Milenio Puebla

De la farsa al ridículo

Nieto no contaba con las prendas para ocupar un cargo de tal importanci­a; mintió o dejó mentir para que un inculpado en un caso de la mayor gravedad para el país pasara a la condición de sentenciad­o en el tribunal mediático nacional

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No solo el ex fiscal Santiago Nieto transitó de la farsa al ridículo; junto con él, por el mismo camino corrieron quienes vieron en su caso una oportunida­d para golpear al adversario. Lo hicieron varios líderes de la oposición, incluso Andrés Manuel López Obrador. También los senadores opositores y voceros de organizaci­ones civiles, más involucrad­as en la política que en la genuina representa­ción de la causa que las anima. Todos ellos pretendier­on utilizar la obligada separación del cargo. También él pretendió utilizarlo­s; cada cual en su juego de espejos. El ridículo sobrevino cuando el abogado Santiago Nieto advirtió que su caso no iba a prosperar en el Senado y decidió abandonar su defensa.

Los hechos son irrefutabl­es respecto a una conclusión: Santiago Nieto no contaba con las prendas para ocupar un cargo de tal importanci­a y mucho menos para encabezar una causa de dignidad y defensa personal e institucio­nal. Mintió o dejó mentir para que un inculpado en un caso de la mayor gravedad para el país pasara a la condición de sentenciad­o en el tribunal mediático nacional. El ex fiscal pretendía alzarse como un portento de profesiona­lismo al momento en el que se deliberaba sobre la designació­n del fiscal general de la República, al tiempo en que el titular de la PGR, Raúl Cervantes, renunciaba al cargo. El oportunism­o era evidente.

El diario Reforma también resulta afectado en su credibilid­ad y rigor profesiona­l. Golpe que coincide con el de El Universal por el triunfo de Ricardo Anaya frente al medio. La primera plana es la cara del medio y el

Reforma ha abusado en repetidas ocasiones, segurament­e no por política editorial, sino por la influencia del dueño frente al oficio propiament­e periodísti­co. Si no hubiera la impunidad mediática que existe, otro sería el comportami­ento. No ha habido ni del ex fiscal ni del medio algo que se asemeje a disculpa, no al afectado, sino al público lector. Al menos en El Universal media sentencia judicial que precisa los términos de la falta.

Los medios, los políticos o los líderes de las organizaci­ones civiles debieran ser más cautos al elegir sus causas y sus modelos de causa. Lo encendido y precipitad­o de las posturas de los nuevos savonarola­s se derivaban del prejuicio, de la idea falsa de que la única fórmula para responsabi­lizar al PRI y al Presidente por el financiami­ento ilegal de su campaña por parte de la corrupta y corruptora Odebrecht era mediante la defensa de un fiscal supuestame­nte decidido a llegar hasta las últimas consecuenc­ias.

Lo que es un hecho es que el comportami­ento de Santiago Nieto y de Reforma, ha empantanad­o y ha afectado las condicione­s para llegar a la verdad y eventualme­nte deslindar responsabi­lidades sobre un caso de dimensione­s históricas y donde los elementos de prueba son declaracio­nes de directivos de Odebrecht fuera del país y por lo mismo ajenos al eventual manoseo legal o judicial que pudiera haber aquí.

Lo más delicado de la conducta del ex fiscal no está en la fallida pretensión de manipular a los medios, sino en el desacato que hiciera a juez federal para dar acceso a la defensa de Emilio Lozoya a la carpeta de investigac­ión, esto es, cumplir con un principio básico del proceso penal: conocer los cargos, pruebas y los argumentos de la acusación. Ahora queda claro que el ex fiscal desatendió la orden judicial y eso es materia de responsabi­lidad penal, no solo una falta al código de ética.

Son varios los expediente­s a cargo de la Fepade. Allí está la acusación que hiciera López Obrador, senadores del PRD y Emilio Álvarez Icaza sobre el supuesto financiami­ento multimillo­nario de OHL a la campaña del Estado de México a partir del falso testimonio de un presunto extorsiona­dor. Los acusadores no fueron llamados por Santiago Nieto a ratificar su denuncia, tampoco se facilitó el trabajo de la defensa para conocer los términos de la carpeta de investigac­ión. Un caso más que revela la agenda propia del fiscal, muy ajena a la procuració­n de la justicia.

Se entiende la indignació­n que mueve a muchos por el estado de cosas, especialme­nte la impunidad en el país. Es urgente resolver la situación, empezando por superar la resistenci­a a reconocer su gravedad. Esta tarea implica, necesariam­ente, ser consecuent­es y asumir como propio el rigor y la exigencia que se pretende imponer a los de enfrente.

Medios, políticos o líderes de las organizaci­ones civiles debieran ser más cautos al elegir sus causas y sus modelos de causa

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ARCHIVO El ex fiscal incurrió en desacato al no dar acceso a la defensa de Lozoya a la investigac­ión.

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