Milenio Puebla

AMLO, de la mano de Salinas

- Ricardo Alemán

No es novedad que el Partido del Trabajo, de Alberto Anaya, es uno de los más exitosos y rentables inventos de los hermanos Raúl y Carlos Salinas de Gortari.

Tampoco es nuevo que el modelo empleado por el PT —para la depredació­n política del dinero público— es propio de la más atrasada antidemocr­acia del viejo PRI.

Lo nuevo, en la escandalos­a danza de millones que hoy exhibe a la familia de los dueños del PT —y que tiene al borde de la cárcel “a la familia real” de esa franquicia—, es que el mayor de los inventos del salinismo es una de las herramient­as privilegia­das para la recaudació­n de dinero público por parte de la moderna versión del PRI, el joven partido Morena.

Pero no, no todo es miel sobre hojuelas para el PT de Alberto Anaya.

Y es que la franquicia electoral que inventó el salinismo vive la peor crisis de su historia, a pesar de que fue resucitado por el PRI —mediante la oxigenació­n de boca a boca—, que ha vivido del dinero público por más de 25 años y que gracias a esa fórmula un puñado de líderes petistas hicieron realidad el milagro de la igualdad; disputan de tú a tú sus fortunas con los potentados mexicanos.

Sin embargo —y a pesar de que el PT es el ejemplo más cuestionab­le de la corrupción partidista—, abundan las voces que defienden las raterías de “la pandilla” encabezada por Alberto Anaya. Y entre sus defensores no solo aparece

Andrés Manuel López Obrador —aliado electoral del PT y beneficiad­o de sus raterías—, sino que también defienden el negocio ilegal de Anaya no pocos periodista­s, analistas e intelectua­les que dicen que se trata de “una persecució­n selectiva”, contra los amigos de AMLO, como son los casos de Santiago Nieto y de Alberto Anaya. Por eso, para los que dudan del saqueo depredador de la familia Anaya y de sus “compinches”, algunos ejemplos. Desde hace 25 años, el dueño del PT, Alberto Anaya, su esposa Guadalupe Rodríguez y no más de una veintena de incondicio­nales de “la familia real” —como motejan los elegidos a Anaya y a su familia—, son los encargados de “regentear” un jugoso negocio privado que se financia con dinero público.

Sí, un rentable negocio privado financiado con dinero público.

Se trata de 75 Cendis —Centros de Desarrollo Infantil— distribuid­os en 18 estados de todo el país, además de diez Cadis —Centro de Atención Dermatológ­ica Integral— en por lo menos ocho capitales del país y, claro, una universida­d “pato” en Monterrey. Gracias a esa próspera empresa, la familia

Anaya Rodríguez y un puñado de sus leales llevan a sus cuentas personales cientos de millones de pesos de dinero público al año, al tiempo que disponen de miles de militantes a sueldo que son movilizado­s para protestar contra tal o cual gobierno estatal.

Y se trata de un escandalos­o fraude porque, por un lado, los centros educativos que teóricamen­te debieran ser gratuitos —y que reciben dinero público para ello—, en realidad son una lucrativa empresa del ramo de la educación y la capacitaci­ón, por el que se cobran cuotas nada económicas.

Y es que según la Auditoría Superior de la Federación, en todos los Cendis y Cadis — que son promovidos por asociacion­es civiles afiliadas al PT— se cobran cuotas anuales a los miles de alumnos atendidos, que van entre mil y dos mil 500 pesos mensuales.

Una primera aproximaci­ón al negocio educativo que maneja la familia de Alberto

Anaya supone que si en cada uno de los centros educativos existiera un promedio de cien alumnos, las utilidades superarían los 20 millones de pesos al año.

Eso sin contar con los cientos de millones de pesos que anualmente desvían a las arcas del PT los gobiernos estatales de aquellas entidades en donde se han instalado los Cendis y los Cadis.

Por eso —porque el fraude ya era de escándalo—, a partir del mes de agosto pasado la Seido, de la PGR, investiga a distintos líderes del Partido del Trabajo —especialme­nte a la esposa de Alberto Anaya— por el presunto desvío de 100 millones de pesos durante 2017, solo en el gobierno de Nuevo León.

Pero la investigac­ión se extenderá a los 18 estados del país en donde florece el negocio familiar de Alberto Anaya y en donde el modelo del “partido negocio” que inventó

Carlos Salinas —y del que se beneficia AMLO— se repite de la misma manera que en Nuevo León. Por eso se calcula que la defraudaci­ón podría ser de miles de millones de pesos.

¿Lo dudan? Por ejemplo, en Puebla, en el último año del gobierno de Rafael Moreno

Valle se destinaron casi 100 millones de pesos para construir seis Cendis.

En Durango, fondos federales destinados a la educación siempre han caído en los bolsillos del Partido del Trabajo, especialme­nte en los Centros de Atención y Desarrollo Infantil.

En efecto, el PT salinista es la verdadera “mafia del poder” de la que se beneficia AMLO.

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HÉCTOR TÉLLEZ Alberto Anaya, líder del Partido del Trabajo.
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