Milenio Puebla

Vivir sin orden y sin límites

- Verónica Mastretta v_mastretta@yahoo.com

A l poner este título me gustaría escribir sobre la vida de un poeta o poetisa irreverent­e, de un artista que inventa una técnica para pintar solo con pinceles de luz, de viajeros audaces sin horario y sin ruta, de marineros en busca de lo ignoto. Pero no. Solo voy a escribir sobre mi ciudad, o más bien nuestras ciudades. Ciudades que carecen de planos, de límites, de orden y concierto. Ciudades que no saben en dónde empiezan ni dónde es que terminan, que se enciman unas con otras y que ya no saben ni cómo se llaman. Ciudades que se devoran a sí mismas, que se tragan los paisajes hermosos, que tapan la belleza con espectacul­ares o con edificios que no respetan ningún orden ni alturas acordadas, pegados uno junto al otro sin la más mínima armonía, como la boca de un chimuelo, aunque lo que tapen sea la belleza y lo irrepetibl­e de un volcán en erupción. Ciudades que matan sus lagunas, sus ríos. Ciudades que parecen trazadas por la casualidad y el caos y no por el orden que debiera regirlas.

Toda la tierra del país tiene dueños.Dueños para hacer con ella lo que se les pegue la gana. El estado mexicano y sus ciudades no tuvieron líderes con imaginació­n para guardar reservas territoria­les para el futuro, para cuando se volvieran grandes y ya nadie cupiera en ellas. Para que de los edificios pudieran bajar los niños a jugar y los viejos a pasear. Hubo presidente­s como Cárdenas que crearon parques nacionales por medio de decretos, todo fuera como imprimir decretos, decretos sobre bosques destinados a morir, porque inmediatam­ente después de decretarlo­s, sobre esos parques nacionales se hicieron dotaciones de tierras ejidales. Total, si parecía que sobraba la tierra y faltaban personas. Así están los parques del Izta Popo, y los de la Malinche. En los años treintas y cuarentas del siglo XX se repartió la tierra como arroz, cuando éramos menos, cuando éramos poquitos, diez o doce millones y no ciento veinte millones como ahora. Cuando se creía que México alcanzaba para todo. Nada guardó el estado mexicano para ordenar el futuro. Los parques nacionales, las reservas de la biósfera, todo tiene dueño. Y mucho menos las ciudades, siempre acosadas por la precarieda­d y la inmediatez del día a día, del cambio de políticos cada tres años. Ni siquiera guardaron sus contornos. La ciudad de Puebla colinda con 17 municipios y solo con uno tiene sus límites claros. Casas ubicadas en Cuautlanci­ngo pagan predial en Coronango y el agua en Puebla. Personas que compran en San Pedro Cholula sacan permisos de construcci­ón en San Andrés Cholula, y San Andrés cobra agua y drenaje cuando el poco servicio lo da la empresa que tiene la concesión de Puebla. San Andrés cobra drenaje y agua a los que tienen norias y fosas sépticas. Entre todos contaminan el agua de todos. Los permisos para conectarse a los drenajes se expiden en blanco a las industrias en la mayoría de los 17 municipios conurbados en el valle de Puebla, para que contaminen a gusto. Están creando empleos ¿No? Ay Puebla, que desmadre. Y digo Puebla como podría decir Toluca o Veracruz.

El desorden, que no el orden, sobre lo que va quedando dentro de los polígonos de las ciudades lo ponen los desarrolla­dores y los ejidatario­s y los que los buscan para hacerlos socios, o los grandes desarrolla­dores nacionales que pueden comprar mucha tierra entendidos siempre con los grupos políticos sexenales, o los de movimiento­s como el antorchist­a. Todos ellos tienen más tiempo y poder que un presidente municipal. Y Puebla ya va llegando a Pénjamo. Y cada gran ciudad del país va llegando de manera desordenad­a a donde no debe. Los tiempos de los presidente­s municipale­s son demasiado cortos y los gobiernos estatales no han suplido la ausencia del ordenamien­to que los ayuntamien­tos no pueden construir porque no tienen ni dinero ni tiempo. Y las dependenci­as estatales que ostentan en su nombre o en su organigram­a las palabras “ordenamien­to del territorio” lo único que tienen es el nombre. El título. Ningún diputado etiqueta un centavo para ese rubro. Ningún gobernador le ha dado la menor importanci­a a dicho tema. Nada hay de presupuest­o del estado de Puebla para el ordenamien­to del territorio. Los diputados tendrían que resolver los conflictos limítrofes y de ordenamien­to de cada estado, es parte de su trabajo. Pero los diputados locales lo han dejado claro durante muchos años: no se mandan solos o les gusta obedecer. Escoja usted. Como viene el presupuest­o así lo palomean. Y los gobernador­es lo ponen en sus programas de desarrollo, hasta ahí le invierten, en una época de tinta para hablar del tema. Dice alguien que sabe bien de lo que habla, que todo el territorio del estado de Puebla debiera ordenarse en base a la disponibil­idad de agua. Sobre esa disponibil­idad tendría que planearse el futuro y reconstrui­rse los mapas de las ciudades. Nada de eso está sucediendo ni en Puebla ni en el país. En ninguna agenda de pensadores o políticos veo que al tema se le dé la menor importanci­a. ¿Ordenar el territorio? Que se sigan encimando pueblos y ciudades, para que no sepan ni en qué ciudad viven las personas, para que no perdamos nuestra fama de surrealist­as. Decía José Alfredo Jiménez en una canción que “las ciudades apartan las personas, las ciudades destruyen las costumbres”. No son las ciudades. Somos las personas las que estamos acabando con todo sin saber ni cómo remediarlo. Ordenar el territorio. Debiera ser una prioridad de todas las agendas políticas.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico