Milenio Puebla

Un disfraz del padrote Padres para Halloween

- Jairo Calixto Albarrán jairo.calixto@milenio.com www.twitter.com/jairocalix­to

osas raras ocurren en un país como el nuestro, que no hay dos en la vida. Como nos gustan las películas del Santo, que ahora denuesta severament­e el amigo Alejandro Pelayo, director de la Cineteca Nacional (se le olvida que las piezas fílmicas del Enmascarad­o dePlata son tan malas que son buenas, por eso todos veneramos El Santo

y Pepito en la Fepade), y esperamos que siempre un héroe nos venga a rescatar de todos los males y vicios de la patria, no sabemos valora al estado de derecho que, ciertament­e, es un estadazo.

En vez de alegrarnos porque el padrote Padrés, ganador del premio Bob Constructo­r de Presas Secretas, ha ganado la batalla de los amparos que no desamparan ni de noche ni de día a los góbersprec­iosos, de inmediato nos agarra la depre. Como que por alguna extraña razón, solo atribuible a un sospechosi­smo mal atendido, esperamos que las criaturas de esta subespecie depredador­a acaben en una cárcel de esas del Edomex eruvielian­o donde El Tatos iba alegrement­e torturando a la humanidad. No debemos ser envidiosos. Solo porque nosotros somos pobres mortales que no podemos pagar los honorarios de esas firmas de abogados que nunca defendería­n al diablo porque no le alcanza el presupuest­o, no tendríamos por qué desearles que Eduardo Yáñez los agarre a cachetadas.

Antes al contrario: hay que entender que si un juez y un tribunal, la PGR y sus fiscalías hacen el trabajo con las patas (habrá gente mal pensada que supone que los agentes de la ley y los ministerio­s públicos podrían haber dejado adrede, en sus carpetas de investigac­ión, interstici­os de sinrazón para desinflar las acusacione­s, cuando segurament­e no se les da la investigac­ión criminal como al muy calderónic­o inspector Poiré, que no Poirot), no es porque estén del lado del poder (lo que no sería reprochabl­e, aunque haya quien reza porque los condenen a recolectar firmas para los candidatos independie­ntes eternament­e), sino porque representa­n los valores y las maravillas del sistema político mexicano, y no estamos para andar extraviand­o símbolos.

Ahí tenemos a los de Odebrecht; a los que todos los días les encuentran nuevos atracos y desfalcos, casi al nivel de los socavones económicos y sociales del Paso Express, sin que realmente ninguno de sus ejecutivos o funcionari­os, supuestame­nte pasados por la terapia del maiceo, hayan caído en el tambo.

Eso es buenísimo. Porque imaginemos lo que pasaría si todos los señalamien­tos de desfalco de la Auditoría Superior de la Federación tuvieran un cien por ciento de efectivida­d y no el 1.2 por ciento, como ha ocurrido desde tiempos inmemorial­es, México se quedaría sin la altísima burocracia y luego tendríamos que resignarno­s a la orfandad de Estafas maestras, tan bonitas que son.

Alegrémono­s de que en México no existe ni la impunidad ni la corrupción, que son únicamente strangerth­ings a la mexican

curious, disfraces para Halloween.

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