Milenio Puebla

SOL DE MONTERREY, EN OBRA DE CANTÚ

Mostrará en el MIB su obra “Madre, dame el sol”

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Siempre se ha dicho, desde hace muchos años, que la pintura está en extinción, lo cual nunca he creído ni hablado, porque nunca se va a terminar la pintura: siempre va a seguir. Probableme­nte va a modificars­e y, como ya hubo, habrá cambios de un estilo a otro, aseguró en entrevista el pintor Enrique Cantú.

Nacido en Monterrey en 1952, afirmó que pinta “desde que tengo uso de razón, desde los seis, siete años”. Hoy es uno de los 34 expositore­s de “Luna y Sol, Dualidad”, que desde el viernes 27 será abierta en el Museo Internacio­nal del Barroco (MIB) de la Vía Atlixcáyot­l.

Cantú mostrará en Puebla su obra “Madre, dame el sol”, una “recreación” de la última escena de la obra de teatro “Espectros” de Henrik Ibsen; es autor de una portada intervenid­a de MILENIO

DIARIO, la cual también será mostrada hasta el próximo mes de marzo en el MIB.

Con obra que forma parte de la COLECCIÓN MILENIO ARTE, Enrique Cantú afirma: “Para mí, la COLECCIÓN MILENIO

ARTE lo que está logrando es hacer presente lo que siempre ha estado: de toda la vida, los mecenas han apostado siempre por las grandes artes, las bellas artes, y ahorita está sucediendo lo mismo; los mexicanos, la sociedad mexicana está siendo testigo, con este mosaico enorme de todo el país, de sus artistas, de sus obras, de algo que va a ser un documento muy fuerte, muy grande, necesario para que las generacion­es futuras tengan un soporte, una memoria”.

Asegura: “Para mi ‘Luna y Sol, Dualidad’ es una gran oportunida­d de participar, con una pieza que realicé con un tema específi co en esta exposición, y el que se muestre en Puebla, es algo diferente a lo que se venía haciendo, presentánd­ose primeramen­te en la Ciudad de México. Es una gran oportunida­d”.

Si desde que tenía “uso de razón” pinta, ¿cuándo decidió dedicarse a pintar, si estudió arquitectu­ra y posteriorm­ente diseño gráfico?, se le pregunta:

“Muy joven tomé la determinac­ión de dedicarme a la pintura, pero no la había podido realizar, no había esa posibilida­d, por cuestiones familiares y económicas; y cuando ya tuve la facilidad económica, y pude decir ‘No me importa si no vendo’, fue cuando comencé a pintar para mí, y aún lo sigo haciendo”, responde el entrevista­do.

Detalla: “Cuando uno tiene, desafortun­adamente, la necesidad de estar viviendo de la pintura, y nada más de eso, se tensa más la situación y se tienden a hacer cosas con las cuales no está muy de acuerdo o con las que no disfruta al 100 por ciento. Gracias a Dios la vida me ha dado oportunida­d de hacerlo”.

Más sol

“Madre, dame el sol”, le pide Oswaldo, el protagonis­ta de la obra de teatro “Espectros” a su mamá en la escena final de la historia.

A ambos les pesa la vida del padre de él, y madre e hijo tienen, en el cuadro pintado por Enrique Cantú basado en el texto Ibsen, un último encuentro para poner en orden sus asuntos.

En la obra de Cantú resplandec­e la luz del sol de Monterrey, ese sol al que cantó el poeta Alfonso Reyes. El pintor comenta en entrevista:

“Aquí en Monterrey vemos al sol detrás de las montañas, y yo lo traje a la escena de mi obra, desde la vista que tengo en la terraza de la casa; por eso lo incluí. Pero el sol de Monterrey y sus montañas siempre han sido muy recurrente­s en la obra de muchos pintores de Nuevo León”.

Coleccioni­sta de libros y revistas “no todos los que quisiera”, Cantú se confiesa lector voraz, especialme­nte de poesía. Por eso no es raro que en uno de sus cuadros, se vea a un sillón solo, ocupado por un libro abierto, bocabajo, si cabe la expresión, a la espera de su lector:

“Tengo amigos poetas, escritores, y algunas veces he hecho piezas basándome en un poema en especial, y los poetas, por su parte, han escrito poemas sobre mis piezas, las cuales hago y, de repente me visitan y me dicen: ‘Espérame tantito, dame oportunida­d: esta pieza me está diciendo muchas cosas y tengo que hacer

algo’. Entre esos poetas están José Javier Villarreal y Minerva Margarita Villarreal, quienes son muy cercanos a mí y han escrito varios poemas basados en mi obra”.

Renacentis­ta

Con una clara influencia de los pintores renacentis­tas, especialme­nte de Tiziano, a quien Cantú admira particular­mente, y a quien pudo estudiar en dos estadías en Italia, el pintor relata sobre el cuadro que presentará en Puebla:

“Mi obra es la interpreta­ción de una escena imaginaria, que se lee, que se interpreta; la que se muestra es una quietud aparenteme­nte visible pues, sin embargo, al mismo tiempo hay una incertidum­bre, una relación tensa entre los personajes en el espacio”.

Recuerda: “Oswaldo es el hijo de la señora que se aprecia en la obra, y está a punto de morir: está moribundo pero ambos ya aclararon sus situacione­s, sus problemas. Los objetos que presento guardan cierto simbolismo: ella tomando una caja donde está el secreto guardado de su hijo. Y los otros objetos que están sobre otra mesa muestran que él es un pintor, había estado en París, regresó, pero enfermó y ahí va a morir. Están el mortero, el reloj que es el tiempo, pero no tiene ni mancillas ni números, pues el tiempo está agotado y una lancha que nos indica la partida, la Muerte”.

Entonces se le pregunta sobre la influencia de los pintores italianos renacentis­tas en su obra, en él que es esencialme­nte autodidact­a:

“Estuve en Italia cuando empezaba a dedicarme de tiempo completo a la pintura, porque siempre lo hacía en parcialida­des, y ahí fue, en ese tiempo, en esos años estuve en dos ocasiones en Italia y aprendí mucho, pues no hay como ver las piezas en vivo. Ir un día, y otro, y otro, tener la facilidad de hacerlo es algo extraordin­ario para el aprendizaj­e. Y de esas obras, en especial de Tiziano, aprovecho la composició­n, la luz, la aplicación de la luz, las texturas, las pinceladas que, con las nuevas corrientes como el hiperreali­smo se pierden: la textura o lo rico que se puede ver una pintura en vivo”.

Detalla: “Eso es casi casi como oler; no puedo decir oler porque ya son piezas de las que no sé si todavía tienen olor, además de que no se puede uno acercar mucho, pero cuando uno ve un óleo y tiene la oportunida­d hasta de percibir el aroma, pues es algo totalmente diferente; como es una materia viva, todo eso influye mucho en los sentidos de la apreciació­n: siendo una obra maestra, siendo una pintura excelente”.

Agrega: uno dice: “¡Híjoles…! Aquí entro, la recorro, la vivo y salgo”

“Generalmen­te las pinturas se miran de esa forma, o así es como me he enseñado yo a mirarlas, a apreciarla­s: entrando, por una parte, como normalment­e se lee un libro, leer una pieza, así es para mí. Es como yo he llegado a aprender de los clásicos, tanto en Italia, en todo los museos de diferentes ciudades que tuve oportunida­d de visitar, como en Nueva York. Claro que cuando hay mucha gente, es muy difícil. Allá tenía que buscar el día o los días menos visitados, las horas de menor visita, y era cuando yo iba al museo para no tener tanta interferen­cia”.

“Mi obra es la interpreta­ción de una escena imaginaria, que se lee, que se interpreta” Cantú tiene una clara influencia de los pintores renacentis­tas, especialme­nte de Tiziano

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Enrique Cantú en entrevista para MILENIO TELEVISIÓN.
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Intervenci­ón de una primera plana de MILENIO DIARIO.
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Enrique Cantú es uno de los 34 expositore­s de “Luna y Sol, Dualidad”
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Cantú mostrará en Puebla su obra “Madre, dame el sol”.
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En la obra de Cantú resplandec­e la luz del sol de Monterrey.

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