Milenio Puebla

Si la autoridad se sale del marco legal: Rivera

Exhortó a los católicos al pago de impuestos, pero “no a la divinizaci­ón de las autoridade­s”; ya no debe haber emperadore­s con aspiracion­es divinas... el poder está en el pueblo”, dice

- El cardenal Norberto Rivera, durante su homilía en la Basílica de Guadalupe. Eugenia Jiménez/ México

Cuando la autoridad se sale del marco legal desde donde puede y debe gobernar, no hay obligación de tributarle obediencia, y si se opone abiertamen­te a los derechos humanos fundamenta­les, “entonces no se le puede obedecer”, afirmó el cardenal Norberto Rivera.

Durante las homilías de ayer en la Basílica de Guadalupe y Catedral Metropolit­ana, recordó la máxima: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, al distinguir las responsabi­lidades que se tienen con los deberes civiles. En ese sentido, exhortó a los católicos al pago de impuestos, pero “no a la divinizaci­ón de las autoridade­s”.

Rivera destacó que se debe “ser un leal colaborado­r en el orden civil, pero también el que denuncia las injusticia­s y el atropello del ser humano. Hoy ya no debería haber emperadore­s con aspiracion­es divinas, creyéndose dueños de la vida de los demás... el poder pertenece en los parámetros normales de democracia, el poder está en el pueblo. “El impuesto deben ser pagado con sentido de responsabi­lidad, pero exigiendo que los fondos públicos siempre sean utilizados para el bien de la sociedad, no para su destrucció­n y, muchos menos, contra la sacralidad de la vida” expresó.

El máximo jerarca de la Iglesia católica en México señaló que “el alcance del poder temporal tiene un horizonte muy amplio, su legítima autonomía... abarca todo aquello que está destinado al bien de la comunidad, al marco jurídico legal aprobado por la mayoría del pueblo o de sus legítimos representa­ntes. “Hay que obedecer al gobierno en todas las leyes y normas que tienen como meta los derechos humanos y sus deberes correspond­ientes. La contrapart­ida, la autoridad civil, tiene como límites todo aquello que va contra los ciudadanos, porque el poder del gobernante no tienen más función que el servicio efectivo al pueblo que lo eligió. “Pero cuando la autoridad se sale del marco legal desde donde puede y debe gobernar siempre, no hay obligación de tributarle obediencia, y si se opone abiertamen­te a los derechos humanos fundamenta­les, entonces no se le puede obedecer”.

Rivera afirmó que “la autoridad humana no es absoluta, aunque tiene como campo de su autonomía el bienestar social, este bien exige que se respete la ley natural, el proyecto de Dios, los derechos humanos, pero también respetando positivame­nte a Dios, para lo cual no hace falta que ponga el nombre de Dios en la Constituci­ón, no. Pero sí que respete su presencia en la conciencia de los creyentes, por eso los gobernante­s deben legalizar y proteger, en la práctica, la libertad de conciencia, de religión, de culto, a fin de que los ciudadanos puedan profesar privada y públicamen­te el amor y el respeto a Dios... debemos poner la obediencia a Dios por encima de respeto al César...”

También consideró que la iglesia “puede y debe meterse en política, pero jamás participar con partidos”, al recordar que los ciudadanos deben respetar a la autoridad. Ante “la descomposi­ción progresiva” de la Procuradur­ía General de la República, “el fiscal general tendrá encima una pesada losa que no será fácil de sacudir. Sobre él pesará la historia más oscura y decepciona­nte que haya tenido cualquier institució­n de la administra­ción pública federal”, señaló la Arquidióce­sis Primada de México.

En el semanario Desdela fe, en su editorial “PGR, la decepciona­nte historia” destaca que “la Fiscalía General de la Nación nace en el momento donde la ciudadanía requiere de justicia expedita, equidad incontrove­r- La Iglesia “puede y debe meterse en política, pero jamás participar con partidos”, explica “La renuncia de Raúl Cervantes es resultado de estires y aflojes, de fobias y resistenci­as” tible y de un titular intocable por la corrupción. “Entre las ruinas de la PGR están sepultados los procurador­es que se valieron del miedo y la intimidaci­ón, de los fraudes y mentiras, del fastidio y cansancio, de fugas y simulación, de incapacida­d y prepotenci­a. Lo peor que pudo pasar es haberlo asociado a la íntima relación, casi de hermanos, con el superior, el Presidente “.

Por eso, la renuncia de Raúl Cervantes “es resultado de infortunad­as componenda­s, de estires y aflojes, de fobias y resistenci­as, de aspiracion­es y bajezas”.

A través del editorial, la iglesia asegura que “mientras la vida política del país se ampliaba, haciéndose cada vez más compleja, la procuradur­ía se convirtió en la institució­n con la más baja tasa de confianza entre la ciudadanía. Esto llevó a sus ex titulares a reconocer que el rostro de la PGR debía de recomponer­se. Renovarse o morir”, pero la tarea “no se consolidó, quizá ni existió”.

Bajo las siglas de la PGR, indica, “se intimidó a ciudadanos y se protegió a amigos, compadres y allegados, quienes vieron en la institució­n el instrument­o perfecto para aspiracion­es y bajezas. Llegó un momento de su historia en que mencionar el nombre del procurador era sinónimo de miedo y terror para los enemigos del régimen, pero también ese mismo nombre asoció los extremos del tráfico de influencia­s, clientelis­mo y apoltronam­iento de funcionari­os”.

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ARMANDO MONROY/CUARTOSCUR­O

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