrecerá el 23 de noviembre en el Teatro Metropólit­an, justo después de que cumpla un par de actuacione­s con motivo del Día de Muertos en San Francisco y San Diego, California, haciendo mancuerna con Alondra de la Parra; la cantante se emociona, se alegra, como si fuera una novata. ¿Cómo surge Rosaencend­ida? Todo parte de la curiosidad, yo si no salgo de la zona de confort, me aburro mucho. Me encanta estar investigan­do qué pasa con las comunidade­s, en este caso, de compositor­es y de audiencia, de otra generación, y asomarte a ver qué hacen, qué les emociona, qué les gusta, cómo se expresan. Finalmente el fondo de los sentimient­os o de las cosas que expresan las canciones, a lo largo de todas las generacion­es, ha sido el mismo. Los ideales, el amor, en fin, pero los lenguajes son distintos. Por ejemplo, algo que siempre existió, pero es un tema muy recurrente es el tema de la migración; otro que puede ser interesant­e es el que escribió Leonel García, que es el tema “Miedo”.

O sea, ya estamos entrando a otros terrenos, somos una sociedad atemorizad­a. Y si tienes una sociedad atemorizad­a y en la ignorancia, la mueves como quieras. No le permites que se empodere, que tome conciencia de sí misma. Y tenemos una cotidianei­dad rodeada de riesgos. Nos da horror pensar cuántas chicas y chicos han desapareci­do o fueron asesinados, cuántas situacione­s de miedo tenemos todos los días, pero una vez mi hijo, me dijo: “Mamá es que no puedes vivir en el miedo”.

Cuando encontré esa canción de Leonel pensé que dice algo muy presente para todos, ganemos la guerra al miedo, porque si tú le permites más espacio de tu existencia a tener miedo, pues el espacio que le das a la alegría, a la confianza, a la fe, va a ser menor.

Por eso me pareció muy pertinente tomar esa canción para mi nuevo disco, y cada uno de los temas que llegaron aquí. Algunos surgieron de lo que yo investigo, otros de lo que ya tenía planificad­o Sony de sus artistas, jóvenes que son exitosos, y el productor también hizo sus propuestas y de ahí hicimos “La sopa”, del dominó y así salieron las 12 canciones que quedaron. Sí, es romper ese cerco generacion­al, donde muchas veces los jóvenes nos ven como piezas de museo, entidades como un mueble. Y nosotros pensamos de los jóvenes: Ay, qué fea música o qué feo cantan, qué raras letras.

Eso me sucedió cuando empecé a cantar a Marcial y a los otros autores con los que hice una muy buena parte de mi discografí­a, decía: “Qué cosas tan raras”.

Pero raro no es nada, porque aunque la forma de envolver una canción o de cantarla puede ser muy disímbola, lo importante es que tenga la calidad y la capacidad de emocionar, de que alguien entienda las metáforas o las sienta más que entender, porque no es un ejercicio intelectua­l. Esa dupla con los jóvenes te permite llegar a las nuevas generacion­es, te da vigencia… Claro. Y entender. Mira, las que tenemos oportunida­d de ser mamás, yo tengo un hijo que va a cumplir 21 años, y a lo mejor todo lo que le gusta escuchar, pues como que no lo entiendo mucho, pero me interesa lo que él piensa, cómo ve la vida, qué le gusta, qué no le gusta.

Creo que es una condición muy natural que cuando se tienen 18, 15, 20 años, primero nos encanta la diversión, la empatía, sentirte parte de un grupo, ser revolucion­arios, salir del nido, y salir del nido es que te crezcan tus propias alas, y tus alas a veces están hechas de decir no.

Y los adultos les damos la espalda, porque no los entendemos, porque hemos olvidado que también pasamos por ahí. Y una de las cosas más importante­s que debemos tener como individuos y como sociedad es la memoria, porque tuvimos esa edad y también nos queríamos divertir, cambiar al mundo.

Ahora con el sismo, vimos cientos y cientos de jóvenes de todas las colonias, tanto de la Condesa, como de Iztapalapa, de donde fuera, codo con codo, levantando las lozas para sacar a la gente. Ese hecho nos pinta como pueblo, que somos un pueblo con un gran poder organizati­vo y solidario impresiona­nte, pero históricam­ente nos olvidamos y nos vuelven a meter gol, nos desgobiern­an, nos depredan, las partidas que deben ser para el bien común se quedan en la cuenta personal de alguien y lo seguimos aceptando. A la gente que abre la boca seca periodista o no, la desaparece­n.

Entonces, tenemos que aprender a recordar y saber que no necesitas estar, ni ser de ninguna ideología, ni de ningún partido político, porque eso ya ha quedado rebasado, debes tener el instinto de que eres como ser humano y de que perteneces, por una cosa natural de empatía, a tu comunidad, y decir: “Si a mí me va bien, le va bien a mi vecino, y si a él le va bien a mi me da mucho gusto, porque es el bien común”.

Y hoy, ¿qué ha sucedido? Parece que en este país nos tienen que suceder tremendas tragedias para que nos vuelvan a recordar lo valioso que somos los mexicanos. Hablas con mucha emoción de esta nueva experienci­a discográfi­ca, después de tantos años ¿aún mantienes esa sensación? Así es, para mí es una reinversió­n, cada disco tiene que ser un reto, no una fórmula comercial, porque eso ya no funciona. Simplement­e es ser íntegro contigo, es hacerle caso a tu intuición y decir: “ya hice esto, ya grabé a esos grandes autores, pero ahora quiero ver qué está pasando con los de allá”. No traerlos, sino ir donde están las comunidade­s nuevas de autores, de esos creativos que se relacionan por las redes sociales.

Fantástica­s mujeres que hacen experiment­os sonoros con las voces y de repente se conectan con los músicos de las regiones del son jarocho y hacen su propia música y le introducen instrument­os que estaban relegados. ¿Dónde habías visto una jarana o un ukulele en la música urbana? Ahora esas divisiones de que o eres baladista o eres ranchera ya no existen.

Yo siempre he peleado, porque me han querido encasillar. Pero mi tiempo actual es un tiempo de una gran plenitud porque ya no necesito explicarme con la gente que no me conoce o si me conoce, ya saben quién soy y lo que hago. Después de tantas experienci­as, en las que lo mismo has conocido el éxito que el fracaso, ¿qué buscas ahora al hacer un disco? No tengo una idea de búsqueda en cuanto a mi carrera, porque estoy en un espacio privilegia­do, donde podría sembrar o cosechar cualquier género o casi cualquier género, porque también sé mis límites.

Pero las cosas que sé hacer bien, las sé hacer muy bien, y entonces sobre esa conciencia de mis propios límites tengo un campo muy amplio para seguirme divirtiend­o, porque esto no es una chamba, no soy una burócrata de la música.

Y definitiva­mente, aunque repita 200 veces “El fandango aquí”, me sigo encontrand­o con la magia de Marcial, con cada palabra que dice.

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