al plan que, a pesar de sus irrebatibles talentos como un hombre de luz y de color, haya quien se atreva a acusar al impoluto Emilio Lozoya, aunque se trate de un alto ejecutivo de Odebrecht, no solo de recibir billete grande por debajo de la mesa, sino de haber salpicado al Revolucionario Institucional para nutrir la campaña del licenciado Peña. ¡Qué perrada! Cualquiera con tres dedos de frente sabe que tan prístino instituto jamás aceptaría recursos mal habidos, primero porque no los necesita (la herencia generosa de generaciones de góbers preciosos da para dar y repartir), y segundo porque no va con su naturaleza proba que todo lo pospone para el año de Hidalgo.
Mexicanos de baja estofa que caen en el garlito y creen en cuentas y leyendas de
casas blancas y en Malinalco (de existir, estoy seguro que sus dueños ya las habrían facilitado para los damnificados que aún esperan que les haga justicia el Fonden, que siempre deja para mañana lo que puede procrastrinar hoy), en desfalcos javiduvianos (estamos de acuerdo en que el menoscabo de la cuenta pública veracruzana del 2016 por 12 mil mdp fue a cuenta de todos los chistes y memes que se hicieron a costillas del gordo y su hambreada esposa) y de triunfos electorales asentados sobre una estructura de mapaches amaestrados, votos corporativistas y alquimia electoral de quincuagésima generación.
Seguramente todo esto es una cortina de guarumo para desprestigiar al PRI, justo ahora que acaba de establecer altos procedimientos democráticos encaminados a encontrar a los mejores hombres y mujeres para encabezar las gloriosas y heroicas candidaturas que lo llevarán a repetir las viejas glorias de los triunfos contundentes e inobjetables, cuando la caballada no estaba tan flaca. Críticos seguramente a sueldo que no quieren entender que el dedazo no existe, que forma parte de una mitología chafa como la corrupción, la impunidad y el atraco en despoblado.
Ahí tenemos el caso alucinante de Ivonne Ortega, ex gobernadora de Yucatán y parte de la nomenklatura tricolor, ahora reconocida como la rebelde priista solo porque no fue tomada en cuenta para la pasarela de aspirantes a la candidatura presidencial. Por alguna extraña razón alega que todo está más arreglado que las elecciones en Coahuila (ya quisiera una ama de casa que anda correteando la chuleta que le hicieran tantos descuentos como el Tribunal le hizo a Riquelme para servirle de tapadera a los Moreira) y que no hay transparencia en el PRI.
Por favor, si en el Revolucionario Institucional todo es tan translúcido como en materia de recursos donados para las víctimas de los terremotos.
Además, ya explicó Ochoa Reza, el rey del taxi tolerado, que no es dedazo, pero ni modo de no acatar la orientación sabia y oportuna del presidente para elegir a su sucesor. O sea.