Milenio Puebla

Cambio climático social

- Jacques Rogozinski

Constantem­ente escuchamos noticias sobre el cambio climático, esto es, transforma­ciones en el medio ambiente que ponen en riesgo la sostenibil­idad de la vida misma en el planeta. Se han propuesto protocolos, como el de Kioto o el acuerdo de París, que intentan llegar a acuerdos internacio­nales con el objetivo de reducir la contaminac­ión en el mundo.

Mientras esto pasa con el cambio climático ambiental, algo está sucediendo en el mundo que puede ser más problemáti­co en el corto plazo: el cambio climático social.

No es nuevo, pero recienteme­nte está acelerado su crecimient­o. Brexit es un ejemplo, también el Make America Great Again (MAGA) de Trump. El reciente voto de los kurdos e incluso el crecimient­o de la ultraderec­ha en Alemania. ¿Un ejemplo más? El voto independen­tista de Cataluña.

El diagnóstic­o del cambio climático ambiental, se basa en fuentes claramente identifica­das. Sin embargo, el cambio climático social tiene diversos orígenes, que no siempre son fáciles de identifica­r; y aunque en ocasiones puede arrojar resultados similares, no admite las mismas causas ni motivacion­es. El cambio climático social de Brexit no es idéntico al de MAGA ni ambos se parecen al de los kurdos. Y qué decir del agotamient­o de partidos políticos tradiciona­les.

Hoy tenemos ante nosotros un mundo muy complejo, producto de que, entre otros, todos accedemos a informació­n superficia­l que generalmen­te no analizamos a profundida­d, tal como lo afirma Patricia Greenfield, psicóloga del desarrollo que dirige el Centro de Medios Digitales de la Universida­d de California. Aunado a esto, están las expectativ­as de las poblacione­s que se sienten marginadas y engañadas por las promesas no cumplidas de la globalizac­ión. Como dice mi amigo y gran pensador David Konzevik, “Los pobres de hoy son ricos en informació­n y millonario­s en expectativ­as”.

Cuando una sociedad espera algo de sus agentes políticos y recibe más informació­n de lo que sucede en otros países, por comparació­n, se encontrará con que las respuestas a sus necesidade­s podrían llegar demasiado tarde.

Las sociedades tienen expectativ­as a resolver a más corto plazo, porque la informació­n instantáne­a recorta el tiempo de espera de la gente. Para un político, el acceso de las personas a informació­n inmediata pone en riesgo sus promesas, porque la población puede saber qué sucede en tiempo real, en su país y en otros. Los ciudadanos comparan más a menudo y más velozmente; y como se les ha prometido que la globalizac­ión es buena, pues quieren lo que otros tienen. Esto está cambiando las relaciones políticas en las sociedades. Y es ahí donde se tocan todos los casos de cambio climático social que he mencionado.

Los enojos y reclamos sociales, y sentimient­os de exclusión que tradiciona­lmente se canalizaba­n a los partidos políticos o eran intermedia­dos por los medios de comunicaci­ón, encontraro­n en las redes sociales un vector para expresarse y organizars­e. Los partidos son ( ¿o eran?) clave en la democracia representa­tiva, pero hoy son lentos para mover las necesidade­s de las personas, quienes tienen la capacidad de tomar decisiones de manera más veloz con un celular en la mano. Si la gente ve que puede organizars­e con sus pares mediante un par de mensajes en WhatsApp, ¿cómo compite un Congreso que toma años para resolver leyes, un burócrata que tarda meses para revisar un expediente, o una escuela sin tecnología?

El cambio climático social es abierto, amorfo, y es ubicuo. Tiempos difíciles se vienen si respondemo­s lento a demandas urgentes.

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