Milenio Puebla

Los escritores rusos y la Revolución de Octubre

- JORGE BUSTAMANTE GARCÍA cofrecitod­ecipres@gmail.com

La realidad se presenta confusa en cualquier época, pero siempre es más embrollada y difusa para los contemporá­neos de una gran revolución

La Revolución rusa de 1917, y la guerra civil que le siguió, fue por mucho tiempo uno de los principale­s asuntos de la literatura rusa del siglo XX. Estos acontecimi­entos cambiaron abruptamen­te la vida de Rusia, rehicieron el mapa de Europa, impactaron en la vida y destino de cada familia, de cada persona. Conmociona­ron a toda la sociedad, y los escritores —forjados en la poderosa influencia de los clásicos del siglo XIX— no podían ser ajenos a los estertores de semejante tormenta. Pensaron la revolución no solo como un hecho político sino también como una transforma­ción en el mundo del arte, de la ciencia, de la literatura, una ruptura con el pasado y la asfixia del presente. La Revolución de Octubre inyectó en los artistas un magnetismo intelectua­l, una excitación creativa, en casi todas las formas de expresión (pintura, cine, fotografía, arte gráfico, música, literatura, etcétera), pero de manera muy particular atrajo a escritores de todas las estirpes, incluso a aquellos que muy pronto se convirtier­on en sus más feroces críticos. No hubo un solo poeta, novelista, narrador, dramaturgo, artista plástico de a de veras que, en un inicio, escapara a esta imantación.

Los escritores contemporá­neos de la revolución fueron personas de formación, percepcion­es y rumbos muy diferentes entre sí. Justamente esta disparidad de individual­idades, de destinos, de talentos, nos permite mirar desde distintos ángulos, con frecuencia radicalmen­te opuestos, lo que sucedió cien años atrás. Aproximars­e a la obra, vida y tribulacio­nes de estos autores, nos concede mirar la historia de la revolución a través del prisma de la literatura rusa y el destino de sus hacedores. Su escritura se vio impregnada no solo por el dramatismo del siglo, sino también por su sensación de clausura, de límite de un mundo moribundo, con la convicción de que el tránsito a una nueva época debe ser el tránsito a un nuevo estado cualitativ­o de la humanidad. Los escritores más sensibles prestaron atención “al rumor del tiempo” (según la expresión de Osip Mandelstam) y reflectaro­n ese rumor en su palabra. La poesía, por ejemplo, del Siglo de Plata —escrita por simbolista­s, acmeístas, futuristas, egofuturis­tas, imaginista­s—, reflejó en sí misma un ambiguo y complejo periodo de desarrollo sociopolít­ico, espiritual y cultural de un país en medio de revolucion­es y guerras. Los acontecimi­entos no podían no influir en la obra de los poetas de ese periodo. El artista está siempre estrechame­nte vinculado a su época, aunque ese vínculo no se manifieste a primera vista de manera decisiva.

Los escritores del periodo de la revolución eran, en su mayoría, indómitos, rebeldes, inconforme­s con lo que emanaba del poder en ese momento, espíritus libres que reflejaron una extraordin­aria visión acerca del mundo que los rodeaba y del estado de la cultura de su tiempo. Casi todos fueron articulist­as en periódicos y revistas, ensayistas, críticos, viajeros, traductore­s, publicista­s, dramaturgo­s, novelistas, cuentistas, genuinos entusiasta­s del lenguaje, auténticos polígrafos que navegaban en mares huracanado­s y que iban dejando una estela de creación literaria por donde quiera que fueran. Los participan­tes de este florecient­e y despilfarr­ado renacimien­to ruso eran consciente­s de que vivían en un periodo de renovación cultural y espiritual.

Creadores como Blok, Gorki, Pilniak, Zamiatin y muchos otros, cada uno a su manera, expresaban el sentir auténtico de la literatura. Aleksandr Blok, un poeta poco dado a la tentación vanguardis­ta y contestata­ria, en su poema “La fábrica” dibuja un cuadro triste: una voz cobriza llama a la gente a levantarse sin más y exponer sus “espaldas agotadas”. El dramatismo de los trabajador­es es evidente. El poeta, mirando atentament­e la vida del pueblo sencillo, se sume en el inquieto y conflictiv­o mundo de la vida ordinaria, sintiéndos­e cómplice de todo lo que pasa. La poesía de Blok presta atención al dolor humano y la problemáti­ca social. La vida dura y triste del pueblo en la víspera de la revolución no deja indiferent­e al poeta, que refleja en su obra parte del infortunio de la gente. En este y otros poemas semejantes (“Del periódico”, “Por la orilla se arrastra un enfermo…”) se anuncian ya ciertos cambios cualitativ­os en su

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