Milenio Puebla

“No quiero sumarme a la epidemia de amnesia”

Entregains­ensata, el nuevo libro del escritor mexicano, saldrá próximamen­te en el sello editorial Océano que ha reunido su obra completa, oportunida­d que sirve para que el irredento admirador de David Bowie discurra sobre su trabajo, esa vocación que sigu

- LEONARDO DOMÍNGUEZ

La editorial Océano ha lanzado la Biblioteca Xavier

Velasco, que reúne Puedoexpli­carlotodo,El materialis­mohistéric­o, Estequeves, Lunallena enlasrocas y el ahora clásico Diabloguar­dián. Con su chaqueta de Roland Garros y un póster de David Bowie como testigo, Velasco es acompañado por su culpa melómana y por seis cachorros para hablar sobre la reedición de sus libros, que incluye una obra inédita: Entregains­ensata.

¿Qué representa para ti la Biblioteca Xavier Velasco?

Siempre es bueno renovarse, volver a empezar. El valor de autor que tiene esta biblioteca es la posibilida­d de una nueva apuesta con editores que han sido querúbicam­ente atentos al espíritu de cada libro, de cada página. Había trabajado con grandes editores como Ramón Córdoba, partero de seis libros míos, y con Luis Carlos Fuentes. Tiendo a encariñarm­e con mis editores. Cuando son muy buenos, como me han tocado, tienen el desafío de adentrarse hasta los últimos rincones de la naturaleza de tu trabajo. Y con Océano me he hecho de unos cómplices que tienen un entusiasmo muy fresco por llevar más lectores a mi trabajo. Me da la oportunida­d de insuflarle vida a esos libros. Los libros tienen que recorrer otros caminos, siempre insospecha­dos.

Algunos libros contemporá­neos tienen una caducidad, se dejan de leer. Sin embargo, tu obra sigue vigente. ¿A qué se debe?

Dejo el alma ahí, pero no sé a qué se deba. Es algo de lo cual me felicito porque la memoria colectiva es cada vez más corta; hay una amnesia general. El hecho de que mis libros tengan vida me compromete a hacer algo por ellos, a no dejarlos ahí, olvidados por el pasado. No quiero sumarme a esa epidemia de amnesia. Para mí es una gran suerte que mis libros se sigan moviendo, prestando, leyendo. Como autor haré todo lo posible por no dejar morir mis obras.

En esta colección se publica una obra inédita, Entrega insensata. ¿De qué trata?

Es un volumen de cartas. De 2000 a 2004 tuve la columna “Epistolari­o” en MILENIO. Publiqué alrededor de 220 cartas a personajes públicos y fantástico­s. Desde entonces tenía la idea de presentar una selección; las he corregido muchísimo. Se podría decir que varias son otras cartas por completo. Pensé que iba a terminar la corrección en un mes, pero no, la mayoría necesitaba cirugía mayor. Pude corregir mis excesos, mis insuficien­cias y les he dado una nueva vida. Tengo una debilidad especial por las cartas. En mi libro anterior, Losañossab­andijas, varios capítulos son epistolari­os. Llegué a escribir cartas de amor de quince cuartillas, una locura absoluta. Toda carta es una entrega insensata: hay una dosis de insensatez en el hecho de escribir una y entregarla, ya no se diga publicarla.

La niñez es un tema muy presente en tus obras. Es el caso de Estequeves y Puedoexpli­carlo

todo. ¿Por qué es tan recurrente en ti?

De niño me aficioné a la música, a leer, a las motos y a las mujeres de piernas bonitas. Y no he perdido ninguno de esos gustos. Cuando llegué a los 14 años ya estaba armado mi porvenir; no lo sabía pero ya estaba claro lo que iba a hacer en mi vida. Mi trabajo es un pasatiempo que me traje de la infancia. Desde los 9 años empecé a escribir; era una manera de escaparme de la escuela. Mi estafa consiste en seguir jugando lo mismo que desde niño y pegarle a los adultos el cuento de que es un trabajo por el que me deben pagar. Hay una parte de mí que se resiste a ser adulta. Creo que, en buena medida, es él quien escribe.

Lunallenae­nlasrocas se publicó en el año 2000. ¿Sigue siendo un decálogo noctámbulo para volverse lunático?

Más que instruccio­nes es una juerga nocturna o un manual práctico para el golfo. Es un libro que nace de la perversida­d de José Luis Martínez S., que descubre que a mí me gusta mucho la juerga y se le ocurre que haga una columna de vida nocturna. José Luis me llamó y me dijo que estaba despedido de la sección de rock en ElNacional pero que estaba recontrata­do como cronista de antros. Fue maravillos­o porque me daba siete cuartillas, que hoy en la prensa es imposible, lo cual fue un gran lujo. Desde que me puso como cronista de antros en mi cabeza se dibujó un “libro”. Rehíce Lunallena

enlasrocas en 2005 y le cambié cantidad de cosas, empezando por los títulos. Para entonces algunos de los tugurios, presentes en el libro, habían cerrado, pero el espíritu seguía siendo el mismo.

En esas crónicas despliegas un lenguaje coloquial. ¿Quiénes han sido tus maestros?

Están José Agustín, Parménides García Saldaña, Carlos Fuentes con la Regiónmás

transparen­te, pero no es por esas influencia­s que quiera escribir así. Es por el placer que me da mancillar el lenguaje, blasfemar con él. La literatura es el placer de la fechoría. Es muy fácil anotar todo lo que uno escucha en la calle, decir un montón de cosas tremendas. Eso haces con 18 años: versitos groseros; así empiezas, como punk. Pero eventualme­nte el gozo no está en soltar la primera grosería que se te ocurra. El gozo está en hacer una maquinaria muy complicada, ser irreverent­e con lo establecid­o. No me interesa quedar bien con ninguna zona de la grada, quiero pitorrearm­e de todos porque ese es mi trabajo.

¿Sientes alguna responsabi­lidad con tus lectores?

No puedo pensar en los lectores como uno solo, ni como una comunidad más o menos uniforme. Si tengo un compromiso con mis lectores es el de ser absolutame­nte leal a mí mismo, y les voy a decir mentiras sin mentirles. Escribo para un lector interno que es un hijo de puta, que no le gusta nada, pero si complazco a ese desgraciad­o, quizá algunos lectores se sientan satisfecho­s.

¿Quedaste estigmatiz­ado con Diabloguar­dián?

Como escritor uno sueña con un estigma. Cuando escribí Diabloguar­dián me di cuenta, con mucho terror, que para salir de la deuda en que me había metido tenía que vender 30 mil ejemplares. Esa cantidad ha sido superada: se han vendido 300 mil. Decía Malcolm McDowell que Naranjamec­ánica era como una maldición porque siempre lo identifica­ron por esa obra pero cuántos actores quisieran tener una de esas. Lo que pasó con Diabloguar­dián ha sido la fortuna profesiona­l más grande de mi vida. David Bowie decía que no le sorprendió en absoluto que ZiggyStard­ust hiciera toda su carrera. A mí sí me sorprendió bastante que esa novela hiciera toda mi carrera. Comparándo­me, indebidame­nte, con Bowie, diría que Diablo

guardián es mi ZiggyStard­ust. Lo que quiero, busco y necesito es seguir escribiend­o nuevos libros. El qué va a pasar con ellos está fuera de mi control. Lo único que puedo asegurar es su autenticid­ad y la calidad; más o menos creo poder controlarl­as. Pero después de eso, una vez terminado un libro lo que realmente me da cosquillas es escribir el otro.

Tu carrera literaria empezó hace dos décadas. ¿En qué has cambiado como escritor?

He perdido algunos candores. Lucho permanente­mente contra los efectos nocivos de la promoción, contra la posibilida­d de sentirte más importante que tu trabajo. Cuesta mucho conservart­e fiel a ti mismo, porque en la medida que te va yendo bien hay la necesidad de adquirir ciertos compromiso­s. Lo que Vargas Llosa llama la “servidumbr­e del éxito”. Me he vuelto más riguroso en mi escritura, lo cual no necesariam­ente es mejor. No sé si soy más libre ahora, lo dudo. Sigo en pie de lucha por conservar la libertad íntima, por seguir escribiend­o sin importarme un pepino lo que pueda pasar, por conservar ese romanticis­mo que me trajo hasta aquí. Sigo peleando contra mis insuficien­cias como escritor porque entre más pasa el tiempo te das cuenta de que nunca llegarás a ser el escritor que soñaste, pero vale la pena seguir intentándo­lo.

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OCTAVIO HOYOS
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