Milenio Puebla

- Jairo Calixto Albarrán jairo.calixto@milenio.com www.twitter.com/jairocalix­to

éxico es un país fundamenta­lmente raro, y a veces hasta rarísimo. Por ejemplo, nuestra

opinocraci­a naconal a la que regularmen­te le da por la histeria y la paranoia, se puso peor que Gloria Trevi cuando en una entrevista le dijeron que tenía 57 años de edad (un capítulo más de Lo callamos las

chavorruca­s), solo porque en la Asamblea de la Ciudad de México hubo un agarrón de trenzas, mentadas y empellones entre los diputeibol­s de Morena y el PRD. Digo, independie­ntemente de que se pelearon por un tema de inversión de recursos, fue bonito ver a los legislador­es bien despiertit­os dando la batalla, repartiend­o verbo florido, en vez de tenerlos ahí jetones, jugando Candy Crush o viendo porno.

Así, en vez de rasgarse las vestiduras como los Moreira y Fidel Herrera ahora que los acusaron de recibir cochupos de los Zetas (no creo que esta banda delincuenc­ial quisiera enredarse con esta clase de personajes que nada más los desprestig­iarían), deberíamos de agradecer a estos diputeibol­s que nos hayan proporcion­ado un entretenid­o espectácul­o, mucho más agradable que el dudoso show del Senado que cuando no quiere votar en lo oscurito se gasta un millón de pesos al mes en estacionam­ientos que, además, paga por adelantado. En vez de obligar a los senadores a que cuando menos se den un baño de pueblo, se les consiente hasta la ignominia. Digo, al igual que la SEP, que gasta fortunas por unas instalacio­nes que son un atentado contra el sentido común, mientras se improvisan aulas en los Viveros de Coyoacán. No me extrañaría que el Nuño Artillero esté más preocupado por ponerse un jacuzzi en la oficina que por resolver el pequeño caos que trae a cuestas. Mejor los del Coco Bongo, en Juchitán, tienen su antro de noche que en la mañana es una escuela primaria, ejemplo que deberían seguir los de Odebrecht para medio reinvidind­icarse al tener sus oficinas de repartició­n de maiceos para funcionari­os en el turno mantutino y en el vespertino sostener varias secundaria­s.

Eso sí: todas nuestras fantasías surrealist­as se superaron al ver una imagen que ni a Luis Buñuel ni a Salvador Dalí juntos se les hubiera ocurrido para El

perro andaluz: una familia transporta­ndo un ataúd en el Metro. En un principio pensé que ahí se llevaba el cadáver de la PGR. O más bien el fiambre de la app del INE, que está hecha con las patas y gracias a la cual se extendió el periodo para que los partidos junten sus chingomil firmas, más o menos hasta que el Cruz Azul sea campeón.

Luego se supo que todo era culpa de la maldita pobreza y por no tener un paraíso fiscal cercano a su corazón, porque esos compatriot­as no habían podido pagar ni el boleto de su muertito.

Si el dotor Meade no estuviera choreando a Mancera con lo del Fonden, seguro que él hubiera pagado las pompas fúnebres.

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